Sociedad

De la mano del desempleo y la pobreza resurgen los trueques

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Durante los últimos años comenzaron a funcionar cerca de veinte de ellos en distintos barrios. En la mayoría de los casos los vecinos truecan ropa por comida en canjes que no superan los 150 pesos.



Con cuatro hijos y un merendero en Tolosa donde intenta dar de comer a otros cuarenta chicos, Paula Reinaldi decidió echar mano a una estrategia que aprendió de chica junto a su mamá. En el predio del ferrocarril de 115 y 522, no muy lejos del lugar donde su madre solía instalarse en 2001, ella y su amiga Jorgelina plantaron una manta para canjear ropa y zapatos en desuso por fideos, huevos y arroz. Cuando arrancaron a hacerlo en mayo del año pasado eran sólo cinco puestos; hoy el Trueque de El Churrasco tiene cerca de un centenar.



De la misma forma que en Tolosa, en los últimos dos años han resurgido trueques en la mayoría de los barrios de la periferia de la Ciudad. Un relevamiento hecho por el Instituto de Pensamiento para la Justicia Social (IPEJUS) junto al Instituto de Políticas Públicas (IPP) registró el mes pasado la existencia de unos veinte trueques. Si bien en algunos casos se trata de iniciativas esporádicas organizadas por Facebook, en otros son verdaderas ferias con reglas de funcionamiento internas que movilizan cada semana a una gran cantidad de vecinos. Cualquiera sea el caso, la principal moneda de cambio es ropa con la que se busca acceder a alimentos.

 

De todos los trueques que funcionan en la Ciudad, el más multitudinario quizás sea el de El Peligro, que abre cada viernes de 7:30 a 11 en el predio de un particular. Sus organizadores explican que ese horario tan atípico se debe a sus principales concurrentes, trabajados de quintas frutihortícolas de la zona que llevan ahí algunos de los productos de estación para intercambiarlos por ropa u otros alimentos no perecederos a los que les cuesta mucho acceder. Pero en él confluyen tanto familias del lugar como de Berazategui, Varela, Quilmes y otras localidades del conurbano sur.

 

Quienes analizan el fenómeno -que ineludiblemente remite a su antecedente más cercano, la crisis económica del año 2001- lo asocian directamente a la escasez de dinero circulante en los sectores más humildes de nuestra sociedad, producto del creciente nivel de pobreza y desocupación, pero también del retroceso de políticas de contención social.

 

ROPA USADA POR COMIDA

 

“Cuando era chica acompañaba a mi mamá al trueque. Ahora soy yo la que vengo con mis hijos para cambiar la ropa y las zapatillas que yo no les entran por cosas para darles de comer. Es triste que después todos estos años estemos en el mismo lugar”, reflexiona Paula Reinaldi, la responsable del merendero “Los Bajitos de Tolosa” y una de las impulsoras del trueque del barrio El Churrasco, que funciona todos los domingos de 14 a 18 en los terrenos del ferrocarril provincial.

 

El 90 por ciento de los puestos o mantas que se instalan en él ofrecen ropa y calzado usado, que en ningún caso puede superar los 150 pesos de valor nominal. “Si a alguien le gusta alguna prenda se la puede llevar a cambio de alimentos. Lo más preciado son los huevos y la leche en polvo. Y para asegurar que el trato es justo tiene que presentar el ticket que demuestre lo que gastó”, explica Paula al aclarar que no se permiten canjes por tabaco, medicamentos ni alcohol.

 

También en el trueque de Altos de San Lorenzo, que funciona desde mayo pasado los martes y sábados en el Club Juventud, el tope de los trueques es de 150 pesos, o 200 pesos si se trata de una prenda nueva, algo más bien excepcional. Sus puesteras, en su mayoría madres de familias del barrio, ofrecen tanto ropa y calzado como pequeños artefactos domésticos usados, planchitas para el pelo, licuadoras, cargadores de celular…

 

“Arrancamos con mi hermana, que es mantera, cuando empezaron a sacarla de todos los lugares donde iba a vender. Al principio éramos unas treinta mujeres, pero después se nos sumaron otras sesenta que estaban en Meridiano V° y ahora somos un montón. Todas dicen lo mismo: la plata no alcanza, no hay trabajo y de alguna forma se la tienen que rebuscar para llevar algo a su casa”, explica Solange Segura Paz, una de las coordinadores del truque del Club Juventud.

 

“Los días que no llueve vienen entre 300 y 400 personas, que en su mayoría es gente de las quintas de acá. En general lo que se trueca es ropa por comida, pero también vienen de comedores de Varela y Quilmes que traen los alimentos secos que reciben para cambiarlos por verduras de estación”, cuenta Mabel González, la organizadora del trueque del Peligro, que funciona a la altura del kilómetro 44 de la Ruta 2.

 

EXPRESION DEL DETERIORO SOCIAL

 

“Estábamos analizando cómo impacta la política económica en La Plata, uno de los grandes conglomerados urbanos con mayor desocupación del país, y queríamos mostrar esta realidad que está un poco tapada pero que cada vez se ve más”, dice Guillermo Cara, ex concejal platense y actual titular del Instituto de Pensamiento para la Justicia Social, al explicar las razones que los llevaron a estudiar el resurgimiento de los trueques en la Ciudad.

 

De acuerdo con ese trabajo, realizado en conjunto con el Instituto de Políticas Públicas (un espacio en el que confluyen cámaras empresarias, movimientos sociales, sectores de la Iglesia e investigadores del CONICET, la CIC, la UTN y la UNLP) ya funcionan en La Plata dieciocho trueques con distintos grados de organización. “Mientras que algunos se establecen regularmente en espacios fijos, otros funcionan a través de Facebook y se reúnen cada tanto para materializar los canjes previamente acordados en internet”, explican los responsables de la investigación.

 

“Lo que se observa en cualquier caso es un crecimiento exponencial de las delegaciones con trueque, una estrategia popular muy vieja que, aunque legítima, habla a las claras de la escasez de dinero circulante en los sectores más humildes y el grado de deterioro social”, sostiene Cara, para quien el fenómeno responde tanto a la política económica de la Nación como a la retracción de los recursos destinados por el Municipio al área de Desarrollo Social.

 

“A pesar de que el Municipio estima necesario destinar un 4% de su presupuesto a políticas de acción social, a lo largo de los últimos tres años de gestión sólo ejecutó un 2,5% -asegura-. Y a esa reducción hay que sumarle además el efecto de la subejecución. Tal como lo muestran las últimas dos rendiciones de cuentas, el Municipio dejó sin gastar más de 30 millones de pesos asignados a políticas sociales, privando de esos recursos a las familias platenses en situación de mayor vulnerabilidad”. Eldía 

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