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A Kamala se le encasquilló su pistola

La legítima victoria de Donald Trump , tanto en el voto popular como en el voto electoral, ha materializado la peor de las pesadillas de los demócratas : su desafío iliberal no es una aberración pasajera limitada a un solo mandato en la Casa Blanca. La declinación trumpiana del populismo, concebida no como una ideología sino como una forma tóxica pero efectiva de hacer política, ha llegado para quedarse y servir como icónica referencia para todos los que creen que la democracia liberal ya no sirve.En este proceso de radical transformación política, Trump ha conseguido ni más ni menos que la marca del Partido Republicano en su versión más libertaria se haya convertido en una opción más que aceptable, incluso respetuosa, para la clase trabajadora. Al mismo tiempo, el Partido Demócrata ha quedado encasillado como un cuestionable instrumento de las élites que quieren salvar el mundo a cualquier precio.Una vez más, se demuestra que la humillación sigue operando como una de las mayores fuerzas políticas en el mundo. Con su letanía de vulgaridades, mentiras, insultos e irresponsabilidades, Trump ha conseguido de alguna forma presentar un proyecto coherente para Estados Unidos frente al nebuloso gradualismo de Kamala Harris.Noticia Relacionada opinion Si Y el ganador es… Pedro Rodríguez Entre las elecciones de este martes y la toma de posesión del próximo presidente en enero, Estados Unidos se enfrenta a 76 días de extremo peligro para su democraciaCon una ventaja de cinco millones de votos, una incontestable mayoría del electorado de Estados Unidos ha decidido comprar la oferta planteada por Trump en esta campaña que abarca desde la deportación masiva de inmigrantes ilegales a dar un portazo proteccionista a la globalización, pasando por hacerle una peineta al delirante cajón de sastre del wokismo . Al final, no ha importado que hubiera que votar a un delincuente convicto, un mentiroso compulsivo y un demagogo con hechuras de autócrata.De nada ha servido a Kamala Harris presumir de ser una orgullosa propietaria de una pistola Glock y de que «si alguien entra en mi casa, se le dispara» . Este postureo de pólvora y plomo ha sido la ineficaz forma en que el Partido Demócrata ha intentado jugar a la guerra cultural , hasta ahora dominada por los republicanos. Una vez más en política se prefiere el original a la marca blanca. En la encasquillada pistola de Kamala había muy poco liderazgo transgresor contra el imparable realineamiento que ha hecho al Partido Demócrata ganar terreno en las zonas residenciales más acomodadas del país, pero perder respaldo transversal entre la clase trabajadora sin importar cuestiones de etnicidad.Como las victorias tienen muchos padres y las derrotas son huérfanas, las recriminaciones entre los demócratas no se van a hacer esperar. Desde la estrategia Beethoven de oda a la alegría , con la que Harris ha convertido su sonriente personalidad en una baza electoral, hasta el empecinamiento de Biden en aspirar a un segundo mandato a pesar de su comprometida salud, lo que ha imposibilitado un proceso de primarias para obtener un candidato mucho más viable que el presidente y su vicepresidenta.En este merecido purgatorio, los demócratas deberían aprender que si realmente quieren vencer al trumpismo de \'Make America Great Again\' no basta con confiar en los tribunales o encasillar a Trump como el más malo de la película. En este sentido, tendrían que aprender a ofrecer algo mejor y más atractivo para los votantes que no hace tanto tiempo conformaban su base electoral.De igual manera, los aliados de Estados Unidos van a tener que adaptarse a esta amenazadora confrontación entre democracias fracturadas y autocracias en su mejor momento . Y puestos a reflexionar, la segunda parte de la saga de Trump debería asumir también que Estados Unidos no podrá conseguir seguridad mientras el mundo se va al infierno.

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