Opinión del Lector

Derechas: ideología única y disputa despiadada

La cercanía al pronunciamiento electoral va tensando las conductas y definiciones de los candidatos. El caso de la derecha y su disputa interna ha traspasado todos los límites propios de estas contiendas, con sus excesos verbales y polémicas desafortunadas. El rango de violencia, descalificación y falsedades adquirió tal virulencia que no deja ningún espacio a las ideas, ni siquiera al tan invocado “sentido común”.



Una cuestión principal que se puede definir en términos axiomáticos los iguala: a mayor descalificación, menos ideas y propuestas. Lo contrario a una campaña electoral programática que asuma un compromiso democrático sobre el futuro. Toda la derecha partidaria, sin excepciones ni matices, declaró su apoyo al comendador jujeño fuenteovejunezco en su política represiva contra los pueblos originarios, trabajadores del Estado y docentes, y a la imposición violenta de una constitución que legitima una especie de escisión de la provincia del conjunto del país, conformando un remedo de república bananera sin ley ni derechos ciudadanos. La foto del oprobio que incluyó a Larreta, Bullrich, Lousteau, Santilli y Espert consagró simbólicamente la unidad ideológica desde la matriz que los define. Los Macri, Mauricio y primo, también integran esa amalgama. Los grandes medios de comunicación que son parte constitutiva de ese dispositivo político estratégico, se ocuparon de presentarla a la sociedad como “el verdadero sentido democrático ante los desórdenes”, protagonizado por el pueblo del éxodo patriótico, en sus rutas, plazas y ciudades.

Pero no solo los une su apoyo irrestricto al comendador violento. También comparten la visión sobre otras temáticas trascendentes para el país y la vida social. Todos presentan como principal estandarte de campaña a la inseguridad, y su clásica respuesta de “mano dura”, medrando con el comprensible sentimiento de miedo que anida en la sociedad, ante la posibilidad de sufrir actos de violencia delictual. Ahora picó en punta Larreta, quien se fue a Rosario a prometer “la revolución”. Claro que la suya es “la revolución de la seguridad en la argentina”, cuyo objetivo trascendental es “recuperar la paz y tranquilidad para los ciudadanos”, y “que las fuerzas federales trabajen codo a codo con la provincia para combatir el narcotráfico”. Queda clarísimo que esta revolución no recibirá premio alguno a la originalidad. El golpe de efecto principal fue: “vamos a mandar al ejército a cuidar la soberanía y liberar gendarmes para las zonas calientes”. No le importó que la ley prohibiera involucrar a las fuerzas armadas en la seguridad interior. ¡En campaña vale todo! Ya que estaba con el discurso impostado dijo también que creará “una élite con los mejores. Una suerte de FBI para controlar a las mafias”. Su admiración por Estados Unidos, lo empuja a estas grotescas genuflexiones. No podía faltar el otro clásico de estas teorías punitivas que reaparecen en las campañas electorales: bajar la responsabilidad penal a los 14 años. Si bien la motivación para este repertorio remanido de la ultra derecha es competir en virulencia con Bullrich, aclaró que lo suyo no son discursos a los gritos. Eso es todo lo que se les ocurrió para diferenciarse. En realidad, no existe ningún contraste, ambos se sustentan en la misma ideología. En esto de la seguridad tampoco se quedan atrás los candidatos de la derecha porteña. Tanto el primo

Macri, como Lousteau, coinciden en la necesidad de regular el derecho a la protesta. Este Macri aporteñado artificialmente, descubrió que existe otro slogan “rendidor”: “hay que sacar a los niños de las manifestaciones, si llevan a un chico a la marcha, perderán el plan, y si hay figura penal, que sean procesados”. Este reaccionario devenido en político por portación de apellido, parte del hecho de que esas familias humildes van con sus hijos porque quieren hacerlos partícipes de las manifestaciones. Ni se les ocurre pensar que lo hacen porque no tienen con quién dejar a sus hijos e hijas. Su insensibilidad y deshumanización es patética. El bueno de Lousteau actúa con una idea similar: coincide en sancionar a las manifestantes que lleven a sus hijos, pero eso sí, “debe ser complementado con un nuevo código de convivencia”. En suma, también en esta temática actúan inficionados por la misma ideología.

El otro gran tema que los unifica es el ataque a la educación y la universidad públicas. Todos piensan que debe ser reducida o eliminada, al igual que la ciencia y la tecnología. Para su modelo de país no hace falta educación, universidad ni nada que sea público. Lo suyo es el mercado y lo privado. En nuestra ciudad esa conducta ya es proverbial. Las gestiones de Mauricio y Horacio son tan elocuentes que no hace falta elaborar una crítica exhaustiva. Todos los años baja el presupuesto educacional, deja decenas de miles de niños y niñas sin vacantes, no ejecuta el presupuesto para el mantenimiento de escuelas, y su ministra estrella declara que las cooperadoras son extremistas, por lo que “hay que saltearlas”. Sin embargo, el ahora candidato no trepida en plantear otro slogan “haremos una revolución educativa”. Todo indica que la expresión revolución es valorada por la opinión pública, sino estos políticos derechistas que no hacen nada sin los dictados del marketing, no se empeñarían tanto en usar esta palabra tan cargada de sentido histórico No hay duda que Moreno, Belgrano, Castelli y San Martín, se revolcarían si escucharan a estos entusiastas de la monarquía y la derecha española. La revolución educativa de Larreta, fue presentada en diciembre en Washington como una necesidad de alinear la educación a las necesidades modernas del empresariado. Podríamos decir con Serrat, que “entre estos tipos y yo hay algo personal”. Están en contra de la ley 1420 de educación común, gratuita y obligatoria. El rol de las derechas es siempre conservar lo instituido, reproducir el pasado, con ese fin actualizan permanentemente sus narrativas. El sentido último de las fuerzas populares y transformadoras es generar futuro. Ir siempre tras nuevas utopías unidos en programas comunes.

*Secretario general del Partido Solidario. Director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

Autor: Juan Carlos Junio|

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