Cuando la televisión se “apoderó” de la pelota, muchos periodistas dejaron de hacer periodismo y se dedicaron al servilismo corporativo. Se podría decir que surgió una inquietante “subespecie de comunicadores” que analizan, relatan, comentan y desinforman según el régimen editorial y dictatorial del negocio. Mercaderes disfrazados de periodistas y voceros de las corporaciones que denigran al Fútbol, pero sobre todo desprestigian al verdadero periodismo.
Los canales deportivos le dedican una gran cantidad de horas al Fútbol, o al menos, eso es lo que aseguran sus anuncios publicitarios. Más preocupados por hacer ruido que por informar, las pantallas se han llenado de debates de alcantarilla y personajes grotescos. Un conductor narcisista que los conduce al barro, un puñado de gritones que juegan al bueno y al malo, y un par de principiantes sin principios. El show propone dejar sin ojos a la audiencia y cuidar a los que mandan.
Luz, cámara y un reluciente amarillismo que confunde entretenimiento con estupidez. Los intereses han suplantado a lo interesante. Antes se hablaba de juego y jugadores. Ahora se habla de farándula y moda.
Por los programas se pasean los comerciantes de opiniones para adular, descalificar, extorsionar… opiniones a medida del “patrocinador” de turno. Estamos asistiendo a la era de los charlatanes. Los que hablan para no decir nada, los que se muestran para no mostrar lo importante, los que conocen de estética y desconocen de ética, los que hacen periodismo de mentira para que la verdad no tenga lugar. Por mérito propio y desidia ajena, el periodismo está bajo sospecha. Público cautivo y pantallas que cultivan la intolerancia. El periodismo auténtico habla para los que no quieren escuchar y los bocones acaparan la atención de la audiencia.
Al fin de cuentas, el periodismo que tenemos es consecuencia de la sociedad que componemos, y también, descomponemos. Daría la impresión de que, en el Fútbol, las cosas importantes ya no tienen importancia. Lo importante es tener una corte de “comunicadores” que hagan ruido y desvirtúen la realidad. El fin justifica los medios, y algunos medios justifican su existencia ocultando la mugre del poder. Hinchas devenidos en consumidores y charlatanes a sueldo. Todo es un estruendo sin contenido. Esta parece ser la fórmula del éxito y la deformación de un noble oficio.