Hacia fines de octubre la curva comenzó a descender y parecía que Argentina llegaba de buena manera al verano. Sin embargo, en diciembre la tendencia se revirtió y hoy la realidad vuelve a ser preocupante tras alcanzar los 11 mil infectados. Las perspectivas de Rodrigo Quiroga y Soledad Retamar.
Con el primer lote de la Sputnik V ya aplicándose sobre el personal de salud y el resto de las dosis que llegarán en enero, febrero y marzo, el fin de la pandemia parecía estar más cerca. Al descenso de casos durante octubre y noviembre, se sumaba el aumento de las temperaturas que, de seguro, colaboraría --sobre todo porque la gente realiza más actividades al aire libre-- para llegar al fin de 2020 y a principios de 2021 de una buena manera. Sin embargo, en el presente, la realidad indica otra cosa. Esta semana los números de contagios treparon a 11 mil y la curva está en ascenso. Los especialistas, como hacen desde marzo, buscan explicaciones al fenómeno.
“Los últimos días que alcanzamos los 11 mil casos se debe un poco al fin de semana largo anterior y el retraso en la carga de datos. Se sabe que los sábados y domingos disminuye el registro de infectados en el sistema y si hay feriados en el medio peor aún. El promedio, en realidad, es de 7 mil casos aproximadamente en cada jornada”, señala Soledad Retamar, docente investigadora de la UTN Regional Concepción del Uruguay. Sin embargo, advierte: “Lo que sí es preocupante es que si se analizan los promedios a lo largo del tiempo, se ve con claridad cómo se están incrementando. Estamos en valores similares a fines de noviembre, cuando la curva venía bajando, o bien, a agosto, cuando la curva venía en ascenso. Es preocupante lo que ocurre”.
Rodrigo Quiroga, bioinformático, docente de la Universidad Nacional de Córdoba e Investigador del Conicet, piensa de un modo similar y apunta a deconstruir los relatos mediáticos que traen confusión en la población en momentos en que la curva está en ascenso y hay que extremar los cuidados. “Se dicen muchas pavadas del tipo ‘suben los casos pero no hay tantos fallecidos’, o bien, ‘el virus perdió letalidad’. En realidad, lo que ocurre es que al principio de la ola de contagios, los más infectados son los jóvenes porque son los que más circulan. Los mayores de 60 demoran dos o tres semanas en comenzar a infectarse. Recién un tiempo después se empieza a ver la suba en la ocupación de camas de terapia intensiva y, finalmente, de fallecidos. Esto podría ser el principio de un problema serio si no lo logramos controlar”, sostiene Quiroga.
La premisa que suelta Quiroga es evaluada por el Gobierno, que exhibe su preocupación. En las últimas horas, el Presidente anunció que no descarta la puesta en marcha de “un toque sanitario” con el propósito de que “las fuerzas de seguridad puedan actuar en la calle para disipar a la gente e impedir aglomeraciones”, que son “caldo de cultivo para el virus”. En este sentido, descartó el toque de queda, pero sí piensa que "tan solo teniendo oficiales y suboficiales de fuerzas de seguridad caminando por las plazas, viendo dónde hay aglomeración de gente y diciendo 'circulen' alcanza". El otro foco estará colocado sobre los transportes públicos.
El miércoles, Alberto Fernández se reunió con Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta porque se despiertan las alarmas nuevamente en el AMBA. Conversaron sobre la necesidad de “extremar los cuidados” frente a la temporada de verano que ya se abrió en la costa atlántica y en otros puntos turísticos del país. El Área Metropolitana de Buenos Aires constituyó el epicentro de la pandemia desde marzo y en la actualidad vuelve a recalentarse. Por este motivo, las reuniones entre los tres en la Quinta Presidencial volverán a ser periódicas. De hecho, evaluaron la posibilidad de dar marcha atrás con algunas flexibilizaciones. ¿El objetivo? Evitar una segunda oleada de casos, tal como ocurrió en Europa y de la misma manera que asoma y podría consolidarse en Latinoamérica.
La curva en ascenso
“Hay mucha gente que viene diciendo que el incremento de casos se debe a la Navidad y también a los feriados vinculados a ella. Hay que pensar que hubo muchos días pendientes de carga, por eso, no me sorprendería que haya un aumento que se prolongue hasta el 4 de enero más o menos. A partir de allí, si el salto fuera solo por Navidad deberían comenzar a disminuir las cifras; sin embargo, no ocurrirá porque justo es cuando vamos a empezar a ver los infectados que son producto de las juntadas por Año Nuevo”, narra Quiroga.
No obstante, desde su perspectiva, no solo es asunto de poner el ojo en las fiestas, ya que en el AMBA los casos crecen de manera consistente desde el 8 de diciembre. Desde aquí, sigue con su razonamiento y enhebra su descripción centrándose en un segundo foco, más de carácter “sistémico”. “Además de los efectos de las fiestas, hay una dinámica diferente en el Área Metropolitana que es sostenida en el tiempo. La verdad es que no terminamos de entender cuál es la causa exactamente. El relajamiento de cuidados y de restricciones tiene mucho que ver; tampoco descarto una hipótesis muy preliminar vinculada a que realmente haya una variante de mayor contagiosidad”. En este punto, Proyecto País, el consorcio que realiza estudios genómicos de Sars CoV-2 coordinado por la doctora Mariana Viegas (del Laboratorio de Virología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez), la semana pasada descartó la presencia en Argentina de las variantes identificadas en Reino Unido, Sudáfrica y Brasil.
“En el AMBA bajaban los contagios reportados desde agosto y a nivel nacional, aproximadamente, desde el 21 de octubre. A partir de allí la curva comenzó a decrecer a una velocidad muy buena. Hacia mediados de noviembre se estancó por unos días, volvió a bajar rápidamente hacia el final del mes y desde principios de diciembre frenó el descenso y luego, como bien se observa, la tendencia se revirtió por completo”, destaca Retamar. En el Área Metropolitana se observa una suba de casos, sobre todo, en los partidos del primer cordón con tiempo de duplicación menor a 20 días. Según la dinámica que adquirió la propagación meses atrás, será normal que esa suba luego se expanda hacia el resto de los cordones.
En el sur del país el número de casos también preocupa. El problema es que no se nota el incremento en los reportes diarios porque no se tiene en cuenta un dato medular: la densidad demográfica de cada provincia. “Si yo te digo que Chubut tiene 400 casos diarios, a priori, pensaríamos que no es para preocuparse. Ahora bien, cuando se analiza a la luz de la población que vive en aquella provincia la cosa cambia. Hoy las jurisdicciones con mayor incidencia (casos en relación a su población) son las del sur; me refiero a La Pampa, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, que se hallan por encima de los 50 casos cada 100 mil habitantes, cuando CABA, por ejemplo, tiene la mitad”, relata Retamar. Quizás se deba a que la Patagonia es en donde persisten los climas más fríos durante la mayor parte del año y, aunque el Sars CoV-2 no se trate de un virus estacional, sí se sabe que se propaga con mayor severidad con bajas temperaturas porque la gente se resguarda más en ambientes cerrados. Al respecto, Quiroga plantea: “En toda la Patagonia hay un aumento marcado de casos pero no es que se vea un incremento repentino a partir del 8 de diciembre, como se ve en el AMBA, sino que ya venía de antes. Son provincias en las que ya había una circulación viral muy alta”.
En la gran mayoría de las provincias se ve un ascenso de casos. Jujuy, Formosa, La Rioja y Misiones tal vez constituyan excepciones, pero el crecimiento es generalizado. Sin embargo, los especialistas aún se niegan a conceptualizar dicho comportamiento como “segunda ola”. El análisis de Retamar suena convincente al respecto.“No creo que se trate de una segunda ola. Todavía había mucha circulación viral cuando se dispuso la apertura casi total de actividades. En los países de Europa, le llaman segunda ola porque sus curvas disminuyeron prácticamente a cero, con menos de 10 casos por cada 100 mil habitantes. Nosotros nunca logramos bajar de los 5 mil casos diarios en promedio. Hubo días con 4 mil infectados pero el promedio siempre fue superior a esa cifra. Creo, más bien, que estamos en el rebrote de la primera, que nunca estuvo del todo controlada”, advierte.
El contexto regional también es un punto a tener en cuenta. “Justo cuando en Argentina se frenó la bajada comenzó el aumento de casos en Brasil. Lo mismo en Santiago de Chile. Algo muy similar a lo que sucede con CABA. A mí me hace sospechar que haya sido una importación de una variante, puede que aunque no hayan sido detectadas por Proyecto País, circule igual y sea reportada un poco más adelante. Pero, de nuevo, son especulaciones que pueden o no confirmarse luego. De lo que sí estamos seguros es que la velocidad en el aumento de los casos es impresionante y mete miedo”. La especulación podría convertirse en pista concreta si se analizara, por ejemplo, el turismo que llegó a Buenos Aires a partir de los primeros días de diciembre. En el presente, el tiempo de duplicación en CABA es de 14 días y en Buenos Aires, de 21.
Relajamiento y pérdida de la percepción del riesgo
Otra vez las balas pican cerca y, como en el peor momento, allá por octubre, cuando los casos diarios sumaban 18 mil, todas las personas comienzan a tener un pariente, un conocido o un amigo de un amigo que está infectado. Esa, quizás --basada en la experiencia individual de cada quien-- sea la evidencia más cabal de que la pandemia no marcha bien a nivel doméstico. Las colas interminables en los centros de testeo y las consultas telefónicas al sistema sanitario representan otros aspectos que comienzan a resurgir. Uno de los ejes que los analistas mencionan es el relajamiento y la pérdida de la percepción del riesgo. Al cansancio generalizado de la ciudadanía, se superponen en cadena una serie de comportamientos que meses atrás se cumplían de forma más estricta. La referencia es para el uso incorrecto --o nulo-- del barbijo, la distancia social que en algunos casos ha dejado de respetarse y, sobre todo, las reuniones multitudinarias (ni hablar de las fiestas clandestinas) que han contribuido hacia fines de 2020 a que el paisaje se oscurezca de nuevo.
Algo que los especialistas subrayan es que la inmunidad rebaño para cortar la propagación viral y revertir de manera definitiva el rumbo de la pandemia se logrará cuando, al menos, un 70 población de la población esté inmunizada. Y eso, como se sabe, tomará tiempo. La primavera parece ser la estación a la que apuntan los expertos y las expertas como punto de quiebre. Para Quiroga, con la llegada del primer lote de las vacunas y como producto del cansancio acumulado, muchas personas se relajaron. Pero, el asunto no es tan sencillo ni soporta argumentos tan esquemáticos. “No hay un único factor que explique a la pandemia, sino múltiples. El comportamiento es importantísimo y sobre el cual se puede accionar con mayor facilidad. Hay que insistir con la campaña del cuidado, la pandemia no terminó y no lo hará por varios meses, hasta que seamos millones los vacunados”, enfatiza Quiroga. Por lo pronto, hay que sacarle el jugo al verano: estar al aire libre resulta crucial para evitar el contagio por aerosoles.
Aire libre y conciencia colectiva
“Hay que seguir fortaleciendo la conciencia colectiva, esa que indica que no solo nos cuidamos a nosotros mismos sino que cuando lo hacemos también protegemos a las personas que tenemos al lado. Quizás compartimos casa o encuentros con personas mayores o con algún problema de salud preexistente. Lo cierto es que requieren de máxima protección”, opina Retamar. Para pasar en limpio, desde que comenzó la pandemia las estrategias se pueden agrupar en dos niveles. Uno de corte general, que se vincula con las acciones de prevención y mitigación de la propagación viral, a partir del refuerzo de los programas promovidos por el Estado relacionados al testeo, rastreo de contactos estrechos y rápido aislamiento. El otro, micro, que tiene que ver con lo que cada ciudadano y ciudadana puede hacer para que, al menos en su entorno, las situaciones estén más controladas. En este sentido, los especialistas instan a que las reuniones se realicen al aire libre, con la presencia de diez personas como máximo y dejando pasar un mínimo de cinco días entre uno y otro encuentro.
En este marco, aunque las estrategias son las mismas desde marzo, afortunadamente, la situación no es la misma. ¿Por qué? Por la experiencia a cuestas y el conocimiento acumulado.“La diferencia es que en el presente se conoce mucho más que antes acerca del coronavirus. Evitar lugares cerrados y el uso del barbijo siguen siendo las normas principales. Si sé que me voy a juntar con personas más grandes o que están en riesgo, debería tratar de evitar ver a otras en los días previos. Crear lo que se denominan pequeñas burbujas”, propone la investigadora. Como la enfermedad transcurre de manera asintomática en muchas personas, los individuos con el patógeno en su organismo no saben si están o no infectadas y, en efecto, desconocen si están contagiando. Ese, de hecho, fue el principal problema del nuevo coronavirus; a diferencia de la gripe por ejemplo, la ventana para la aparición de los primeros síntomas --en aquellos casos sintomáticos--puede extenderse por algunos días. Conocer más, a todas luces, puede ser una herramienta para actuar mejor. Pero hay que saber usarla.