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Al cole en un búnker a tiro de la frontera con Rusia

Olga tiene 70 años y vive con su perro Barbos y sus cinco gatos, Dimoshka, Goshka, Knopka, Kroshka y Kukla, todos ellos rescatados de las calles de Stetskivka. «Los perros tienen buen oído y es Barbos quien me avisa del peligro », dice Olga. «Cuando ladra, sé que viene algo y lo cojo y nos protegemos». ¿A dónde van? «A la cama. No tengo a dónde ir, solo puedo rezar. A la mañana siguiente doy gracias por un nuevo día».Su marido murió hace muchos años, también falleció un hijo, y tiene una hija y cinco nietos en Siria . Olga vive en una casa muy dañada por el paso del tiempo, sin ventanas y sin agua ni gas y solo con la luz de un flexo. La casa es oscura y está llena de humo del fuego con que se calienta.Hoy la visita un equipo de Cáritas Sumy, de la división local vinculada a la iglesia greco-católica: son Natali Goncharuk, Oleg y Liudmyla Radko y el nieto de los Radko. Le han traído a Olga dinero de las donaciones para que pueda comprar leña. De un pozo del pueblo obtiene el agua, y en la iglesia local le dan comida. Además, Olga tiene un pequeño terreno donde planta albaricoques, fresas, frambuesas, patatas, zanahorias, pepinos y cebollas, «pero es difícil trabajar la tierra porque soy vieja y me duele la espalda». Noticia Relacionada estandar Si Ucrania registra más de 2.000 casos de intoxicación química en soldados desde el inicio de la guerra Miriam González El coronel ucraniano Artem Vlasiuk confirmó el empleo de gases «no identificados» por parte de Rusia y advierte sobre la falta de tecnología en el Ejército ucraniano para reconocerlosEntonces se escuchan unas explosiones , no allí mismo pero tampoco lejos, y Natali avisa de que hay que irse. «Cada noche hay explosiones», comenta Olga; «da mucho miedo. Tengo mucho miedo. Cada noche espero el sonido de los drones Shahed y de los misiles». Agradece la visita. Sonríe y se abrazan.Natali dice que no le gusta trabajar en Stetskivka porque, siempre que vienen, pasa algo: Rusia está a solo doce kilómetros. Pero las calles no están vacías: hay una abuela con dos niñas con gorros rosas, dos niños en patinete, dos gatos grises... Stetskivka es un pueblo de los alrededores de Sumy, en la región homónima de la Ucrania septentrional. Vivían 2.500 personas antes de la guerra y ahora, a pesar de estar a las puertas del frente, hay unas 2.000. Han huido más de 500, pero también ha llegado gente de los pueblos vecinos a los que el frente les ha caído encima.Olga tiene 70 años y vive con un perro y cinco gatos en Stetskivka Alfons CabreraEl frente de KurskEl 6 de agosto, el ejército ucraniano inició una ofensiva en territorio ruso e invadió parte de la región de Kursk, fronteriza con Sumy. Desde entonces, este es uno de los frentes más activos de la guerra. El 8 de agosto, un misil ruso impactaba frente a la escuela de Stetskivka. Quedó dañada, pero no fue una tragedia porque la escuela estaba cerrada. No solo porque era verano, sino porque dejó de funcionar cuando empezó la guerra. «Entonces empezaron los bombardeos y todavía no se han detenido», cuenta Tetyana Papushenko, quien añade que «los profesores no ven a los niños desde el inicio de la guerra». Papushenko es la directora de la escuela, y está junto al lugar del impacto del misil con Goncharuk y los Radko.Liudmyla Radko, además de colaborar con Caritas Sumy, es profesora de matemáticas en la escuela. Las clases ahora son por internet, pero desde hace semanas están construyendo un búnker allí cerca para volver a impartir las lecciones de forma presencial. En lugar de restaurar la escuela, están haciendo una bajo tierra. La entrada es imponente y, cuando esté terminada, habrá sitio para 150 alumnos en diferentes aulas. Hay albañiles trabajando; la quieren inaugurar para Nochevieja y en enero retomar las clases. Luka, el nieto de los Radko, corre de lado a lado con un fusil de juguete en sus manos.Los Radko son de Stetskivka y siguen viviendo aquí. «Hay que estar cerca de la gente para tener información de primera mano y poder ayudar», dice Oleg. Tiene un negocio de venta y reparación de coches, pero está en Caritas Sumy desde que empezó la guerra y ahora le dedica casi todo su tiempo. Duermen todas las noches en el refugio.El sol se pone por detrás de unos dientes de dragón que resaltan a contraluz de un cielo rojizo. Los dientes de dragón son una barrera antitanque formada por filas de bloques de hormigón clavados en el suelo. «Yo sueño con la paz», dice Natali. «Al principio pensaba que llegaría pronto, pero pasa el tiempo y seguimos igual».

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