El corazón es una bomba mejor que cualquiera de las inventadas por el hombre, pero se estropea rápido por mal mantenimiento.
Ayer ha sido el día mundial del corazón, y los expertos en el tema nos han inundado de consejos en la forma en que deberíamos vivir para cuidar nuestro corazón de modo que dure el mayor tiempo posible.
Podemos resumir todos estos consejos diciendo que deberíamos vivir al revés de la forma en que lo hacemos ahora, y como políticos en campaña electoral, los expertos nos dicen que habría que hacer, pero no cómo hacerlo. Solo lo dirán si los votamos y ganan, sino tampoco.
Deje de fumar, dirá el médico, olvidando que los médicos fumamos igual que el resto de la población, y así por el estilo, de modo que son consejos del tipo “cuchillo de palo en casa de herrero”
El cambio del estilo de vida es algo más complicado que dar consejos, porque dependen de condiciones de vida, a su vez dependientes de formas productivas, y muchos estudios demuestran que el mejor estilo de vida era el del hombre primitivo, que no comía sino alimentos orgánicos, con mucha fibra, y poca carne, y que caminaba mucho para recoger la comida que producía la naturaleza en forma espontánea. No fumaba ni tomaba alcohol porque no tenía la planta disponible, o si la tenía estaba limitada al uso religioso, lo mismo que el alcohol cuando se lo empezó a producir como bebida que no transmitía el cólera, la cerveza, medicamento, los destilados, o poder transmutarse en sangre, el vino.
Ahora los medicamentos , alimentos y tecnologías para el sistema cardiovascular son de los más vendidos, más allá de su eficacia real puesto que hay mucha demanda, ya que al menos la mitad de la población tiene obesidad, diabetes o hipertensión, todos factores de riesgo para el sistema cardiovascular, y los cardiólogos son los médicos más prestigiosos, sobre todo si cambian corazones, razón por la cual el Día de la Salud Pública en Argentina, conmemora a Favaloro, y no a Carrillo, el primer ministro nacional de salud, reverenciado tanto por su partido, como por los opositores, aunque Carrillo era neurocirujano, también especialidad muy prestigiosa, mucho más que ser dermatólogo por ejemplo, la especialidad que más crece en Córdoba entre las médicas jóvenes, según informa el colegio médico local en una nota reciente.
Se trata en realidad más que de dermatología de medicina estética no quirúrgica, inyecciones de botoxs, depilaciones, y técnicas similares, menos peligrosas que la estética quirúrgica de liposucciones, y más cómodas en su ejercicio. Se hacen juicios contra médicos estéticos quirúrgicos pero aun no contra dermatólogos clínicos estéticos o depiladores.
El presidente de Uruguay, médico de profesión, aunque ya jubilado, habló ayer en la ONU, solicitando que los sistemas de salud no estén sujetos a los sistemas económicos, cosa que me ha sorprendido porque es además marxista, y debería saber que los sistemas de salud como los demás sistemas sociales dependen de los sistemas económicos, y es lógico que en el sistema capitalista los sistemas de salud sean organizados con fin lucrativo, como él mismo lo hacía en el ejercicio de su profesión antes de jubilarse al ser el especialista en cáncer más cotizado de su país, cuyo sistema de salud está organizado al modo capitalista, lucrativo, y no estatizado como el cubano que toma al capitalismo de estado como doctrina de gobierno.
Hay que reconocerle sin embargo ser el presidente que impulsó la legislación antitabaco más dura, que hace que Philip Morris tenga ahora al país contra las cuerdas, porque esa legislación viola acuerdos de la Organización Mundial de Comercio, OMC, y por esos mismos acuerdos, Cuba, gran productor de tabaco, y muy fumador tiene ahora contra las cuerdas a Australia, que bloquea el ingreso de sus puros con la finalidad de reducir el consumo de tabaco en la población. Los negocios están primero, tanto en el mundo capitalista como en el comunista, aunque en el segundo caso solo el estado puede hacerlos, no los particulares, aunque si uno camina por las calles de La Habana le ofrecerán puros robados de las fabricas estatales a menor precio que el oficial, ya que ningún sistema es perfecto.
La mortalidad cardiovascular, la primera causa ahora en casi todo el mundo, duplica en Buenos Aires la mortalidad de la provincia del Chaco, aunque eso es solo producto de la diferente estructura de la población, hay muchos más chicos y jóvenes en el Chaco, y eliminado ese factor, ajustando las tasas por edad, la mortalidad es la misma en las dos jurisdicciones, de modo que podría inferirse que aunque en Buenos Aires hay mejor atención médica, tanto pública como privada, y sobre todo más accesible al vivir todos en un espacio reducido, eso no logar mejorar la ventaja que para el Chaco supone tener aun poblaciones rurales y periurbanas que deben ganarse la vida con gran esfuerzo físico, y comen poco, y tienen en todo el interior una atención menos accesible y de menor complejidad.
La mortalidad cardiovascular descendió mucho en Cuba cuando el bloqueo se endureció, y la gente debió caminar mucho más porque no había nafta y comer menos porque no se podían importar alimentos, y también mejoró en Inglaterra durante la segunda guerra mundial, porque el combustible y la comida iba en prioridad para las tropas.
El objetivo de la medicina fue siempre ayudar a la gente a vivir, no decirles cómo vivir para tener una vida más larga, pero eso parece poco ahora y se insiste en que también debe vivirse lo más posible, de la forma que sea, y aunque hace poco se anunció que la vida en promedio había aumentado en 25 años, ese dato se refería a todo el mundo, y no a Argentina, y era debido a la baja de mortalidad infantil en muchos países donde era muy alta.
Datos más recientes, que han sido difundidos en las últimas semanas, indican que esa ganancia en Argentina ha sido solo de cinco años, porque la mortalidad infantil ya es muy baja, y no puede esperarse bajarla mucho más, y además han sido cinco años de mala salud, y a precios que ya solo las mejores prepagas pueden costear.
Las tres cuartas partes del gasto en salud del país se consumen en los últimos 15 días de vida, dijo la ministra de salud de Dinamarca, hace ya bastante tiempo, luego de hacerlo estudiar, causando por algún tiempo preocupación.
Luego de la primera infancia, donde los padres lo llevan a uno al médico con cierta frecuencia, abandonamos al médico, salvo heridas, fracturas y enfermedades venéreas, para volver después de los 40, cuando la garantía ya está vencida, y empiezan los achaques, pero si el corazón se estropeó por no haberlo cuidado, ya no es mucho lo que se puede hacer, no siendo posible como en el motor de un auto, rectificarlo, el recambio se dificulta por falta de repuestos originales, y el corazón mecánico, una gran esperanza de los yanquis en los 60, quedó paralizado luego del primer fracaso, y recién acaba de ser retomado por los franceses, que lograron hacer vivir un anciano 74 días en un primer intento, y ahora en un segundo intento llevan 5 meses. De todos modos no será barato si finalmente se lanza al mercado, precio estimado unos dos millones de pesos al dólar oficial, y por ahora solo se podrá colocar en hombres por su tamaño, con garantía máxima de cinco años.
El epidemiólogo inglés Rose, en un pequeño y fácil libro, que todo el mundo debería leer, no solo los profesionales de salud, “La estrategia de la medicina preventiva”, trata de mostrarnos el gran error de hacer medicina preventiva solo sobre los individuos de mayor riesgo, los obesos, los hipertensos, los fumadores, los sedentarios, etc., y no sobre toda la población, para evitar la esquizofrenia de que la mitad de la población deba vivir al revés que la otra mitad.
De paso nos explica con gran detalle la objeción de uno de sus maestros a la invención de la hipertensión arterial, creando de esta manera una confusión que persiste hasta nuestros días, “¿A partir de que cifra uno es hipertenso?”, y que es muy similar a la que existe aquí en relación a la pobreza, “a partir de cuanto uno deja de ser pobre?”. En ambos casos con implicancias, mientras más baja sea la cifra de presión normal más hipertensos habrá, y mientras más baja sea la cifra de ingresos menos pobres habrá.
Este problema que los estadísticos enseñan como “puntos de corte”, suele ser causa de gran confusión entre los estudiantes, que creen que se determinan científicamente. No es así, lo aclara Rose en su librito, y lo dijo días pasados un funcionario nacional “hay como 600 formas de medir la pobreza”. No sé si tantas, pero según la forma que se elija habrá más o menos, y eso convendrá a unos y disgustará a otros.
En los 70 un gran experimento se hizo en la provincia de Karelia del Norte, Finlandia, donde la mortalidad cardiovascular era altísima, se creía por el consumo de alcohol y grasas. Se actuó de la forma en que lo propone Rose, sobre toda la población, y la mortalidad cardiovascular bajó muchísimo, aunque la euforia duró hasta que un epidemiólogo checo, se dio cuenta que había bajado en la misma proporción en toda Finlandia, donde no se había hecho ninguna intervención.
El epidemiólogo, casi la única especialidad médica de base científica, puede matarle a uno las mejores ilusiones, puesto que uno está convencido que tal o cual cosa es muy buena para la salud, pero pruebas estadísticas mediante, el epidemiólogo le mostrará a uno que solo son producto del azar, puesto que se diluyen cuando se toman más casos, o se eliminan factores de confusión, la edad de la población en el ejemplo citado antes de la mortalidad en la ciudad de Buenos Aires.
Por estas razones los buenos epidemiólogos son muy cotizados por las farmacéuticas, ya que pueden mediante pruebas estadísticas adecuadas demostrar cualquier cosa, sobre todo a funcionarios poco duchos en el tema, y la epidemiología se puede aplicar también a procesos electorales, donde el problema es el mismo. ¿Cuánto hay de cada tipo de votantes?, y como vemos hay diferencias entre los que hacen los estudios de cuantos hay, según quien pague el estudio, lo mismo que pasa en mortalidad cardiovascular según quien haga el estudio, o intérprete los datos.
Me haré un by pass, me dice uno de mis jefes, médico, al inicio de mi carrera, los cardiólogos me dicen que no está indicado, y que sería mejor cambiar de estilo de vida, pero yo para eso prefiero morirme. Supongo lo mismo le habrán dicho sus médicos al ex presidente Kirchner, que habrá dicho lo mismo, A mi jefe le fue bien, a Kirchner no, aunque ya no se hizo by pass, sino stent, una técnica que lo ha substituido en la mayor parte de los casos, por más rápida y menos peligrosa.
Un médico francés, ha imaginado un mundo gobernado por la OMS, en el cual para mantener la salud, cada persona solo puede comer lo que le envía ya preparado el gobierno, según cálculos nutricionales para su edad, peso, colesterol, etc., debe bajar del ómnibus que lo lleva al trabajo tantas cuadras antes de llegar para asegurarse que camine la cantidad de cuadras aconsejada. No se cultiva tabaco, y solo se usan las uvas para producir alcohol combustible. También está prohibido tomar sol, ya que la medicina sabe que produce cáncer de piel, y muchas otras cosas nocivas para la salud también están prohibidas, aunque la OMS debió dar muchas vueltas para resolver el gran problema de que de todos modos la gente se moría lo mismo luego de un periodo de mala salud. El libro se llama “la ilusión de la medicina”, y solo está disponible en francés, aunque su primer capítulo, donde se cuenta lo anterior, puede leerse, en español en http://www.juanirigoyen.es/2015/02/la-medicalizacion-y-la-extrana-felicidad.html
En otros libros memorables, el mismo autor nos cuenta porque razón la medicina como practica de ayuda al vivir está muriendo, y porque las medicinas alternativas solo son otras ilusiones, y uno de ellos, quizás el más interesante, se llama “la consulta médica”, está disponible en español, y debería también ser leído por los legos, para entender que es la medicina, y que no es, o no debería ser. Para quien tiene fe, el caso del Papa, a quien no le preocupan mucho custodios o autos blindados, supongo eso es suficiente, para quien no tiene, o no tanta, supongo alguna ilusión es necesaria, y la medicina se la regala al pobre, y se la cobra a los demás.