Política

Dos países

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El gobierno de Cristina Fernández y el de Mauricio Macri jugaron con los antagonismos como formas de generar poder.  La polarización que tan buenos frutos le rindió al gobierno anterior, es ahora la garantía de continuidad en el poder de la gestión actual.

 

Sin embargo tal nivel de enfrentamiento caló hondo no en la dirigencia, sino más bien en la sociedad. Es que mientras los estamentos más importantes disputan poder, las divisiones entre los argentinos se hacen irreconciliables. Nuestra Nación conoce de divisiones intestinas a lo largo de su historia, desde quienes preferían mantener estas tierras bajo dominio español y los independentistas, pasando por Saavedra-Moreno, Sarmiento-Rosas, unitarios-federales, porteños-provincianos, radicales-peronistas; peronistas-antiperonistas, sólo por citar algunos ejemplos.

 

Pero prácticamente en todos los casos ese nivel de diferencias estaba enmarcado más bien en disputas de cúspide que no llegaron a permear con tanta profundidad las diversas capas sociales de nuestro país.

 

Las redes sociales llevan la opinión –obvio también las más extremas- a todos los rincones, la división está a flor de piel y ya no son los dirigentes que horadan la brecha sino que se trata de una pelea de bases. Gente de todos los niveles, de todas las clases sociales expresando su odio en todas direcciones.

 

El enojo y la ira matizan las opiniones y, con la colaboración de los grandes medios. El modelo de comunicación de la mayoría de los medios cercanos al gobierno de Mauricio Macri se han transformado en aquello que criticaban. Un 6-7-8 generalizado y suculentamente sostenido con fondos públicos, azuzan las diferencias.

 

Escudándose en el pasado repiten como un ciclo interminable aquello que criticaban, aquello que permitía el modelo del pensamiento único. La gente en sus cuentas de Facebook o Twitter dan rienda suelta a un todo o nada en el que cosechan su éxito los nuevos medios agitadores que ejercen la posverdad, en nombre del aniquilamiento de un pasado al que consideran horrible y perverso, no solo de parte de quienes lo lideraron, sino también de aquellos que todavía lo apoyan.

 

Si el trabajo persiste, habrán acabado hasta las cenizas con la denominada “década ganada” transformando el gobierno de los CEOS en la única alternativa. Increíblemente, luego de haber denunciado el pensamiento único, terminarán imponiéndolo.

 

Obvio, colaboran a su propio apocalipsis los que se sienten cómodos en medio de la división que permite un reinado. Como si su turno no estuviera también a la espera del llamado. Los que se picaron solos el boleto, diría Jorge Asís.

 

Los que creen que hay que matar a todos, son los padres de la generalización. Los que piensan que la corrupción no se cura con Justicia sino con aniquilamiento, no sólo de que robó, sino de aquel que no cree en 100 por ciento del cuento de terror, castigado por la pléyade de puros impíos que hay llegado para definitivamente completar la tarea de la caza de brujas. Hacía allí vamos.

 

Periodistas de Clarín –para el que quiera enterarse- empiezan a desnudar otra información que el principal pool de medios no publica respecto de la desaparición de Santiago Maldonado. La intervención de Gendarmería sigue siendo el principal eje.

 

Torquemadas de las redes sociales, muchos de ellos con nombres y avatares ficticios, se lanzaron a pedir la hoguera para Sergio Hendler por haber afirmado que Gendarmería era la principal sospechosa por la desaparición de Maldonado, en el programa radial de Leuco padre, cuando la explicación de uno de los integrantes del mismo programa de Radio Mitre explicaba que sicólogos K estaban lavando la mente pacientes M, en medio de un plan orquestado comparado sin ningún límite con las armas de nazismo.

 

La carrera por desnudar la corrupción del gobierno anterior no surtió efecto. Un puñado de votantes terminaron por dar vuelta el triunfo que el gobierno había festejado provisoriamente. Sin que nadie se pueda informar sobre la maniobra de blanqueo millonario de parientes y amigos del presidente Mauricio Macri bajo el amparo de normas sancionadas al efecto que escandalizarían a esos mismos medios si hubiera sido bajo el gobierno anterior.

 

Si la corrupción no pudo, tendrá que ser la violencia. Sin ningún desparpajo se arman informes, coberturas, tapas. La violencia vuelve y hay que frenarla. Incautos y contra toda lógica, el ciudadano común, aún aquel afectado por las políticas económicas del macrismo ven lo que no existe. “Mucho Santiago Maldonado pero mirá como dejaron el Cabildo, todos tienen la cara tapada”.

 

“Yo soy decente no soy Santiago Maldonado”, se apresuran a gritar en un todos contra todos en donde ya no vale opinar distinto. Ya no importa intentar hace razonar. Como si pedir la aparición con vida de una persona que podría haber sido secuestrada por una fuerza de seguridad transformara en indecentes a los que reclaman.

 

Decenas de miles de personas se manifestaron en todo el país pidiendo por Santiago Maldonado, y la enorme mayoría lo hizo con la cara descubierta, algunos acompañados de sus hijos, pero la previa fue: “Con mis hijos no”, “no autorizo a que le hablen a mi hijo de Santiago Maldonado en la escuela”. ¿Que seguirá después? No autorizo a que le enseñen sobre la Revolución Francesa, sobre el 24 de Marzo de 1976. Algo de esto ya se echó a rodar “los demonio no son tan demonios” dijo Patricia Bullrich. 

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