Opinión del Lector

Cirugía plástica: ¿Cuándo puede fallar?

No es un acto “mágico” comparable a la cosmetología ni una rama menor entre las cirugías, ya que requiere técnica y complejo manejo de tejidos como en cualquier especialidad quirúrgica. ¿Qué hacer ante los reclamos de un paciente?



“De todos es errar, solo del necio preservar en el error”, decía Ciceron. Esto es aplicable, aún en los cirujanos más experimentados. El origen de la falibilidad humana es sostenida desde tiempos inmemoriales y se le asigna diferentes causas: origen divino, cambios en la evolución, atribución astral, “mala suerte”, mala intención, juzgamiento y planeamiento pobre y deficitario, etc.

Dado el avance de la ciencia médica con el enorme desarrollo tecnológico parece inaceptable, principalmente para quienes ejercemos la medicina, que un resultado desfavorable puede aparecer en el postoperatorio de un tratamiento quirúrgico estético o reconstructivo plástico.

Los médicos estamos obligados a probar porqué ha ocurrido, pero en medicina y principalmente en cirugía plástica la explicación puede no ser tan obvia como la mayoría de los neófitos puede pensar.

No es una ciencia exacta y, en muchos casos, la ecuación 2+2 no es 4 y da otro resultado con consecuencias diferentes al esperado.

El cirujano debe estar atento y despierto a las condiciones y factores sutiles que predisponen a las fallas. El cirujano plástico no solo debe reconocer y corregir el error -o los errores-, sino que además tiene la obligación de identificar sus causas y evitar repetirlo en el futuro.

No obstante, el error es sinónimo de humanidad, ya lo ha dicho Eurípides: “Hombres son hombres, ellos necesariamente deben errar”.
Sin embargo, el cirujano debe plantearse diversas preguntas.

Cirugía plástica: ¿cuándo puede fallar?

El primer concepto que debe “meterse el cirujano en la cabeza” es que se enfrenta a seres humanos psicológica y físicamente variables y complejos, cuyos tejidos y órganos dependen de fenómenos biológicos que son imprevisibles en su evolución fisiológica y en los que nunca será posible predeterminar cómo será la respuesta a la agresión quirúrgica.

Cualquier acto quirúrgico sea de menor, mediana o gran complejidad debe tener la misma responsabilidad para el cirujano y no debe haber para él “cirugías chicas”.

Para cada uno de los pacientes que se opera, “su” cirugía es la más importante; es tan valiosa y preocupante para cada uno de ellos la extracción de un simple quiste sebáceo como la reconstrucción por una malformación facial congénita severa o una operación de estética.

En la Escuela Quirúrgica Municipal para Graduados Ricardo y Enrique Finochietto, se usaba como cita oficial una frase que lo refleja: “Hay que hacer las cosas chicas como si fueran grandes para poder hacer las grandes como si fueran chicas”.

La cirugía plástica no es un acto “mágico” comparable a las maniobras de peluquería o cosmetología; es un acto de cirugía donde se cumplen todos los postulados básicos de la técnica quirúrgica y manejo de tejidos similar a otras especialidades como la neurocirugía, la cirugía general, vascular, etc.

Algunas personas consultan para someterse a las técnicas quirúrgicas de la cirugía plástica con el preconcepto de que es una “cirugía fácil, rápida y sencilla”, que puede practicarse en ámbitos no quirúrgicos y que al día siguiente se reincorporarán a sus trabajos.

Lamentablemente, muchos médicos consideran la cirugía plástica como de menor jerarquía científica asociándola a tratamientos banales y superfluos con técnicas de facilidad extrema: es imprescindible no confundir cirugía plástica con medicina estética, aunque estén relacionadas.

Lo erróneo y falaz de estas creencias está asociado no solo a resultados desfavorables sino a complicaciones severas y a demandas legales de difícil defensa tribunalicia.

La cirugía plástica es considerada la unión entre arte y ciencia, pero la diferencia es que “se hace escultura” en tejidos vivos, biológicamente activos con respuestas diferentes en cada paciente no solo en los físico, sino principalmente en lo psíquico.

Fallas en la cirugía plástica

Un resultado favorable para el cirujano puede ser desfavorable para el paciente y viceversa. Lo que realmente interesa, en la práctica, es que el paciente quede conforme con el resultado.

El cirujano plástico que se enfrenta a un problema como el que se describe tiene la obligación científica y ética de recopilar fotos, historias clínicas, archivos y casos especiales para ofrecerlos a sus colegas a través de trabajos científicos, presentaciones en congresos y/o publicarlos en forma de libros proveyendo la experiencia que el accionar diario le ha ofrecido tanto en la práctica privada como en los hospitales públicos.

El paciente que está insatisfecho por el resultado desfavorable de una cirugía plástica tiene un importante impacto emocional negativo que genera una estresante realidad para el cirujano quien desearía no haberlo operado.

El médico no solo siente que ha fallado en prestarle ayuda (que es su función más importante) a la persona que ha ido a solicitarla a su consultorio, sino que además ha logrado una transformación peligrosa del paciente. Esto, en lugar de aplaudir nuestro talento y técnica, nos acusa de incompetente y de mal cirujano; aparece el fantasma de haber fallado como médicos, profesión que tantos sacrificios y estudios nos ha demandado y demanda continuamente.

Cuando un paciente inicia el contacto con un cirujano plástico para realizar el tratamiento quirúrgico de alguna deformidad estética o funcional, cree que hallará la perfección y que ningún problema aparecerá como consecuencia de esta cirugía.

No obstante si bien la mayoría de los pacientes quedan satisfechos, por diversas circunstancias y causas algunos se sienten insatisfechos reclaman en el postoperatorio.

En la consultas preoperatorias está la oportunidad de detectar “a los pacientes difíciles” y explicarles la realidad de la cirugía plástica; también es importante confiarles honestamente las posibilidades de éxito para solucionar su problema. Si el cirujano no cree en el éxito de su técnica y de lo que le propone al paciente no debe operarlo, se ahorrara una demanda.

Actualmente la televisión, el cine y las redes se han tornado en creadores de ilusiones falsas desde el punto de vista estético, ya que la propaganda de falsos resultados y de cuerpos “retocados” incitan a la gente a considerar erróneamente la cirugía plástica, despojándola del verdadero valor científico y artístico que tiene como parte de la ciencia médica.

También puede ocurrir que hayan puesto expectativas casi “mágicas” en las bondades de la cirugía plástica haciendo de los cirujanos seres superiores, con exquisita técnica escultórica cuyos movimientos no pueden fallar ni las complicaciones ocurrir: tremendo error de concepto.

Algunas personas pretenden corregir situaciones o circunstancias penosas de su vida como perder el empleo, abandono de su pareja o situación de soledad con modificaciones estéticas en su cuerpo exagerando no solo sus expectativas sino sus exigencias al cirujano pidiéndole cambios físicos que la cirugía no puede obtener.

Cuando el cirujano quiere cumplir con esa exigencia absurda y utópica, aparecen los resultados desfavorables o se pierde la naturalidad en pos de aspectos artificiales que “delatan” la cirugía.

La cirugía que falló

Lo primero que el cirujano debe buscar es la causa por la que el paciente está insatisfecho.

La reacción frente a la queja o reclamo no nos debe transformar en poco o nada receptivos, ya que eso permitiría que el resentimiento alcance proporciones mayores haciendo aumentar la agresividad del paciente. El cirujano debe responder con la verdad, confiándole los inconvenientes que pudieran haber ocurrido durante la cirugía, llamando la atención sobre enfermedades previas que pudieran haber influenciado en el resultado e incluso poniendo énfasis en la mejoría que llegará luego de unos meses necesarios para que se deshinche la zona tratada.

Otra cuestión es tratar de echar las culpas a enfermedades, tejidos, o hábitos del paciente como culpables de su mal resultado. Esto puede retardar el verdadero reclamo pero inevitablemente llegará aumentando la angustia, el enojo y el reclamo del paciente.

Cuando el paciente presenta un resultado desfavorable legítimamente justificado por infección, asimetría, mala cicatrización, merece respeto y empatía del cirujano, quien deberá hacer todo lo posible para solucionarle el problema.

Cuando algunos malos resultados son muy evidentes, el negarle veracidad a la queja del paciente lleva a aumentar el reclamo porque da la sensación que estamos insultando la inteligencia del paciente tratando de que entienda que está equivocado.

La situación puede empeorar si el cirujano pierde el control de la situación. Debe estar disponible en todo momento para evacuar todos las demandas emanadas de las consultas del paciente; debe evitarse la formación de una barrera de falta de entendimiento entre ambos protagonistas.

Todas las facilidades para estar en contacto con el paciente deben ser mantenidas activas porque si el cirujano se hace difícil de alcanzar, el abogado será alcanzado más rápido

Aunque a veces no se quiera admitir el cirujano que pasa por esta situación también está angustiado, estresado y quiere resolver el problema cuanto antes.

El aspecto económico de un resultado desfavorable tiene mucha importancia. Para los pacientes de cirugía reconstructiva, las obras sociales, los seguros médicos pueden cubrir los gastos ocasionados por complicaciones, secuelas o malos resultados.

En el caso de la cirugía estética es inapropiado e ilógico que el paciente deba hacerse cargo de los gastos ocasionados por procedimientos adicionales para solucionar malos resultados o complicaciones.

Se debe aprender de las malas situaciones y es así que por lo tanto el cirujano debe tratar al paciente insatisfecho, de la misma manera como quisiera que lo trataran a él, en semejante situación.

El buen resultado de cualquier cirugía plástica comienza para el cirujano desde la primera consulta, haciendo un correcto diagnóstico del problema que presenta el paciente, evaluando las expectativas que pone en el resultado, valorando si su idoneidad y experiencia serán suficientes para poder llegar a un resultado satisfactorio y fundamentalmente valorar las condiciones psíquicas del paciente: ¿por qué solicita esa cirugía? es necesaria? conviene hacerla?

*Doctor en medicina, Miembro de la Academia Argentina de Cirugía, Docente Autorizado de la UBA, Miembro Internacional de la Asociación de Cirugía Plástica Americana.

Autor: Jorge O. Güerrissi|

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