Carlos Alberto Reutemann hizo carrera en el automovilismo y la política, llegando a niveles altos en ambas profesiones. Dos veces gobernador de Santa Fe, senador en varias ocasiones. Subcampeón mundial de Fórmula 1. Saltan a la memoria sendos momentos culminantes de su vida, uno de derrota deportiva y otro de renuncia. Cuando perdió en los tramos finales el Gran Premio en el Autódromo de Buenos Aires. Y cuando no aceptó la oferta para ser candidato en 2003. Se le escaparon un momento único de gloria ante el público argentino y la perspectiva cierta de llegar a la Casa Rosada tras apenas doce años de hacer política.
Los traspiés con mirada de conjunto, revelan que llegó alto. Para empezar, seguía siendo ídolo en 1991 cuando Carlos Menem le ofreció lanzarse como candidato a gobernador en Santa Fe. Hagamos un racconto.
La Fórmula 1 era pasión de multitudes en la década del 70. “Lole” Reutemann se hizo famoso por la tele abierta. Conquistó el corazón de la hinchada cuando se negó a acatar una orden de su escudería y ceder paso a su compañero de equipo, Alan Jones. Llovía a baldazos en Brasil, los relatores se inflamaban elogiando su desobediencia en aras de ser primero.
En enero de 1974 se corrió el Gran premio en la Argentina. Quizá 80 mil espectadores y millones siguiéndolo por la tevé en blanco y negro o por radio. Lole punteaba, la tribuna hervía. Alguien se comidió para llevar al presidente Juan Domingo Perón al Autódromo, para que le diera el premio. Mire la leonera, General. Pero Lole se quedó (literalmente) sin nafta, lo pasaron todos sus rivales recuerda este cronista que sin ser para nada tuerca, estaba prendido a la tevé. Ganó un tal Denny Hulme quien recibió azorado un abrazo afectuoso de Perón. El anticlímax final, tragicómico, no le restó popularidad a Reutemann. Por eso Menem lo buscó para las elecciones de 1991.
El gobierno del presidente riojano andaba a los tumbos tenía que garantizarse victorias en Tucumán, Santa Fe y Buenos Aires. Pintaba difícil. Menem sacó de la galera a dos ídolos populares, outsiders pues: Ramón “Palito “ Ortega y Reutemann. Y negoció con su vice, Eduardo Duhalde, la candidatura en Buenos Aires a cambio del generoso Fondo del Conurbano. La movida resultó, la convertibilidad le dio alas a Menem… el resto es conocido.
Reutemann se pasó a la política con su estilo, taciturno y lacónico al extremo. Con características distintas a la farándula menemista: menos cirquero, un hombre de clase media-alta, buen mozo por demás, propenso a la soledad y a recluirse. El peronismo fue hospitalario con el recién venido, que se enroló en su amplia avenida de centro derecha.
Nacía una figura que se afirmaba en el Norte de su provincia, en el “campo”. Sus operadores calculaban por cuanto podía perder en Rosario para conservar chances de ganar en el padrón provincial. Tal vez sea casualidad, tal vez una señal: cuando Lole culminó su primer mandato (1995) el socialista Hermes Binner consiguió por primera vez la intendencia de Rosario, envuelto en banderas progresistas. De cualquier modo el otrora novato Reutemann fue durante añares figura central, referente del peronismo, en Santa Fe.
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Sin posibilidad constitucional de reelección inmediata volvió a ser gobernador entre 1999 y 2003, época dura que se agravó en Santa Fe por las inundaciones. Se le atribuyeron responsabilidades y hasta culpas penales; se mezclaban negligencias, represiones.
En otros sectores se le reconoció, como atenuante, cercanía con la “gente”: patrullaba en botes, recorría áreas desoladas con su auto hasta bien entrada la noche.
Cuando corría el año 2002 el presidente interino Eduardo Duhalde leía encuestas con devoción. Pensaba en su sucesor, en quién podría derrotar a Menem . La masacre de Avellaneda le había cerrado camino. Lole punteaba en los sondeos, era el predilecto del establishment económico, la rara avis: un peronista presentable. Los grandes medios lo aupaban, la dirigencia media del PJ lo veía bien. El éxito estaba filo asegurado: batiría a Menem en segunda vuelta. Reutemann se negó ante un Duhalde tan azorado como deprimido. “Vi algo que no me convenció” le comentó como toda explicación al periodista Jorge Lanata. O “que no me gustó” en algún otro medio. Se tejieron muchas hipótesis, hasta se fabuló un chantaje por cuestiones personales. Reutemann negaría esa especie años después, riendo más que de costumbre. La versión nunca fue creíble, esos recursos jamás se usaron desde la recuperación democrática.
Con buenas fuentes este cronista cree que el motivo de la decisión de Reutemann, lo que no le gustó, era hacerse cargo de un país ingobernable, el que le había tronchado el futuro a Fernando de la Rúa y Duhalde. Demandas sociales, alta movilización callejera, pobreza, dificultad para implementar política económica neoconservadora… la única que Lole tenía en su radar. Era contertulio atento del exministro de Economía Domingo Cavallo quien lo describía como inteligente (porque aprobaba sus ideas) aunque muy inexpresivo. También consultaba al exministro radical Ricardo López Murphy... otro ideólogo que predicaba una salida por derecha de la crisis de 2001.
Reutemann no vislumbró la posibilidad de gobernar la Argentina de otro modo. Paradoja (o no) de la contingencia: su retiro posibilitó el inesperado arribo de Néstor Kirchner quién leyó de otro modo el panorama, los horizontes, las chances que se abrían. En ese sentido, el paso atrás de Lole abrió las puertas de un avance histórico e impensado. Prosiguió como senador. En el conflicto “del campo”, previsiblemente, se alineó contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Rompió con el bloque, no fue el único. Su voto valió como tantos otros para llegar al empate que determinó la noche estelar del vicepresidente Julio Cobos. El devenir lo derivó a ser aliado del PRO, sin incomodidades. Murió siendo senador.
Más de una vez reconoció que no hablar era una falla en la política. Cuando una entrevista lo llevaba a hablar de autos se le iluminaba la mirada, se explayaba, hasta gesticulaba con sus manos gigantescas. Para quien no lo trató personalmente traslucía que esa fue su verdadera pasión.
De cualquier forma consiguió en las urnas, galardones soñados (o añorados...) por militantes o dirigentes consagrados de por vida a la política.
El exgobernador Reutemann fue despedido por dirigentes de variadas banderías con el respeto que promueven la convivencia política, los cargos que ocupó y la legitimidad electoral que revalidó tantas veces.