Internacionales

Donald Trump y Jed Bartlet

Cuando la cadena NBC estrenó \' El ala oeste de la Casa Blanca \', un 22 de septiembre de 1999, la que ahora se conoce como «televisión lineal» volvió a ser grande. Aquellos sofisticados contenidos sirvieron de exitoso anticipo de lo que sería el desembarco de la televisión por cable y las plataformas. Sus siete temporadas –que desde 2020 han sumado 212 millones de horas de visionado en Max– fueron parodiadas, imitadas como en el reciente plagio de Milei en la ONU, y diseccionadas hasta el último detalle para satisfacción de los más adictos \'westwingers\'. Y eso no es todo, la serie también se convirtió en una referencia cultural. Lo que empezó como un remedo de la administración Clinton sin becaria, terminó por definir a los ocupantes del Despacho Oval ante el reto cada vez más complicado de equilibrar valores y realidades. En el aniversario de su alarde creativo, Aaron Sorkin ha explicado al \'New York Times\': «En la cultura popular, nuestros líderes electos son retratados como maquiavélicos o como idiotas. Yo pensé ¿y si hubiera una serie sobre nuestros líderes en la que estas personas fueran tan competentes y comprometidas como los médicos y las enfermeras de un hospital, los policías de una serie policíaca o los abogados de un drama judicial?». No hubo que esperar a que terminase «El ala oeste» para que Donald Trump se decidiera en 2004 a protagonizar su propio \'reality show\' también en la NBC. \'The Apprentice\' se prolongó durante quince temporadas, en parte gracias a una huelga de guionistas, con la supuesta premisa de buscar talento para los negocios. Aunque el programa terminó sirviendo a Trump como precampaña para el Ala Oeste de verdad.Noticia Relacionada De lejos opinion Si La pregunta de la campaña en Estados Unidos: ¿más machista o más racista? Pedro Rodríguez ¿Por qué género y raza vuelven a ser decisivos en las elecciones de EEUU?Trump aprovechó para presentarse como una fantasía de sí mismo: un líder emprendedor con un imperio global, un multimillonario hecho a sí mismo que, perfectamente maquillado, peinado, iluminado y sentado detrás de un escritorio, tomaba decisiones sin pestañear, aunque fuera sobre cuestiones absolutamente banales. Fue en la tele donde perfeccionó su \'reality politics\', ese estilo friki de hacer política llamando siempre la atención.

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