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'Camaradas' nazis en la Stasi: los protegidos de la RDA

La noche del 9 de noviembre de 1989, mientras los berlineses del este se encaminaban en masa a cruzar por primera vez las incipientes brechas abiertas en el Muro, en la sede de la Stasi, la temida policía política de la RDA, comenzó una frenética actividad de destrucción de documentos. Se trituraron decenas de miles de carpetas durante varios días, hasta que ciudadanos alertados por las enormes fogatas en el patio tomaron pacíficamente el edificio y permanecieron allí acampados hasta el traspaso de competencias. A pesar de la pérdida de documentación sobre el sistemático sistema de vigilancia y opresión comunista, quedaron como testimonio de sus crímenes 110 kilómetros de documentos, si los pusiéramos uno detrás de otro, custodiados hoy en la antigua comandancia central de la Stasi, en el berlinés barrio de Lichtenberg.Noticia Relacionada 50 años después estandar Si Un expolicía de la Stasi es condenado por «ejecutar sin piedad» a un polaco Rosalía Sánchez | Corresponsal en Berlín Czesław Kukuczka había amenazado en su embajada de Berlín Oriental al coronel Maksymilian Karnowski con detonar una bomba falsa si no le daban un salvoconducto a OccidentePermanecen en su ubicación original porque el traslado es imposible: no hay edificios preparados para soportar tal cantidad de peso a excepción de este, que fue construido específicamente para ello. Por eso, durante los últimos 35 años, los investigadores siguen acudiendo en romería a este mismo punto.Ha llevado más de tres décadas comenzar a ordenar y estudiar el contenido de esa masa documental y, una de las más sorprendentes conclusiones a las que han llegado los historiadores es que la Stasi reclutó a cuantos miembros de la inteligencia nazi le fue posible para formar sus propios cuadros. La institución que legitimaba su crueldad en la lucha antifascista, estaba formada por una buena proporción de antiguos nazis.« La Stasi almacenaba unos once kilómetros de archivos del Tercer Reich, pero ningún fiscal, ningún científico, nadie más sabía que existían estos documentos, de manera que no se utilizaron esos archivos para llevarlos a juicio, sino para la selección de personal y la contratación de agentes no oficiales», explica el historiador Henry Leide, que ha pasado décadas rastreando las carreras, a menudo bien pagadas, de al menos 35 destacados nazis que, tras la Segunda Guerra Mundial, encontraron su sitio en la Stasi.Contra las elites occidentales« La Stasi descubrió que tenía un archivo sobre el SS-Obersturmführer Heinz Barth, el jefe de pelotón que participó en la masacre de Oradour-sur-Glane, en julio de 1944. En el archivo aparecían los nombres de dos testigos del mismo pelotón y los buscó, pero no para juzgarlos, sino para reclutarlos. Y ese mismo procedimiento fue después ampliamente utilizado», aclara. El Departamento IX/11 de la MfS, ubicado en una villa en Hohenschönhausen, albergaba el \'Archivo Nazi\', ultrasecreto del mundo exterior. Fue utilizado para lanzar campañas contra las elites occidentales y para frustrar procesos penales en la RDA, reconvertidos en procesos de reclutamiento.Una multitud junto al Muro de Berlín, el 11 de noviembre de 1989 APLos archivos de la Stasi testifican que toda la estructura estatal de la RDA estaba infectada de nazis. En la década de 1950, el 27% de los camaradas del SED habían sido anteriormente miembros de una rama del Partido Nacional socialista Obrero Alemán (NSDAP). Incluso los antiguos guardias de los campos de concentración nazis vivieron sin ser molestados en la Alemania comunista, como los hombres de las SS Paul Riedel, August Bielesch y Oskar Siebeneicher, que participaron activamente en la selección y custodia de miles de judíos en Auschwitz. Después de la guerra, Riedel trabajó como minero en Sajonia, Bielesch como camionero en Pomerania Occidental y Siebeneicher como fabricante de joyas en Turingia. Pero allí donde había un expediente interesante, que reseñaba habilidades no tan fáciles de encontrar, la Stasi pasaba al reclutamiento. Josef Settnik, agente de la Gestapo destinado en Auschwitz, fue reclutado por ejemplo en 1964 como espía de la iglesia. Willy Läritz, miembro de la Gestapo en Leipzig, se ganó una gran reputación como interrogador «de mano dura» en los círculos policiales de la RDA. Fue reclutado por la Stasi en 1961 «para apoyar nuestra lucha por la paz y el socialismo», según consta en la correspondiente entrada en su expediente.Si los antiguos nazis demostraban que se habían «adaptado», podían contar además con puestos de responsabilidad. «La Stasi reclutó deliberada y sistemáticamente a criminales nazis sin importar lo que habían hecho antes, a veces a los que orquestaron masacres», concluye Leide.Una gran mentiraEn su libro \'El aliento del lobo\', una de las pocas investigaciones de los archivos de la Stasi realizadas en español, Amir Valle relata el caso del oficial de la SS Hans Sommer, que jugó un papel decisivo en el atentado contra siete sinagogas en París en octubre de 1941. En 1945 huyó a España y fue detenido, conducido al campo de Miranda de Ebro. Debido a la intervención del excónsul en Marsella, a quien conocía de cuando actuó en esa ciudad bajo el disfraz de cónsul alemán Herbert Senner, fue puesto en libertad y trabajó para los servicios de inteligencia franceses. Desenmascarado, fue deportado a Alemania, encarcelado en Dachau y reclutado por Reihard Gehlen hasta que la Stasi puso sus ojos en él y comenzó a trabajar para la Alemania comunista desde 1954, con el sobrenombre Rumland. «Gracias a sus informaciones, el ministro Erich Mielke consiguió establecer una muy acertada estrategia de contención de los servicio secretos alemanes, franceses, italianos y norteamericanos en la RDA. Y aunque el expediente de la Stasi sobre Sommer es impresionante, más de 22.000 páginas, parte de esa información sigue siendo clasificada», advierte Amir Valle.En las visitas guiadas, parte de los eventos que conmemoran el 35º aniversario de la caída del Muro de Berlín, jóvenes escuchan charlas sobre la RDA y descubren esta siniestra relación. «Decían que luchaban contra el fascismo, pero hacían exactamente lo mismo», se sorprende Anika, de excursión con su colegio de Stuttgart. Los asistentes de mayor edad, sin embargo, sólo asienten en silencio. «No lo sabíamos, pero lo podíamos intuir. Lo que contaban mis padres de los años nazis era demasiado parecido», dice Reinhard, jubilado que vivió en la RDA; «era una mentira tan grande que no se podía ocultar».

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