Carly Madison Gregg tenía 14 años cuando cuando el pasado mes de marzo, en una tarde cualquiera, disparó tres veces a su madre para acabar con su vida.Ocurrió en Brandon, Mississippi, donde la madre de la acusada, de 40 años, trabajaba como profesora. Tras matarla, Carly contactó con su padrastro para ver a qué hora iba a volver a casa: su plan se había quedado a medias. Entretanto, la adolescente mandó un mensaje de Whatsapp a una de sus mejores amigas para pedirle ayuda para una emergencia. Cuando esta acudió a casa, Carly lre preguntó: «¿Te da cosa estar entre cadáveres?». Su amiga no daba crédito y salió despavorida.Noticia Relacionada «Ya han pagado un precio muy alto» estandar No Familiares de los hermanos Menéndez, en prisión tras asesinar a sus padres, piden su liberación ABC / AFP Finalmente, el padrastro de la joven apareció pero logró esquivar las balas que la niña tenía preparadas para él. Pocos minutos después, la Policía detenía a la presunta asesina de su madre, a la que mató con la propia pistola de esta que guardaba bajo el colchón. Valoración de su salud mentalAhora, tras meses de procedimiento judicial, los fiscales han determinado que Carly no se vio afectada por ningún tipo de enajenación o brote psicótico, pese a que estaba en tratamiento por depresión.De hecho, unos días antes del crimen, su psiquiatra le había cambiado el antidepresivo que tomaba por uno menos agresivo, pero no se ha tenido en consideración como atenuante su estado psíquico. Además, tampoco se han observado en Carly signos de arrepentimiento ni remordimiento alguno, por lo que la estrategia de su defensa de pedir una condena mínima fue rechazada y la adolescente ha sido condenada a cadena perpetua.