Está claro que nadie se opone al sistema de foto multas que se implementó en el gran corredor Virgen de Itatí, que se extiende desde la bajada del Puente Belgrano hasta la rotonda que lleva el nombre de nuestra Imagen Morena. Mucho tiene que ver una mala educación al frente de un volante, al comando de un rodado menor (motos y bicis) e incluso como peatones; donde todo se parece a la selva, en el sálvese quien pueda en la aplicación de la ley del más fuerte.
Pero como pertenecemos a una sociedad que tiene hijos del rigor, si no es con azote la cosa no funciona. Más allá del afán recaudatorio que admitió el municipio capitalino, en la búsqueda de la seguridad, concientización y educación vial, eso nadie discute; el sistema de foto multas todavía tiene muchas cosas que ajustar.
En el balance positivo está la detección y, seguramente, la sanción de seis mil infracciones de promedio mensual desde que se implementó el sistema. Es decir que se comete una falta de tránsito cada quince minutos a lo largo de los siete kilómetros que tiene este gran corredor vial que parte en dos a la ciudad de Corrientes.
Sería bueno analizar en un todo al sistema, como por ejemplo: la sincronización de los semáforos que en horarios “normales” no permiten avanzar más de doscientos, trescientos o, a lo sumo, cuatrocientos metros; transformando lo sencillo en complejo, porque los atolladeros o embotellamientos se dan en cualquier momento del día. Ni hablar de los horarios picos.
Donde en los cruces estratégicos, por caso, Tres de Abril y Buenos Aires, Tres de Abril y San Juan, Ferré y Paraguay; Ferré y Artigas; Ferré y Chacabuco o Independencia y Medrano; se necesita mucha paciencia y prudencia, porque a veces hay que esperar necesariamente entre tres o cuatro turnos de semáforo, para continuar transitando hacia el destino final.
Hoy las bandas laterales tienen delimitadas (en algunos lugares) la senda peatonal o cebras, que nadie respeta, porque todo el mundo estaciona sobre esas pinturas, aunque se dice que son multados con el tradicional “calabobos” y, entonces, atravesar la avenida es de ágiles y malabaristas.
En la banda central a su vez dividida en mano derecha y vía rápida; en la primera mano los vehículos de gran porte, camiones, ómnibus, tráiler, con y sin acoplados, vaqueros, entre otros modelos; tienen el sigilo de no transponer un límite autorizado de 40 kilómetros por hora; porque pueden ser infraccionados por algunos nobles inspectores de Tránsito, sino caen en las garras de los “zorros”, que están para otra cosa. Se sobreentiende en el folklore callejero de qué se trata.
En la vía rápida solo se puede andar a una velocidad menor a los 60 kilómetros por hora y entonces se producen los embotellamientos descriptos en líneas anteriores. Producto de semáforos que tienen de todo, menos la famosa “onda verde” para sostener una marcha con cierta regularidad.
La sumatoria de todos estos casos, padecidos por cualquier conductor de la ciudad, hace que el sistema esté colapsado en su total magnitud.
Como un aporte en el libre pensamiento público que todos podemos tener. Así como está el corredor y sus tres denominaciones (Tres de Abril, Ferré, Independencia), se podría mejorar bastante, dándole menor dimensión en su ancho y longitud a los parterres. Por ejemplo. Algunos de los cuales quedaron de la década del ’70 cuando empezó a idearse la nueva avenida de cuatro bandas. Eran épocas que lo único que brillaba era el Rambler Deluxe cola de pescado que manejaba todas las tardes de punta a punta el inolvidable Tránsito Cocomarola. No como hoy que las avenidas tienen una carga de más de 22 mil vehículos ocupando todo el día el corredor vial.
Incluso se podría llegar a tener bandas hasta de tres carriles, con una mínima remodelación de los parterres, sin tocar, claro está, algunos árboles añosos que están en el centro de la avenida desde las épocas coloniales. Esos carriles bien podrían contener velocidades máximas 40, 60 y 80 k/h siempre bajo el atento control de los radares, al mejor estilo Buenos Aires, donde los carriles están dispuestos para todos los gustos, portes y habilidades de manejo.
En algo podría mejorarse todo el sistema. Más teniendo en cuenta que la ciudad no presenta otra alternativa, como canal aliviador de tanto tránsito. No hay otra Tres de Abril para elegir, no se puede evadir este camino, con la utilización de las calles laterales, paralelas o adyacentes, porque están impresentables, para desarrollar un tráfico medianamente normal.
Por lo visto, hay mucho todavía por pensar y para mejorar en el gran corredor Tres de Abril, Ferré e Independencia.