A pesar de que parecen cuestiones separadas, ambas están relacionadas. Son las dos caras de una misma “moneda”. En el corto plazo es posible una valorización de lo financiero y atender la deuda con un país que se empobrece. Pero en el mediano plazo un país que aumenta su pobreza, ve mermada su capacidad de pago y entra en default. Como vimos en 2001.
Es muy importante tener una inflación baja y una moneda estable, pero si no hay un desarrollo productivo y empleo, el incumplimiento de la deuda es un proceso inexorable. Por eso los acreedores de buena fe y de largo plazo tienen intereses alineados con la ciudadanía en que el país crezca. Situación diferente a buitres, especuladores de corto plazo y los diversos intereses transnacionales que alientan y se benefician con un endeudamiento irresponsable.
Como observamos en el siguiente gráfico con datos de los últimos 20 años (2004-2024) hay una correlación positiva entre el nivel de endeudamiento (Deuda/PBI) y la tasa de pobreza. Podemos dividir el período en cuatro fases. Desendeudamiento y reducción de la pobreza (2004-2011), estabilización de ambas variables (2012-2014) estabilización de la pobreza con endeudamiento incipiente (2015-2017) y fuerte endeudamiento con aumento de la pobreza (2018-2024).
Veamos la dinámica de las "dos deudas”
El problema de la deuda “financiera”
La deuda pública total en Argentina ha vuelto a ser un problema desde 2018, luego que había dejado de serlo desde 2005, tras ser por más de 25 años un fuerte condicionante y factor de estrangulamiento del país.
Pero en el tema deuda no importa solo su monto, sino quienes son los acreedores no es lo mismo la deuda intra-sector público que deberles a inversores institucionales locales o a acreedores volátiles inversores extranjeros. Tampoco es lo que la deuda sea en moneda local que en moneda extranjera. También es crítico el plazo de la deuda y la legislación aplicable además de la jurisdicción.
Los países desarrollados tienen deuda en su moneda, con una base inversora donde predominan inversores institucionales locales, sin cláusulas de indexación. Emiten deuda a 30 años y lo hacen con ley aplicable y tribunales de su país.
La deuda pública nacional asciende según estimaciones del Ministerio de Economía en julio de 2024 a US$ 452,07 mil millones. El dato de la deuda a diciembre de 2023 es de US$ 370,67 mil millones lo que implica que creció en 2024 casi US$ 81 mil millones.
De los US$ 81 mil millones, US$ 16,7 mil millones corresponde a deuda por nuevas colocaciones. La diferencia se explica por variación de los tipos de cambio y la acumulación del CER de la deuda indexada en pesos, que aumentó en dólares por la apreciación del tipo de cambio.
Para medir el peso de la deuda en una sociedad, suele compararse su valor total en dólares, con la “riqueza” de un país: su PBI. Como vemos en el gráfico anterior, la deuda total llegó a diciembre de 2023 a un equivalente a 156% del PBI, el valor más alto en décadas, superando el 147% del PBI en 2002. Luego de la restructuración de 2005, descendió a un mínimo de 38,9% en 2011. A fines de 2015 dicho valor era de 52,6% del PBI, escalando a 89,8% a diciembre de 2019 y superando el valor del PBI en los últimos 5 años.
Si consideramos la deuda pública externa se multiplicó por 4: de 11% del PBI en 2013 a 44% en 2024. La deuda pública está en un 64% denominada en moneda extranjera y la deuda en moneda nacional es deuda indexada a la inflación y/o al tipo de cambio. Los gruesos de los vencimientos de deuda operan entre 2025 y 2030. La deuda pública con acreedores privados con ley extranjera es del 48,3% del total.
Así la Argentina debe principalmente en moneda extranjera o indexada a la inflación y/o al tipo de cambio, crecientemente a acreedores externos, con fuerte concentración de vencimientos. No hay ingeniería financiera que pueda evitar la insustentabilidad de la deuda si no aumenta la capacidad de pago del país y se atiende la cuestión social.
El problema de la deuda social
Por otro lado, se viene acumulando otra pavorosa deuda. La deuda con acreedores privilegiados, los ciudadanos argentinos. Es una deuda no “documentada” en títulos. Se refleja en pobreza e indigencia.
La evolución de la pobreza es similar a la de la deuda financiera. Volvamos a nuestro gráfico. Según datos de la UCA, la pobreza en Argentina era del 54% en 2004, luego descendió a 25,9% en 2012. Desde 2018 aumenta tendencialmente, como resultado del ajuste tras la crisis de endeudamiento, oscilando en 44% desde 2020 a 2023. En el primer trimestre de 2024 la pobreza llegó a un inédito valor de 54%.
Mucho peor es la evolución de la indigencia. En 2015 alcanzaba al 4,5% de la población, llegando al 9,6% en diciembre de 2023. En el primer trimestre de 2024 casi duplicó los niveles de fines de 2023 alcanzando en marzo de 2024 a un oprobioso 17,5% de la población.
Resulta muy preocupante que el Gobierno actual reivindique la política económica de los años 90 y su pretensión de profundizar esa linea augura un agravamiento de las condiciones económicas y sociales.
La pobreza estructural creció en dicha década por el creciente desempleo derivado de un proceso de desarticulación productiva que desembocó en una fuerte recesión desde 1998.
Un factor en esa desarticulación productiva fue el fenomenal atraso cambiario de la convertibilidad. El 1 a 1 del final de la convertibilidad es un nivel de $ 810 a hoy. El “dólar barato” alentó importaciones y generó un profundo déficit externo que fue temporalmente financiado con endeudamiento.
A la par se fue deteriorando la situación fiscal con creciente aumento del desempleo que llegó al 22% de la población. La tasa de pobreza llegó a 52% en 2002 tras la crisis de 2001. El final de dicha tragedia es conocido.
Volviendo al presente preocupa tanto la dinámica económica de 2024 como las perspectivas futuras. Como vimos la deuda pública es elevada y ha aumentado tanto en valor absoluto como relativo por la caída del PBI. Si bien es loable bajar la inflación no es razonable buscar tal objetivo al precio de una gran recesión. Ya hay signos de deterioro en la recaudación impositiva real.
Solucionar el tema del déficit fiscal por la vía del ajuste agrava las condiciones de la economía real y los indicadores de producción y consumo. Esto deteriora el nivel del empleo y los salarios. El desfinanciamiento de la política social, (salvo la AUH y el Plan Alimentar), incluido la falta de reparto de alimentos ha aumentado y aumentará la pobreza y la indigencia.
El retraso cambiario y la apertura económica reproducen el círculo vicioso que deriva en caída de la producción y deterioro social.
Como evitar el “default” (económico y social)
A pesar de las promesas y señales a los mercados en el sentido de profundizar el ajuste fiscal, el “riesgo país” aumenta simultáneamente con la pobreza. Pasó de 1205 puntos a principios de abril, a superar los 1500 puntos el último mes. Los inversores “si la ven”: la dinámica de debilitamiento productivo y social siempre afectó la recaudación, aumentó el endeudamiento y debilitó las reservas en diferentes momentos de nuestra historia.
Es necesario desendeudarse progresivamente procurando un crecimiento del PBI (riqueza del país) que crezca más que el nivel de deuda y baje así el coeficiente de endeudamiento. Pero no basta con crecer para bajar la pobreza.
En el corto plazo resulta necesario retomar la distribución de alimentos y disponer un ingreso familiar de emergencia para familias por debajo del nivel de la canasta básica alimentaria. Pero fuera de medidas coyunturales se necesitan medidas de fondo para crear trabajo digno.
Para ello necesitamos políticas de desarrollo. Desarrollo es crecimiento sustentable lo que incluye medidas integrales de política económica y social para reducir la pobreza y la indigencia. Solo así se logran equilibrios macroeconómicos sostenibles y estabilidad política, conjugando legitimidad democrática de ejercicio y eficiencia económica.
Es necesario comprender que la buena práctica económica, la solidaridad y la ética van de la mano. Es responsabilidad de la dirigencia argentina y también de los acreedores financieros que los acreedores “sociales” estén en el mismo barco. Si se fabrica pobreza no cubre de riesgos tener camarotes de primera clase. Desde un punto de vista moral, ético y puramente técnico hay que evitar el “default” social para empezar a salir de la trampa de las recurrentes crisis. No se puede pagar la deuda con acreedores financieros sin pagar la deuda con los argentinos que tienen tanto o más derecho y necesidades.