Internacionales

Alemanias

El resultado de las elecciones alemanas ha confirmado el crecimiento de la extrema derecha, la victoria de la democracia cristiana moderada y la necesidad de construir un gobierno de coalición en el cual ni el canciller socialista Scholz ni los liberales formarán parte. Se diría que la democracia alemana sigue encogiéndose por el centro y ensanchándose por los polos, aunque tal situación del clima político electoral no ha producido un calentamiento global, sino que ha templado las temperaturas.La tendencia alemana hacia las grandes coaliciones de las últimas décadas ha venido motivada por la crisis económica en 2010 y por la progresiva debilidad del liderazgo alemán. Y se ha visto reforzada posteriormente cuando la energía barata importada de Rusia y el proyecto euroatlántico exportado hacia la Europa oriental han colisionado, primero en Crimea, después en Moscú, después contra el primer mandato de Trump, y finalmente colapsando con la invasión rusa de Ucrania. Pero la tendencia hacia los climas políticos templados en Alemania hunde sus raíces en la estabilidad democrática y liberal de la República Federal, sucesora del horror de la Segunda Guerra Mundial, puesta en marcha por un católico, Adenauer, y culminada por otro político democristiano, Helmut Kohl , en los primeros años 90. Los dos con mayor experiencia política que Merz, aunque ambos con menor experiencia en la gestión de fondos de inversión.En estos comicios, han vuelto a enfrentarse las dos Alemanias que han definido la historia de los alemanes desde Weimar y el Reich, incluso antes, con la dispersión de los principados enfrentados a la idea nacional de Bismarck en el siglo XIX. Y, desde las guerras entre evangélicos y papistas en la Edad Moderna, o entre el Papado y los Hohenstaufen en la Edad Media, han vuelto a reencontrarse en una disputa política, ahora en unas elecciones democráticas. Unos, fieles a una Europa democrática y regulada. Otros, infieles con la idea de una Alemania integrada en unas instituciones supranacionales que favorecen al oeste atlántico y empobrecen al este euroasiático.Merz, el triunfador de unas elecciones cuyos resultados acaban de fortalecer al eje euroatlántico frente a las numerosas tendencias que pretenden debilitarlo, se encuentra hoy con el reto de conciliar en un solo gobierno y en una sola oposición dos Alemanias. Una, europeísta y atlantista, y otra, revisionista e indefinida, que no encuentra un espacio viable en un orden global en proceso de transformación: el de competición entre potencias.Los conservadores americanos que han apoyado masivamente a Donald Trump están convencidos de que Europa debe reaccionar para que la estabilidad mundial permanezca. Mientras que los trumpistas, que se han incorporado al Partido Republicano para dirigirlo, no están convencidos de que Europa sea una solución para el problema fundamental al que se enfrentan: el de proyectar el liderazgo de su país en un nuevo orden sucesor del orden liberal anterior, que ha proyectado a su país hacia un liderazgo que todavía hoy conserva. Merz se encuentra en una encrucijada aún mayor que la de sus antecesores. La de representar la herencia cultural y geopolítica de Alemania, o la de fortalecer Alemania desde su herencia liberal euroatlántica.SOBRE EL AUTOR José María Peredo Pombo Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid

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