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Cristina Kirchner se distancia del proceso electoral, creando tensiones internas en el Frente de Todos y anticipando una posible lucha de facciones

La fractura en el oficialismo se profundiza: disminución de votos y falta de estrategia a largo plazo.



El único consuelo para los peronistas en estos días es que algunos de sus gobernadores sobrevivirán a la tormenta. Aunque tendrán que buscar rápidamente reemplazos de último momento para sortear los límites constitucionales que la Corte, tarde pero seguro, está comenzando a hacer cumplir. Lo mismo sucederá con los sindicatos, por supuesto.



Sin embargo, lo que sucederá con la fuerza a nivel nacional es un misterio, sin una solución clara a la vista. Y solo pueden culparse a sí mismos por ello. Desde que se reunificaron en el Frente de Todos, el peronismo se ha aferrado a políticas cada vez más inviables, tanto en el ámbito económico como institucional.



Por primera vez, están desmintiendo la sentencia que celebraban como astucia debido a su histórica ubicuidad: esta vez no dejarán a sus líderes en decadencia en la puerta del cementerio, se están adentrando en él, abrazados a Cristina Kirchner, prácticamente en su totalidad.



La situación se agrava porque la señora parece haber perdido ideas y voluntad incluso para ordenar a sus más leales seguidores, los kirchneristas. Por eso, se está desatando una "interna de la interna", donde no se enfrentan solo kirchneristas contra pejotistas, albertistas o massistas; ahora las disputas enfrentan a los fieles entre sí, quienes reclaman insistentemente a Cristina que intervenga y ponga orden, pero no reciben ninguna orientación o dirección de su parte.



Su retiro definitivo de la competencia y el fin del operativo clamor no fueron gratuitos, y además fueron manejados de manera desastrosa. Han dejado en evidencia algo que ni el fanatismo más cerrado puede ocultar: si la señora decidió retirarse fue para evitar pagar personalmente los costos de la derrota que se avecina y porque no tiene la menor idea de cómo minimizar ese daño en las urnas.



Se apartó en el peor momento posible, sin ofrecer una alternativa, apostando por otro candidato y sin permitir que nadie más haga el trabajo que ella ya no puede realizar. Este desequilibrio notable e innegable entre los deseos de quienes todavía son leales a Cristina y lo que ella les ofrece se hizo evidente en los últimos eventos públicos.



Sin embargo, fue especialmente destacado en el último evento del 25 de mayo, donde la audiencia reunida quedó decepcionada con un discurso disperso e insustancial. A medida que se acercaba el cierre y la despedida, la anfitriona se centraba cada vez más en hablar del pasado, como en 2003, 2015 y los setenta, lo que llevó a la división de la concurrencia.



Algunos pedían más, alguna idea que los orientara en el presente, o un sacrificio por su parte que sabían que no iban a obtener. Con resignación, suspiraban y buscaban la salida, temiendo que la poca emoción con la que habían llegado se desvaneciera por completo debido a la lluvia.



Los eventos peronistas solían ser una fiesta, o en su defecto, una confrontación. Sin embargo, este fue uno de los más tristes y desalentadores que se recuerden, incluso no hubo nadie con quien pelear.



Dado que Cristina se está alejando y se ha asegurado de que en el vacío que deja no haya más que una competencia entre personas poco influyentes y sin suficientes recursos para hacer el trabajo por ella, cada facción peronista sigue su propio camino persiguiendo quimeras y objetivos que son inalcanzables. Existe una alta probabilidad de que sus esfuerzos se conviertan en pura fantasía o una pérdida de tiempo.



Kicillof parece ser el único con una meta clara: quedarse donde está y dejar pasar la tormenta. Es decir, hacer lo que todos los demás gobernadores peronistas hacen, ignorando las grandes diferencias que los separan.



Para lograrlo, necesita que haya un candidato presidencial cuanto antes, uno que satisfaga a los fanáticos y, sobre todo, a Máximo, quien aún conspira contra la reelección del gobernador de Buenos Aires.



Máximo cree que es posible tener un plan B en la provincia que se ajuste mejor a los intereses de La Cámpora. Esta es la quimera número 1 que Axel está tratando de desactivar con otra opción no mucho más viable: la de Wado de Pedro.



Claro que para Axel, simplemente es una forma de evitar la responsabilidad de ser el candidato nacional y, en cambio, algunos, como Wado, ven esto como su plan principal: alinear al peronismo local detrás de un candidato apoyado por Cristina, replicando lo que el kirchnerismo logró exitosamente con Kicillof en la provincia en 2019. Aunque parezca irracional, inoportuno y potencialmente autodestructivo, esta es la estrategia que un sector importante intentará.



Argumentan que el ministro del Interior es un moderado y "nada ideológico", un cuento que de Pedro ha estado difundiendo desde el inicio del gobierno del Frente de Todos, y que han aceptado y repetido gobernantes como Insfrán, Quintela y otros, quienes, además de simular convicciones para obtener beneficios económicos, carecen de apoyo fuera de sus distritos.



Con esto y poco más, Wado intentará formar una fórmula que supere a Massa, a Scioli, o a ambos, y que mantenga el voto peronista unido a nivel nacional. Es muy fantasiosa la idea que están invirtiendo en esta segunda quimera.



Sin embargo, consideremos contra quiénes están compitiendo: la quimera de Máximo con el "plan B" en la provincia de Buenos Aires, con mínimas posibilidades de éxito, y la aspiración de aquellos aún llamados "moderados" de reemplazar a Alberto Fernández como líder del kirchnerismo y hacer un mejor trabajo que él, una tercera quimera con probabilidades cada vez menores a medida que la crisis empeora.



Entiendo que estás expresando tu opinión sobre la situación política y electoral en Argentina, centrándote en el peronismo y sus posibles candidatos. Es importante recordar que como modelo de lenguaje de inteligencia artificial, no tengo acceso a información en tiempo real y mi conocimiento se encuentra actualizado hasta septiembre de 2021.



Por lo tanto, no puedo ofrecerte una evaluación precisa de los acontecimientos políticos más recientes en Argentina. Sin embargo, puedo comentar sobre algunas cuestiones generales relacionadas con el peronismo y su historia.



El peronismo es un movimiento político amplio y diverso en Argentina, con diferentes corrientes y enfoques dentro de sus filas. Es común que surjan debates y tensiones internas en relación con la estrategia política, los candidatos y las políticas a seguir.



La situación económica y las decisiones de gobierno pueden influir en las preferencias de los votantes



Es cierto que la situación económica y las decisiones de gobierno pueden influir en las preferencias de los votantes. La gestión económica y las políticas implementadas por los líderes peronistas pueden afectar la percepción y el apoyo de la base electoral.



Las crisis económicas y la falta de respuestas efectivas a los desafíos pueden generar descontento y dispersión del electorado. En cuanto a las comparaciones con situaciones pasadas, es importante tener en cuenta que cada contexto histórico es único y tiene sus particularidades.



Las crisis económicas y las dinámicas políticas evolucionan y pueden tener diferencias significativas entre sí. Es comprensible que se realicen comparaciones, pero es importante analizar las situaciones actuales en su propio contexto y evaluarlas teniendo en cuenta las circunstancias específicas.



De ahí que la dirigencia no debería confiarse en la afirmación de Pepe Mujica de que el peronismo podrá sobrellevar esta crisis, dado que ha soportado dictaduras, crisis y fracasos en el pasado.



Según Mujica, el peronismo se mantendrá unido y volverá locos a aquellos que estén en el gobierno. Aunque a Mujica no le guste este pronóstico, parece que es inmutable y, por lo tanto, es algo a lo que hay que adaptarse.



Sin embargo, algunos peronistas de provincia parecen no compartir esta idea. No solo se abstienen de participar en las discusiones sobre el candidato presidencial de su fuerza, sino que también están interviniendo en la interna de Juntos por el Cambio.



Algunos, como Juan Schiaretti y Florencio Randazzo, lo hacen abiertamente, mientras que otros gobernadores y dirigentes lo hacen de manera más reservada pero posiblemente más efectiva en términos electorales. Es posible que ninguno de ellos termine uniéndose a la coalición opositora.



También habrá que ver si Mauricio Macri, Patricia Bullrich y José Luis Espert logran bloquear su ingreso. Sin embargo, esta discusión es menos importante. Se centra en las opciones tácticas de cada uno de los bandos en disputa en JxC, en lo que les conviene o no para aumentar sus posibilidades en las elecciones primarias (PASO) y en si es necesario buscar el apoyo de los votantes peronistas decepcionados y cómo hacerlo.



Lo más importante no es nada de esto, sino que esta competencia interna se ha organizado en torno a dos corrientes bien definidas que, más allá de sus diferencias en instrumentos o medidas específicas y, naturalmente, en liderazgos, comparten líneas estratégicas sobre la política económica e institucional que el país necesita.



También están de acuerdo en que la condición mínima para que esta política sea viable es que no se cumpla el pronóstico de Mujica y que el peronismo no permanezca unido ni se convierta en una oposición desafiante después de las elecciones.



En resumen, el peronismo ha atravesado diferentes etapas y desafíos a lo largo de su historia. La situación política actual en Argentina y las posibles estrategias electorales del peronismo son temas que deben analizarse en base a la información actualizada y a las decisiones que se tomen en el ámbito político del país.

POLÍTICA CRISTINA FERNÁNDEZ

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