Policiales

Corrientes insegura: hace años los vecinos se quejan de la Plaza Trujillo

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Los arrebatos, los peajes, los aprietes, las corridas y “hasta alguno que otro tiroteo”, según denuncian, se dan a menudo, con mayor intensidad los fines de semana, en la tristemente célebre Plaza Bravo, como una carta de presentación del Barrio Galván, popularmente conocido como “El Trujillo” o barrio “La Lata”.



La historia, por lo menos en los medios, no es nueva y data de hace más de dos años, cuando se la definió como “el triángulo correntino de Las Bermudas”, donde nadie se anima a ingresar porque desaparece.



En la débil política de seguridad de Ricardo Colombi, implementada desde las épocas del ministro de Seguridad, Pedro Braillard Poccard, primero se estacionó en la zona un automóvil policial con ruedas pinchadas, sin luces y con efectivos distraídos en cosas ajenas a su labor específica. No sea cosa de perder una llamada. “Un espantapájaros tenía mayor movilidad que esa custodia”, se quejaron los vecinos.



Luego llegaron otros automóviles policiales y alguna que otra vetusta camioneta, como para decir que había una patrulla policial.



Pero la historia de inseguridad siempre estuvo presente.

Las fuerzas policiales actuaron en varias oportunidades en la zona de la Plaza Bravo, pero nunca dieron abasto. En una especie de contra inteligencia, los amigos de lo ajeno se esconden, aseguran, detrás de un muro sobre Elías Abad y La Pampa, donde aparte de darse algunos nariguetazos, asaltan a transeúntes desprevenidos.



Preocupación es poco para definir el terror que cunde entre vecinos y visitantes ocasionales de la zona lindante a la Plaza Bravo, ubicada en una especie de triángulo conformado por las avenidas Teniente Ibáñez, su continuación con Jorge Manuel Romero, Elías Abad y una calle interna del Barrio Galván II (Trujillo o La Lata), que ni los propios moradores de la zona se animan a transitar.

Los tentáculos cancerígenos de la delincuencia se extendieron por varios lugares de la zona, entre ellos la continuidad de Elías Abad hacia el fondo, en su intersección con La Pampa.



Los episodios delictivos que ocurren desde la plaza, transcurren los días entre arrebatos de celulares, carteras, mochilas, zapatillas; aprietes, peajes y chorros caminando, en moto o a caballo; a punta de cuchillo o con alguna otra arma letal.



Lo cometen a cualquier hora del día y de la semana, usurpando toda la Plaza Bravo que tuvo su esplendor inaugural en las épocas de gloria del PANU en los años ‘90. Avasallada por la droga, abundan los ‘bolseros’, los ‘porreros’ y cualquier otra modalidad, para darse con alucinógenos prácticamente todos los días. Lo que la transforman en un sitio de terror, en pleno corazón del Trujillo.



De aquella hermosa ‘plaza de Tato’, solo quedan vestigios de farolas, pérgolas, bancos o parquizado. Porque de los juegos infantiles, hace muchos años no queda nada.



En medio de perros, contenedores de basuras desbordados, caballos, yeguarizos, sus crías, carros y remolques, abundan los muchachones y otros no tanto, que se entregan a los brazos de un vicio que siempre termina siendo letal para propios y extraños. Cuando el día no arranca con la cerveza, continúa con el ‘ferné’ y se complementa con algo que sirva para echar humo.



Vale asociarlo con una circunstancia de la cuál salvó milagrosamente su vida un remisero, justo debajo del tanque de ‘Las Mil’, cuando lo abordó un asaltante, quien sin mediar palabras le gatillo tres veces (de milagro no salió ninguna bala), mientras lo intimidaba para que le entregue toda la plata. “Estaba sacado” y necesitaba más dinero “para comprar droga”, confesó apesadumbrado el chofer después de salvarse milagrosamente.



Algunos murmuran que ese loco de las armas y de la droga que apretó al desprevenido trabajador del volante en la madrugada, era un habitué de la Plaza Bravo. Estaba detenido como tantos otros. Donde también se tiene latente una gigantesca redada que efectuaron los uniformados, después de insistentes denuncias de vecinos que siempre exigen anonimato, para evitar represalias.



Esa redada policial, por poco no terminó de la peor manera, porque aseguran que hubo fuertes cruces a balazos, como detalló una persona se animó a comentar esta situación.



Todavía está presente una balacera a mediados del 2014, entre familias antagónicas que dirimieron viejos odios con armas de fuego que le costó la vida a un joven integrante de uno de los bandos. En tanto el peligro abunda por todos lados.



Los vecinos del barrio Galvan II y, especialmente, los lindantes a la Plaza Bravo, después de más de dos años, siguen pidiendo a gritos auxilio a las autoridades provinciales, más aún después de haber escuchado al ministro de Seguridad decir que “se lucha a brazo partido” contra la drogadicción y el narcotráfico. En Elías Abad y Teniente Ibáñez, las fuerzas de seguridad tienen para empezar.

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