Opinión del Lector

Al pan, pan y a los hidrocarburos, hidrocarburos...

Con su ingreso a los Brics, la Argentina ingresa en este crucial momento y se une al mayoritario mundo de países que buscan nuevas normas de vínculo mutuo, basadas en la solidaridad, la no injerencia, la interacción económica, la coordinación de los grandes objetivos de la Humanidad: la nueva redistribución de la riqueza, la lucha contra los efectos del cambio climático, la tolerancia cultural y la comprensión de las diferencias.



El pasado 24 de agosto, en la clausura de la cumbre BRICS en Johannesburgo, el ingeniero Guterres resaltó la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad de la organización que lidera y convocó a suplantar el injusto sistema financiero internacional.

Desde su creación en 1944 por los acuerdos de Bretton Woods, este ha sido el mecanismo de imposición sobre las economías emergentes ejecutado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, criaturas del bloque anglosajón organizador de aquella reunión en el hotel Mount Washington, de New Hampshire.

Ante los líderes de unos sesenta países, todos ellos absolutamente interesados en ingresar al Grupo, Guterres afirmó que “hoy las estructuras de la dirección global reflejan el mundo de ayer. En lo general fueron creadas luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía muchos países africanos yacían bajo el yugo de las potencias coloniales”.

La declaración final de la cumbre BRICS desarrolla esta afirmación: “Apoyamos una reforma integral de las Naciones Unidas, incluido su Consejo de Seguridad, con miras a hacerlo más democrático, representativo, eficaz y eficiente, y aumentar la representación de los países en desarrollo entre los miembros del Consejo para que pueda responder adecuadamente a los desafíos globales prevalecientes y apoyar las aspiraciones legítimas de los países emergentes y en desarrollo de África, Asia y América Latina, incluidos Brasil, India y Sudáfrica, para desempeñar un papel más importante en asuntos internacionales, en particular en las Naciones Unidas, incluido su Consejo de Seguridad”.

¿Qué ocurrió para que el secretario general de la ONU escuche esta declaración, hable en la cumbre de reformas y se pronuncie por un nuevo orden mundial, el orden de la multipolaridad? ¿Cuáles han sido los trágicos signos del apocalipsis para que uno de los referentes del viejo mundo hegemónico reconozca su derrota y bregue por incorporarse al furgón de cola del nuevo mundo?

Ya Emmanuel Macron había visto frustrado sus intentos por colarse en la reunión sudafricana. Le dijeron que por el momento no aceptaban personas ajenas al club…

El resultado de la XV cumbre BRICS es contundente y habilita grandes perspectivas de desarrollo para lo que hoy llamamos el Sur Global y que, al fin de cuentas, involucra a la aplastante mayoría de países hasta ahora sometidos a los dictados de los grandes centros monopólicos internacionales. La cumbre ha planteado terminantemente la liquidación de la hegemonía unipolar y ha diseñado en su declaración final el ingreso a una nueva era de solidaridad e integración que desemboque en la construcción de un nuevo orden mundial basado en el respeto a las diferencias y en la búsqueda de consensos tanto en el plano económico como en el político y social.

La declaración final de la cumbre dice: “Reafirmamos nuestro compromiso con el espíritu de respeto mutuo y comprensión, igualdad soberana, solidaridad, democracia, apertura, inclusión y una reforzada colaboración y consenso”.

Los colosales recursos económicos y políticos apostados por los antiguos detentadores de la hegemonía en una pretendida defensa de una “democracia” basada en sus reglas, no alcanzaron para desalentar esa enorme cantidad de países emergentes que han hecho ya su elección en favor de una nueva red de centros de fuerza multipolar, base de un nuevo diseño de normas de convivencia mundial.

En ese marco, los BRICS dispusieron, antes que nada, un sistema ordenado de desarrollo y expansión. Para esto, como se preveía, la cumbre determinó un mecanismo de membresía que presupone un paso previo a la admisión plena: el estatus de país asociado, el llamado “BRICS+”. A semejanza de lo que ya existe en asociaciones como la Organización de Cooperación de Shanghai, en cuyo marco, además de los 9 miembros plenos, figuran 14 países asociados y diez observadores.

En esta cumbre, además de admitirse por única vez seis países al mismo tiempo: Argentina, Etiopía (entre las 10 economías con mayor desarrollo mundial), Irán, EAU, Arabia Saudita y Egipto (cuyas membresías se harán efectivas a partir del 1 de enero de 2024), se consignaron las solicitudes de ingreso de 23 países y otros 40 expresaron su interés por buscar su adhesión.

Entre los que serán admitidos como países asociados en la próxima cumbre BRICS que, por unanimidad, se resolvió sea en la ciudad de Kazán, “capital musulmana” de Rusia, figuran Qatar, Omán, Kazajstán, Indonesia, Turquía, Belarús, Bolivia, Venezuela, Cuba, Honduras, Bangla Desh…

Narendra Modi, primer ministro de la India, afirmó que “el ingreso de nuevos miembros a los BRICS fortalecerá el grupo y otorgará una nueva dinámica al desarrollo y la fuerza de la unión, así como fortalecerá la confianza de muchos países en la posibilidad de un nuevo orden mundial multipolar”.

Hubo un tiempo en que la creación de los BRICS fue recibida en Occidente con burlas y mucho irónico escepticismo. Por ejemplo, en 2013 Carnegie Endowment publicó un informe donde se explicaba “para lelos” que Occidente no debería preocuparse en absoluto, ya que en ninguna circunstancia los BRICS podrán ofrecer al mundo nada nuevo, a gran escala y atractivo…

Ahora, cuando estos mismos gurúes hacen sus cuentas resulta que los BRICS comprenden el 36 por ciento del territorio mundial, el 45 por ciento de la población total, el 37,3 por ciento del PIB mundial, el 38 por ciento de la producción industrial mundial, casi la mitad del petróleo y reservas de gas, y la mitad de todos los alimentos producidos. Los BRICS pasan por alto en casi todos los aspectos al G7, aunque este incluya a los países más desarrollados del bloque euroatlántico.

En otras palabras, los BRICS no necesitan nada de ese bloque. El desflecado poder unipolar necesita imperiosamente de lo que tienen los países del Grupo. En esta nueva composición, los miembros BRICS Rusia, Arabia Saudita, Irán, EAU junto con los que serán asociados en 2024: Qatar, Venezuela, Omán, dominan el mercado del gas y del petróleo, fijan sus precios y determinan los niveles de producción.

Sumemos a ello la provisión de material fisionable como el uranio y las clásicas provisiones de carbón. ¡La energía se encuentra en manos de los BRICS y sus futuros miembros y el bloque euroatlántico deberá atender las normas que se le fijen para abastecer sus necesidades de luz, calor y producción!

Los recientes episodios ocurridos en Níger acaban de proporcionarnos un elocuente ejemplo del nuevo poderío de los países emergentes. La nueva junta militar derrocó al “progresista” presidente Mohamed Bazoum, íntimamente ligado a los intereses franceses y prohibió la exportación de uranio a Europa. Con ello asestó un golpe demoledor a la provisión energética francesa y por ósmosis a la de toda la UE, ya que la generación en Francia está en mucho basada en la energía nuclear y el combustible venía, en gran medida, de las minas donde Francia explotaba miserablemente a la población africana.

La decisión del nuevo gobierno de Níger fue obviamente recibida con indignación en París y en otras capitales europeas que ordenaron la preparación de contingentes militares para voltear la junta militar nacionalista. La pro-francesa Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) había ya planeado, con la bendición de la UE, enviar 25.000 soldados de Senegal, Benín y Costa de Marfil (casualmente tres excolonias francesas). Sin embargo, la decidida postura solidaria de países como Burkina Faso, Argelia y Malí enfrió la invasión.

Pero además, la alarma de la UE estaba también fundada en el peligro que corre un nuevo gasoducto que pretende tender desde los yacimientos africanos hasta Europa y que inevitablemente pasa por esa región. La provisión de gas que prevén en Bruselas serviría para paliar el desastre energético provocado por el ordenado cese de suministros del gas ruso y el bandolero sabotaje a los “Nord Stream 1 y 2” promocionado por Washington.

Mientras esto ocurre, entre los países del nuevo orden multipolar se construyen asociaciones energéticas y de transporte que en pocos años permitirán al Sur Global disponer libremente de sus recursos y destinarlos allí donde hagan falta, independientemente de la nacionalidad y origen de los países. La Ruta Nordártica, la iniciativa china de “Una franja una ruta” y el magno proyecto ferrovial “Norte-Sur” que unirá el Mar del Norte con el Mar Arábigo y el Océano Índico, así como los gasoductos Rusia-Mongolia-China-India o el nuevo “torrente azul” que unirá los yacimientos de los Urales y Kazajstán con Turquía son los pilares donde se asienta esta nueva realidad internacional.

Si observamos el cuadro de situación en el mercado mundial de alimentos, la posición de países BRICS como China, Brasil, Argentina, Rusia, Kazajstán y la India es dominante en los mercados y permiten, además, acciones como las que está desplegando ahora Rusia, entregando partidas de entre 25.000 a 50.000 toneladas gratis de cereal a seis países africanos. En este mismo contexto comienza a conformarse un símil de la OPEP en materia de cereales. Los principales países productores: Argentina, Rusia, Brasil, Kazajstán, podrían unificar sus gestiones para lograr un equilibrio entre precio-demanda-producción que les permita liberarse del cerrojo impuesto por el histórico monopolio de las “cinco hermanas”, las grandes corporaciones como Cargill, Dreyfus, Bunge, André y ADM.

El proceso de consolidación del nuevo orden multipolar tiene un fundamento esencial en el manejo financiero de los proyectos de desarrollo. La cumbre de Johannesburgo dio un nuevo vuelo a este fundamento al tomar la decisión final de crear su propio sistema interno de acuerdos financieros mutuos con lo que desencadenó definitivamente el rumbo hacia la desdolarización total.

La cumbre reclamó la creación de una sólida red de seguridad financiera global y revisar la adjudicación de cuotas-parte en la composición del Fondo Monetario Internacional. Advirtió que cualquier ajusta en esa composición debe dar lugar a aumentos en las cuotas de los mercados emergentes.

Los planes inmediatos incluyen la formación de una unidad financiera común de los BRICS, la creación de un conjunto de reservas de divisas para asistencia mutua en caso de una fuerte reducción de las reservas de oro y divisas de cualquier país participante, la expansión de las capacidades del Nuevo Banco de Desarrollo BRICS, en el que otros 15 países más solicitaron participar, un aumento cardinal en la participación de las monedas nacionales en las liquidaciones mutuas, el lanzamiento de instrumentos de pago y plataformas basadas en monedas nacionales, incluido un sistema unificado de mensajería financiera ( similar a SWIFT).

Es bastante probable que en la cumbre de Kazán, en el otoño boreal de 2024, se resuelva la creación de una moneda única, respaldada en las reservas de oro de los países miembros y sustentada en una nueva paridad surgida de la comparación e intercambio de los activos materiales y recursos de los países BRICS. El camino es largo y sinuoso. Quizás al inicio se conforme la anunciada unidad única de cálculo, en calidad incluso de instrumento inversor. Una de sus principales cualidades será la independencia de la paridad con las divisas globales (dólar y euro).

El proceso de conformación de la divisa única en Europa tuvo un largo desarrollo: comenzó en 1999 y culminó en la práctica diez años más tarde. No se pueden pedir resultados inmediatos. Habrá que adaptar diversas jurisdicciones fiscales y allanar dificultades complementarias como la diversidad geográfica de los países miembros. Por eso, la gradualidad que implica introducir la unidad única de cálculo será un gran paso adelante en la cohesión del nuevo orden multipolar.

La declaración final de la cumbre de Johannesburgo reafirma el postulado principal de utilizar las divisas nacionales en el comercio mutuo y en las relaciones económicas y expresa su preocupación por las medidas y sanciones unilaterales tomadas por el obsoleto bloque euroatlántico que inciden negativamente en los países emergentes.

“Expresamos nuestra preocupación por el uso de medidas coercitivas unilaterales, que son incompatibles con los principios de la Carta de las Naciones Unidas y producen efectos negativos, en especial en el mundo en desarrollo -dice la declaración final de la cumbre-. Reiteramos nuestro compromiso de mejorar la gobernanza global promoviendo un sistema más ágil, eficaz, eficiente, un sistema internacional y multilateral representativo, democrático y responsable”.

La histórica declaración final de Johannesburgo debería ser dada ampliamente a conocer porque sus postulados son la base de un nuevo orden mundial. Los BRICS, como lo evidencia el documento, han dejado definitivamente su primario papel de “club de buenos amigos” y se convierte en principal jugador y ordenador institucional de las nuevas relaciones internacionales.

La Argentina ingresa en este crucial momento y se une al mayoritario mundo de países que buscan nuevas normas de vínculo mutuo, basadas en la solidaridad, la no injerencia, la interacción económica, la coordinación de los grandes objetivos de la Humanidad: la nueva redistribución de la riqueza, la lucha contra los efectos del cambio climático, la tolerancia cultural y la comprensión de las diferencias.

Esas normas no deberían sernos ajenas, ya que desde 1945 han conformado el cuerpo principal de una doctrina sintetizada en una consigna: independencia económica, soberanía política y justicia social. Esta es la razón primera que justifica la participación argentina en los BRICS. La que nos identifica ante el nuevo orden multipolar.

¿Estamos en condiciones de asumir esta responsabilidad a partir del 1 de enero de 2024?

Ese será nuestro punto crítico…

Autor: Hernando Kleimans|

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