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De esculpir su cara en el monte Rushmore a un día festivo en su honor: la loca carrera por adular a Trump

La vía más directa para ganarse el favor del hombre más poderoso es regalarle la oreja. Donald Trump toma nota de quién le alaba y con qué grado de obsequiosidad. Y no hay adulación demasiado ostentosa para el presidente de EE.UU.La vanidad es el combustible de casi cualquier político y Trump –aunque diga no serlo– la ha llevado a niveles desconocidos en su franqueza. De forma habitual, se califica como el «segundo mejor presidente de la historia de EE.UU.». Solo permite que le supere, por ahora, Abraham Lincoln . El líder revolucionario que derrotó a los británicos y prefirió no ser rey y retirarse a su finca, George Washington, está por detrás. Igual que Thomas Jefferson, otro de los padres de la democracia estadounidense. O que Ronald Reagan, icono del conservadurismo contemporáneo.Echar leña al fuego del narcisismo de Trump es algo con lo que cumplen quienes están en su entorno. Las declaraciones públicas de los altos cargos de su Gobierno o de la inmensa mayoría de los republicanos de su Congreso van siempre regadas de expresiones como \'el más\', \'el mejor\', \'el único\', \'histórico\', \'sin precedentes\'...Noticia Relacionada estandar Si Los mensajes de Trump en el vídeo de Gaza Javier Ansorena Trump recreó en un vídeo con IA la Gaza que sueña: dinero del cielo, su estatua dorada, Musk comiendo humus y con Netanyahu en la piscinaTambién se ha visto esta semana en las relaciones exteriores. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, visitó la Casa Blanca y se esforzó en parabienes y morisquetas con su homólogo estadounidense. Un par de días después, en el mismo escenario, Keir Starmer, el primer ministro británico, le entregó una carta del Rey Carlos III, sabedor de cómo conmueven la pompa y circunstancia de las realezas europeas a Trump, que se percibe como un monarca a la americana («¡Larga vida al rey!», escribió sobre sí mismo hace unos días en su red social).La bronca con Volodímir Zelenski , otra vez en la Casa Blanca, pocas horas después es una demostración de qué ocurre cuando alguien se desvía del camino de la adulación. Aquello podría ser el punto de inflexión en las alianzas de EE.UU. bajo Trump, que ha privilegiado las relaciones con la Rusia de Vladímir Putin, a quien ha adulado –también él sabe que eso funciona– y ha evitado calificar de dictador (cosa que sí ha hecho con Zelenski).Que Putin sea ahora el interlocutor confiable de EE.UU. y Zelenski un peligro que traerá la III Guerra Mundial ha dejado descolocados a muchos republicanos que han hecho una carrera basada en la oposición feroz a Rusia y, en los últimos años, el apoyo decidido a Ucrania. Pero la única vía de supervivencia en el entorno de Trump para estos \'halcones anti-Rusia\' es agradar al presidente. «La única persona en el planeta que trata de forma activa de acabar con este conflicto se llama Donald Trump», ha dicho el secretario de Estado, Marco Rubio, que no ve mal que el presidente llame «dictador» a Zelenski y no a Putin: «Hemos estado tres años poniéndole nombres a Vladímir Putin , eso ahora no toca», dijo ayer en una entrevista en la cadena ABC. «Nunca he estado más orgulloso del presidente», reaccionó el senador Lindsay Graham, peso pesado en política exterior, tras la bronca en el Despacho Oval con un aliado.«Es una buena idea»En este clima, los republicanos con menos peso buscan en el cortejo a Trump la forma no solo de ganarse el favor del líder, sino también de aparecer entre sus bases como el más leal, el más entregado. Algunos llegan a extremos que van de lo excéntrico a lo descabellado.Solo ocho días del segundo mandato Trump fueron suficientes para que Anna Paulina Luna, diputada republicana de Florida, considerara que el presidente merece que su rostro se esculpa en la montaña Rushmore . Es el célebre monumento en Dakota del Sur, en el que aparecen los rostros de Lincoln, Washington, Jefferson y Theodore Roosevelt labrados sobre una roca descomunal. Es algo que se rumoreó en el final de su primer mandato. Trump negó que lo pidiera, pero tampoco lo vio con malos ojos: «Teniendo en cuenta lo que hemos conseguido en mis primeros tres años y medio, quizá más que en cualquier otra presidencia, me parece una buena idea», defendió en 2020.Luna introdujo una ley en la Cámara Baja para hacerlo, uno de los muchos proyectos legislativos que buscan conseguir, ante todo, poner contento a Trump. Otro de ellos lo presentó Claudia Tenney, diputada republicana de Nueva York, con el objetivo de convertir el cumpleaños de Trump, el 14 de junio, en festivo nacional (el Congreso tardó 80 años en convertir el cumpleaños de Washington, el 22 de febrero, en el Día del Presidente, en el que se celebra a todos los que han estado en el cargo).Si añadir un festivo al calendario es excesivo, quizá sea más fácil dedicarle un aeropuerto . Eso busca Brandon Gill, republicano de Texas, que ha propuesto cambiar de nombre a Dulles, el principal aeropuerto de Washington, y que sea a partir de ahora el Aeropuerto Internacional Donald J. Trump. Gill ha defendido que hay muchos estadounidenses en todo el país a quienes les encantaría que su estado pasara a llamarse \'el Estado de Donald Trump\', qué menos que darle el nombre a un aeropuerto.Las propuestas para hacer sonreír a Trump no acaban: renombrar a Groenlandia -que el presidente busca adquirir- como la \'Tierra del rojo, blanco y azul\' o consolidar por ley el cambio de nombre del golfo de México a \'golfo de América\'. Si esto ha ocurrido en poco más de un mes de mandato, es difícil de prever la cantidad de lisonja y requiebro que queda por delante.

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