Ante miles de demócratas con las mandíbulas desencajadas de la alegría, Kamala Harris aceptó el jueves por la noche en Chicago, en la madrugada de ayer de España, la nominación de su partido a la presidencia de EE.UU. El discurso culminó una transformación tan formidable como improbable de Harris. En solo un mes, el partido y la candidata han convertido a una vicepresidenta impopular y con marchamo de inefectiva en un fenómeno político y popular . Estos son los trayectos de este viaje de Harris, de segundona a estrella demócrata.De Biden a HarrisLa devoción surgida hacia Harris se explica en buena parte por la situación de partida: hasta el 21 de julio, los demócratas sufrían a un candidato impopular, con un primer mandato con flaquezas -inmigración, economía, política exterior- y con un deterioro físico y cognitivo cada vez más evidente. La renuncia de Joe Biden a su reelección aquel día, tras semanas de presiones de los pesos pesados del partido, y su señalamiento de Harris como sucesora permitió una adhesión contundente del partido . El entusiasmo inmediato por la candidata tuvo como combustible el alivio que provocó el paso al costado de Biden. La candidata partía con el mismo nivel de impopularidad del presidente, pero desmantelaba la principal línea de ataque de Donald Trump y los republicanos: la edad y la incapacidad de Biden. De hecho, daba la vuelta a la situación y esas cuestiones se convertían en un arma contra el multimillonario neoyorquino.Del caos a la normalidadDurante la convención, uno de los elementos reiterados por los demócratas es la necesidad de «pasar página con Trump» y el caos y las turbulencias que le acompañan. Esa fue la línea principal del mensaje del candidato a la vicepresidencia de Harris, Tim Walz , en su discurso del miércoles por la noche. Los demócratas incidieron en el retrato de un expresidente intempestivo, cuyo «único cliente es él mismo» (Harris) y dispuesto a «enviar una turba armada» (también Harris) contra el Capitolio para quedarse en el poder. Pero el caos, aunque ellos no lo digan, también era Biden: un presidente que parecía confuso y débil en público, con tropiezos físicos y verbales, con dificultades para enfrentarse a la prensa; y, como candidato, incapaz de sobrevivir a un debate con Trump , como demostró en junio. Frente a ello, Harris ha buscado una imagen de «normalidad». Prometió ser una presidenta «realista, práctica, con sentido común». Esa normalidad se nota en otro aspecto: al contrario que Hillary Clinton en 2016, su campaña no ha puesto énfasis en su condición de mujer ni en el hito de ser la primera presidenta si gana en noviembre.De la oscuridad a la alegríaHasta la llegada de Harris, la campaña estaba dominada por un tono apocalíptico. Biden mantenía su mensaje central de 2020: se enfrenta a Trump para salvar el « alma de la nación ». El expresidente, como sigue haciendo ahora, centra el suyo en que EE.UU. es un país «en declive», a punto del cataclismo y que sucumbirá si él no regresa a la Casa Blanca. La edad de los candidatos -Trump tiene 78 y Biden cumplirá en noviembre 82- a mejorar el tono oscuro de la campaña.Harris y su equipo han cambiado esos parámetros. Tiene mucho que ver con la imagen: su edad (59 años), la sonrisa que Trump trató de convertir en ataque personal -ya no lo hace-, la energía en los mítines, con una asistencia que no se veía desde los tiempos de Barack Obama … Pero también es el mensaje: la campaña de Harris ha dejado a un lado las alertas sobre el fin de la democracia y han acudido a un concepto más optimista , que, además, han arrebatado a los republicanos: la libertad.De la izquierda al centroUna de las debilidades de partida de Harris eran sus posiciones políticas. Saltó a la política nacional con marchamo de centrista, de ley y orden, tras haber sido fiscal general de California. Pero durante su corto mandato como senadora fue una de las legisladoras que más apoyó propuestas progresistas . El giro izquierdista se acentuó en su campaña a la presidencia en 2020, con el objetivo -infructuoso- de destacar en las primarias demócratas. Ahora, en la convención, especialmente en su discurso de aceptación de la nominación, ha dejado claro que busca reorientarse hacia el centro, un giro necesario para conquistar los moderados e independientes que pueden decidir la elección. Prometió una «economía de la oportunidad» con bajadas de impuestos para la clase media, respaldó al ejército y a las fuerzas de seguridad, defendió la necesidad de «seguridad y protección» en la frontera y puso énfasis en la protección del aborto, un asunto popular para la mayoría del electorado y que le ayuda a retratar a Trump y a los republicanos como la opción «extremista».De las protestas a la unidadEl último tramo de la presidencia de Biden se ha visto agitado por las protestas de sectores izquierdistas por su apoyo «inexorable» a Israel y su incapacidad de forzar a su gran socio en Oriente Próximo a un alto el fuego en la guerra en Gaza. Antes de la convención, se temía que las protestas propalestinas y antiisraelíes aguaran la fiesta a Kamala. Rondaban los fantasmas de la convención de 1968, también en Chicago, con un partido roto tras la renuncia a la reelección de Lyndon Johnson y con las calles incendiadas por las protestas contra la guerra de Vietnam. Esta semana en Chicago ha habido protestas y marchas todos los días, pero es evidente que el recambio de Biden por Harris -que ha mostrado más simpatía, al menos en sus mensajes, con la causa palestina- desactivó buena parte de la movilización. No hubo violencia en la calle ni división de opiniones dentro de la convención. Gaza no rompió la unificación del partido alrededor de Harris que han obrado los demócratas en el último mes.De Chicago a la Casa BlancaHarris sale de Chicago respaldada, con el partido instalado en la euforia, optimista sobre una remontada ante Trump. Tras las aclamaciones, ahora empieza el trayecto más duro, la recta final de la campaña, dos meses largos en los que mantener la energía de su campaña y no permitirse tropiezos. La candidata tendrá que enfrentarse a entrevistas y ruedas de prensa, que ha esquivado para evitar problemas; y deberá superar a Trump en el debate del próximo 10 de septiembre. Será el momento de comprobar si el fenómeno de Harris tiene tanta sustancia como imagen.