(CNN) -- Pocas veces ha habido tanto en juego en Medio Oriente.
Las tensiones latentes alcanzaron nuevos niveles el viernes cuando Estados Unidos y el Reino Unido lanzaron ataques contra los combatientes hutíes en Yemen, en un esfuerzo por obligarlos a detener sus ataques de meses en el mar Rojo. Un día después, Estados Unidos llevó a cabo unilateralmente nuevos ataques contra una instalación de radar hutí.
Los ataques corren el riesgo de avivar aun más las llamas de un conflicto regional más amplio que ni Estados Unidos ni Irán, que apoya a los hutíes, parecen desear.
Desde los ataques de Hamas a Israel el 7 de octubre y la posterior ofensiva israelí en Gaza, el llamado eje de resistencia de Irán —una red de milicias chiíes que abarca cuatro países de Medio Oriente— se ha activado de un extremo a otro de la región.
Hezbollah entró en enfrentamientos diarios con las fuerzas israelíes en la frontera entre Líbano e Israel. Los rebeldes hutíes lanzaron una serie de ataques contra barcos comerciales y buques militares occidentales en el mar Rojo, arteria clave del comercio internacional. Las fuerzas respaldadas por Irán en Iraq y Siria lanzaron decenas de ataques dirigidos contra posiciones militares estadounidenses en esos países.
Ha sido un tira y afloja relativamente discreto que se ha mantenido justo por debajo del umbral de una guerra regional en toda regla. Y ha agudizado los dilemas de política exterior del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mientras Irán trata de equilibrar los beneficios militares tácticos con los peligros de un conflicto mayor.
La red de grupos armados iraníes se ha unido en torno a un único objetivo declarado: lograr un alto el fuego en Gaza, donde el asombroso número de víctimas civiles y la devastación a gran escala provocadas por el ataque israelí han dado lugar a acusaciones de genocidio ante el máximo tribunal de las Naciones Unidas (acusaciones que Israel ha negado enérgicamente).
Ha sido una empresa arriesgada por la que cada uno de los grupos armados ha pagado un alto precio. En Líbano, Hezbollah ha perdido casi 200 combatientes desde el 8 de octubre. En Iraq, los ataques estadounidenses han asestado importantes golpes a la infraestructura de los combatientes apoyados por Irán. En Yemen, los daños causados por los mortíferos ataques del jueves aún no están claros, pero Estados Unidos y el Reino Unido afirman que se han dirigido contra posiciones utilizadas por los hutíes para lanzar ataques en el mar Rojo, debilitando potencialmente el dominio del grupo sobre la ruta marítima.
"Estos ataques son en respuesta directa a los ataques sin precedentes de hutíes contra buques marítimos internacionales en el mar Rojo, incluido el uso de misiles balísticos antibuque por primera vez en la historia", dijo Biden en un comunicado. "Estos ataques han puesto en peligro al personal estadounidense, a los marinos civiles y a nuestros socios, han puesto en peligro el comercio y han amenazado la libertad de navegación".
Pero la escalada de violencia también ha reportado beneficios a los proxies de Irán, así como a sus partidarios en Teherán. La popularidad de estos grupos se ha disparado en la región. Se han redimido en gran medida en una región árabe y musulmana galvanizada, después de haber estado sumidos en la política interna y plagados de acusaciones de corrupción durante años.
"Está claro que los hutíes aprovecharon la oportunidad de la guerra actual para llevar a cabo un ejercicio de cambio de imagen bastante eficaz", afirmó Rym Momtaz, investigador consultor de Política Exterior y Seguridad Europea, que los transformó "de un grupo terrorista maligno respaldado por Irán que destruía Yemen en un eficaz conjunto militar que infligía dolor a Estados Unidos en apoyo de los palestinos".
Hay otras ganancias tácticas más allá de su mayor popularidad. En Yemen, un musculoso grupo rebelde tiene más que ganar en sus conversaciones de paz en curso con Arabia Saudí, que mantiene un bloqueo sobre el norte de Yemen, controlado por los hutíes, y se ha mostrado visiblemente nervioso ante la posibilidad de que los ataques de Estados Unidos y Reino Unido pongan en peligro sus esfuerzos por pasar página en su conflicto con Sanaa.