Sociedad

Amia: reclamo de justicia y castigo en Corrientes

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En el cementerio Israelita se recordó ayer el 24º aniversario del atentado terrorista contra la mutual judía. Asistieron el rabino Marcelo Wajcer y miembros de la colectividad, familiares y amigos de las víctimas. En la ocasión, la doctora Graciela M. de Ricer resaltó: “No hay consuelo porque se busca justicia sin encontrarla”.

 

En el Monumento a la Memoria del cementerio Israelita de Corrientes se recordó ayer el 24º aniversario del atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (Amia) en Buenos Aires, que se llevó más de 80 vidas y en cuyo acto se renovó el reclamo de justicia y de castigo a sus autores e instigadores. 



La ceremonia estuvo conducida por el guía espiritual de la comunidad judía, el rabino Marcelo Wajcer y fue conmovedor el mensaje y las palabras pronunciadas por la doctora Graciela M. de Ricer, mentora de la “B' nai Brith” Filial Tikvá, contando el acto con la asistencia de miembros de la colectividad, familiares y amigos de las víctimas. 



La doctora Graciela M. de Ricer planteó en su mensaje: “24 años sin justicia. 24 años no es solamente una cifra, porque representa un hecho brutal, sin precedentes en la historia argentina, como fue y lamentablemente sigue siendo el atentado terrorista que en 1994 tuvo, como blanco indefenso, a la Amia la mutual judía”, recordó. 



“Y ello ocurrió un aciago 18 de julio -continuó-, cuando todavía estábamos estremecidos por la voladura de la embajada de Israel, ocurrida dos años antes, y cuando aún ni nos imaginábamos que la ráfaga criminal, 20 años después y en la misma dirección, terminaría con la vida de un fiscal de la República”, subrayó.



Asimismo, señaló: “Me detengo aquí en la elocuencia de Marcelo Snch a cuyo padre le tocó vivir de cerca (permítanme el juego de palabras del autor) le tocó vivir de cerca esa mañana roja de muerte y negra de sangre, defendiendo la tragedia de la Amia como la antítesis de la vida, la negación de lo humano, el sumun del dolor. 



Porque ese era el cuadro aterrador que ofrecía el edificio de la calle Pasteur, devorándose en sus entrañas de escombros, esquirlas y hierros retorcidos, más de ochenta vidas, sin importar ni el credo, ni la nacionalidad, ni la edad de sus víctimas”. 



En este sentido manifestó que “al infierno vivido, al recuerdo horrendo se sigue sumando la importancia que representa no encontrar la justicia en ninguno de los laberintos obturados por la corrupción o las componendas. Es que sus autores portaban las armas más tenebrosas, las del odio y el fanatismo. 



Sus autores sabían desde las antesalas de la muerte, que ya contaban con complicidades oscuras y vergonzosas que otorgaban pasaportes hacia la impunidad. No hay consuelo porque se busca justicia sin encontrarla”, resaltó. 



Finalmente sostuvo: “El único camino para alcanzarla es la verdad y la memoria, nada se construye desde la desmemoria. No se busca venganza, se busca castigo a los culpables y a sus instigadores”.

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