Política

Corrientes de inseguridad, en un año nada cambió, seguimos viviendo en estado de pánico

Crédito: 37223

Pasaron exactamente 464 días, un año y tres meses del cruento asesinato del joven estudiante sanroqueño, Maximiliano Aquino, muerto a puñaladas por enajenados mentales de una sociedad que tiene el cáncer de la inseguridad a flor de piel. Hasta esta nueva ejecución a cuchillazos de Adrián Segovia otro joven correntino de 20 años que cometió el único pecado mortal de descuidarse en la madrugada cuando llegaba a su casa del barrio Santa María en compañía de su novia.



Desde aquel fatídico 1 de agosto de 2015 a este sangriento 7 noviembre de 2016, nada cambió y el botón de pánico que se instaló en pleno corazón del barrio Aldana, donde ejecutaron a Maxi, solo se expandió el pánico hacia toda la sociedad.



Es que hoy Corrientes se transformó en una Gran Buenos Aires, donde te esperan a mansalva para emboscarte a la salida de un boliche bailable, como en el amanecer de la mega fiesta de la costanera organizada por los amigos del gobernador que, por poco, no termina en una carnicería en las inmediaciones de la villa Trujillo. Desde aquel amanecer de Caña con ruda que terminó con la vida de Maxi coincidentemente en compañía de su novia, hasta éste Día del Canillita que se cobró la joven vida de Adrián Segovia, corrieron ríos de sangre. Solo hay que preguntarle qué sienten las centenares de víctimas de arrebatos, motochorros, ladrones de poca monta, desalmados, delincuentes, que no dudan un instante en robarte y mucho menos cavilan en ejecutarte con cualquier arma que tengan en la mano, aunque no se oponga resistencia. Sucede en todos los sectores de la ciudad.



Transcurrieron 464 días entre una y otra muerte, dos jóvenes vida que se lleva esta corriente de inseguridad que nos devora. Está claro que mientras no se debata sobre un serio y severo cambio en el código procesal penal que bien podría contener penas muchos más duras para los que delinquen a cada rato; hoy la pena de muerte existe en el seno de nuestra sociedad. Claro está que en manos equivocadas, porque son ellos, los que viven al amparo de la oscuridad y del desprecio por los demás, los que deciden quién vive y quién muere en su próximo atraco. Aunque por ahora el hombre de la guadaña le gana en un combate desigual al ángel de la buena vida.

 

No queda otra que andar rogando y mirando hacia atrás para evitar sorpresas que nos puede costar muy caro.



Mientras esto siga ocurriendo, ni Maximiliano Aquino ni Adrián Segovia no descansarán en paz. Pasó un año entre ambas muertes. Nada cambió. Pedir justicia, suena a poco.

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