En los últimos años, la provincia de Chaco ha impulsado medidas de importancia para la biodiversidad local, como la creación de los parques nacionales. El Impenetrable y Laguna El Palmar, el refuerzo de poblaciones de especies amenazadas y la promoción de cadenas de producción amigables con el ambiente, como la miel orgánica o el turismo de naturaleza, entre otras.
Sin embargo, tal como hemos expresado desde estas columnas al comienzo de la gestión de Jorge Capitanich, el principal termómetro ambiental para el llamado Norte Grande, y la provincia del Chaco en particular, inequívocamente es lo que ocurra con sus bosques.
Existen en el Chaco dos formaciones principales bien diferenciadas: el Chaco Húmedo y el Chaco Seco, donde los quebrachos y algarrobos dominan el paisaje. Su explotación irracional ha llevado a una reducción alarmante de las superficies boscosas, con impactos negativos para las economías locales de manera directa, a través de la pérdida de recursos e, indirecta, al incrementar el impacto del clima con sus olas de calor extremo y los incendios, cada vez más recurrentes.
Las cifras de este balance altamente deficitario hablan por sí solas. Las hectáreas deforestadas en la provincia han pasado de 20.000 en 2021 a 41.000 en el último año.
A esta situación terminal, la respuesta del gobierno provincial es errática y contradictoria, ya que, en forma acelerada, está impulsando a través del Ministerio de la Producción, con evidente exclusión del de Ambiente, una propuesta de ordenamiento territorial de bosques nativos para imponer un mapa de zonificación productiva que blanquee la deforestación de los últimos años y garantice una política extractivista que transformará irremediablemente y para siempre el bosque chaqueño.
Cuando faltan menos de dos meses para concluir el actual mandato, el gobierno impulsó tres audiencias públicas que generan más dudas que certezas, pues no respetan la normativa provincial ni la nacional, ni los acuerdos internacionales que exigen la participación de los chaqueños que viven del uso y la conservación del bosque.
La fragilidad del bosque chaqueño, una de las regiones más amenazadas de nuestro país, exige la mayor cautela institucional, evitando cualquier medida apresurada que comprometa el futuro. Urge detener de forma inmediata este proceso para que al momento de asumir las nuevas autoridades tomen cartas en el asunto, revisen lo actuado y puedan planificar adecuadamente el futuro de los bosques, garantizando una mayor protección de la biodiversidad y fomentando que la producción sea sostenible.