Opinión del Lector

Antiguos mandatos sociales en crisis

El viejo “¿Y la nena, para cuándo?” dejó de ser una herramienta de planificación familiar desde que la preferencia sexual fue superada por la autopercepción y la perspectiva del género es una construcción social.



El relanzamiento del personaje Barbie, mediante una película de reciente estreno, suponía un renovado impulso a la sublimación de la femineidad simplificada, con mandatos sociales muy precisos y pocas aspiraciones a un futuro progresista. Sin embargo, esta Barbie hollywoodense está rotundamente en fase con las tendencias del momento: es fuerte y, con cierto humor, construye una visión más débil del varón.

En medio de aquel superado espíritu de época del viejo mundo Barbie, claramente motorizado por la mega industria de las muñecas y sus accesorios, una costumbre de la clase media cultural argentina consistía en reclamar una niña a las jóvenes parejas después de concebir un varón.

“¿Y la nena, para cuándo?”, era el modo común de expresarlo. Y como determinar el sexo es, con sus bemoles, un fin privativo de la ciencia, solo se procuraban medidas recomendadas popularmente, surgidas de la tradición o la nigromancia.

La ilusión de la familia tipo binaria se convertía en una suerte de aspiración social. Esa estructura parecía fortalecer la institución familiar, al punto de hacer parecerla más funcional a las necesidades sociales. Una voz de orden posible sería “debemos poblar de varones y mujeres en igual número”. O bien, como si se enfocara desde el principio gestáltico, cada uno de esos individuos, el niño y la niña, no serán importantes en sí mismos sino por el todo que conformen, siempre y cuando este sea equilibrado.

El método Shettles para inducir el embarazo de una niña, basado en atender los períodos de ovulación para las relaciones sexuales, irrumpió para demostrar que la ciencia podía claramente primar en el proceso de elección previa del sexo. Es clave en el método la mayor velocidad de los espermatozoides masculinos respecto de los femeninos, un dato que bien podría ser el punto de partida de la controvertida (y estéril) discusión sobre la supremacía de los sexos como garantía del orden natural.

Según Esteban Maioli, profesor de Sociología de UADE, el fenómeno debe explicarse desde las sensibles transformaciones culturales en esta época. En primer lugar, a partir de la problematización de la estructura de familia tradicional con el surgimiento de los núcleos monoparentales o biparentales de igual género.

“La notable lucha del feminismo reactivó estos temas en la agenda pública. No se trata solo del deseo de tener una nena o un varón sino también de cómo lo crío, desde la perspectiva del género como construcción social”, señala Maioli y agrega que “se categoriza a los otros por su sustrato biológico, pero también por su autoidentificación, es escuchar la voz del niño o la niña.”

Frente a estas corrientes, en un lugar obsoleto y hasta incómodo, han quedado las prácticas y objetos relacionadas con géneros; los más resonantes son los tándems muñeca-mujer, pelota-varón. Hoy una niña biológicamente femenina y autoidentificada como niña puede elegir el fútbol como deporte. Y el caso, para la literatura tradicional, es evidentemente una disrupción.

Evidentemente, la claridad de miras de niños y jóvenes respecto de esta transformación es superior a la de nosotros, baby boomers, que sonreímos complacientes ante estas nuevas corrientes, pero en nuestro sentimiento se disimula el rictus de una persona poco convencida, aferrada a los mandatos sociales y la educación recibida durante tantos años.

*Director del Departamento de Ciencias Sociales y Humanidades en UADE.

Autor: Daniel Sinópoli|

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