Las mujeres tienen el mismo derecho que los varones a tratar sus problemas sexuales. Pero esa idea ha impulsado la venta de una droga que promete poco, es cara y genera controversia.
Desde su aprobación hace 17 años, Viagra (sildenafil) abrió un mercado descomunal: hoy existen 26 productos para tratar las varias disfunciones sexuales masculinas. En cambio, para las femeninas, sólo existe Addyi (flibanserin), que al fin salió a la venta en los Estados Unidos tras dos rechazos, en 2010 y 2013, de la Food and Drug Administration (FDA, la Administración Nacional de Alimentos y Fármacos) y una aprobación muy cuestionada.
La dificultad para tratar las dificultades sexuales de las mujeres con medicación tiene una historia ripiosa, porque el fenómeno de la vida erótica femenina es complejo no sólo en los planos físico y psicológico sino también en el social.
Tras el éxito del sildenafil entre los varones, el laboratorio que lo creó, Pfizer, dedicó ocho años a la búsqueda del Viagra femenino, pero la abandonó por falta de resultados. Boehringer Ingelheim siguió el camino con flibanserin (y Palatin lo intenta con otra droga, bremelanotida) y también desistió.
Vendió la patente a Sprout, que consiguió la aprobación de la droga para tratar el Trastorno del Deseo Sexual Hipoactivo (TDSH), el problema más común de la anhedonia, que afecta a una de cada diez mujeres. A los pocos días, la compañía farmacéutica canadiense Valeant compró Sprout por 1.000 millones de dólares.
Desde entonces, y hasta el lanzamiento resonante de Addyi, esa aprobación de la FDA ha estado en el centro del debate entre especialistas y en redes sociales en los Estados Unidos.
"Llegar a este momento de avance ha sido una travesía excepcional", dijo Cindy Whitehead, directora ejecutiva de Sprout. "Aplaudimos a la FDA por poner la voz de los pacientes en el centro de la conversación, y por centrarse en la evidencia".
En cambio, los críticos han dicho que ese camino fue uno de lobby, que utilizó argumentos verdaderos del movimiento contra el sexismo (¿por qué la satisfacción sexual masculina es un tema de salud pública y la femenina no?) para beneficiar los intereses económicos de la producción farmacológica.
Rechazo
Un centenar de médicos solicitaron que se rechazara la comercialización de Addyi. Adhirieron a la carta de PharmedOut, el grupo del Departamento de Farmacología y Fisiología de la Universidad de Georgetown, que advirtió: "La aprobación de flibanserin no sólo pondrá una droga peligrosa en el mercado de los Estados Unidos sino que enviará a la industria el mensaje de que presionar a la FDA mediante campañas de relaciones públicas puede lograr la aprobación de una droga".
El centro de esa campaña fue la organización Even the Score (Igualar el marcador), que formó varios grupos de mujeres y de salud, entre ellos el Consejo Nacional de Organizaciones de Mujeres y la Asociación de Profesionales de la Salud Reproductiva. La fundación realizó campañas en internet, envió petitorios al Congreso y facilitó que las pacientes que probaban la droga de Sprout declarasen ante el comité evaluador de la FDA. El laboratorio que lanzó Addyi es uno de los 26 patrocinantes financieros de Even the Score.
"Las mujeres y la sexualidad femenina son temas controversiales", dijo a Infobae Sally Greenberg, directora ejecutiva de la Liga Nacional de Consumidores (NCL), uno de los grupos que apoyó la venia a la droga. "Creo que también actuó alguna clase de prejuicio sexista inconsciente en el proceso de lograr que se apruebe algo para mejorar la salud sexual de las mujeres."
Infobae también dialogó con Leonore Tiefer, profesora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, una de las voces principales entre las críticas, quien calificó el 17 de octubre de 2015 —la llegada de Addyi a las farmacias de los Estados Unidos— como "un día triste para las mujeres, para la sexualidad y para la sexualidad de las mujeres".
—¿Cuál es el riesgo de la aprobación?
—Se trata de una droga peligrosa con beneficios muy, muy limitados. Creo que dará una impresión equivocada de que entendemos la sexualidad femenina y los códigos de la manera correcta de ayudar a las mujeres, y eso es un error grave. Además, la forma en que se aprobó esta medicación fue muy inapropiada, poco profesional y poco científica: se trató de presión política. Esa es una forma terrible de aprobar un fármaco.
¿Tan revolucionaria como la píldora anticonceptiva?
La psiquiatra Tiefer también escribió una carta, que otro centenar de médicos suscribió, para que la FDA rechazara una droga que en la práctica encuentra dificultades para su uso seguro. Su texto mencionó "la situación realmente absurda de aprobar una droga de toma diaria para intensificar la vida sexual de las mujeres de treinta y cuarenta años que no se puede combinar con el alcohol". Como sexólogos, ella y los adherentes advirtieron que "ese consejo es absurdo y está destinado al fracaso".
Addyi es para mujeres pre-menopáusicas, pero un médico tiene la libertad profesional de recetarla a quien haya entrado ya en la menopausia, que es cuando se da una gran proporción de las disfunciones sexuales por los cambios hormonales. Y dado que el fármaco causa baja de presión, se advierte que no se puede combinar con alcohol, algo difícil de garantizar porque, a diferencia del sildenafil, no se toma cuando se decide sino todos los días.
La FDA exigió que Sprout pusiera en el panfleto para pacientes una advertencia dentro de un recuadro (el tipo más serio de notificación) sobre las contraindicaciones. También se desaconseja para quienes necesitan cierta clase de antimicóticos y para las personas con problemas hepáticos.
Comprar Addyi costará entre 30 y 400 dólares por mes. (Más en Infobae)