Cada mañana a Marcelo Scola lo esperan distintas personas en la puerta del Juzgado para transmitirle distintos dramas: que un niño estaría siendo abusado, que hay chicos comiendo de la basura, que un padre le da alcohol a su hijos, que una persona tuvo un brote psicótico, que una mujer está amenazada con un arma. Y siguen las situaciones extremas. Toma siete audiencias por día que debe resolver en minutos. “Tengo que llegar con la mejor templanza, el mejor ánimo, mucho apoyo terapéutico y un gran equipo formado por el tribunal”, comenta el magistrado de Familia de San Lorenzo sobre la forma de afrontar su trabajo.
“En todos los fallos tenés los que te van a aplaudir y los que te van a putear. Tenés los que te dicen que sos machista o que sos feminista. Yo no tengo redes sociales, así que ni me entero. Si me critican en las redes no me interesa. Me importa si me equivoqué poder solucionarlo porque me equivoco. No soy infalible”, dice Scola en el podcast de Conclusión, El Efecto.
“Yo le pongo mucha pasión, entiendo que hay que comprometerse y resolver, trato de ser lo más justo posible. No pienso si me van a aplaudir o no. Tengo 27 años de abogado y trece de juez; me siento uno más, soy un abogado que trabaja de juez”.
Cómo comunicar una adopción
Hace unos días se hizo viral (como en otras ocasiones) por la particular manera de comunicar a una pareja que había sido elegida para adoptar un niño de cuatro años. Pero en lugar de hacerlo mediante una fría carta, se encargó de acudir a su casamiento para dar la noticia frente a todos los invitados. La emoción, así, fue colectiva.
Esta es una de los tantas de formas de humanizar el Poder Judicial que se propone el juez de Familia Marcelo Scola, quien tiene a su cargo del único juzgado de esa rama en el departamento San Lorenzo, que contiene a unas 150 mil personas.
“Muchas veces estamos muy lejos de la gente. Tenemos que estar cerca de la gente. Resolver, dentro del marco de la ley. Haciendo sentir que hay una comunicación”.
La problemática de la adopción es compleja. “Si bien ha mejorado el sistema, todavía falta mucho”, detalla el juez. Hay cerca de 90 niños esperando una familia, y unos 150 legajos (entre parejas y personas solas) que aplicaron para adoptar. La mayoría de los anotados son mayores de 40 años y todos buscan niños o niñas hasta los 6 o 7 años. No hay nadie inscrito en el Ruaga para niños mayores de 8 años de edad. Por eso hay 70 llamados públicos en la provincia, -quiere decir que cualquiera se puede presentar- para adopción de chicos de esa edad. “Desde el punto de vista de quienes quieren adoptar también falta mucho”.
“Si alguien se anota para esa edad, en pocos meses lo llaman. Si se anotan para chicos de 0 a 4 años pueden estar cinco o seis años con suerte”.
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El Estado, que los tiene que proteger, en muchas ocasiones “vulnera sus derechos”, afirma Scola. El caso más paradigmático fue el de un grupo de niños que permanecían en hospitales de la ciudad porque no encontraban hogares a nivel provincial o local que los puedan resguardar. Una niña de 11 años llegó a habitar durante un año en el hospital Víctor J. Vilela.
El juez, entonces, se involucró para intentar socorrer a la niña. “La persona a cargo de Niñez era una inepta. Las autoridades pedalearon hasta irse”, consideró Scola, quien aclaró que “ahora, la niña está bajo un tratamiento y está mejor. Está cuidada”.
Tapado de trabajo
El Poder Judicial hace tiempo que viene reclamando por nombramientos y designaciones. Un juzgado para andar “medianamente bien” tendría que estar en 1.000, 1.200 causas por año, dice Scola. Su juzgado cuenta 3.000. Una cifra que representa entre diez y doce situaciones de violencia por día y más de 50 casos de Niñez en total.
“Hace falta recursos para estructura en los juzgados, creación de nuevos juzgados, tecnificación”, reclama el magistrado. Aunque recalca que “no son excusas, hacemos todo lo que podemos para que funcione”.
“Todos los problemas están atravesados por la violencia. Así sea un reclamo de alimentos, de comunicación con hijos. las relaciones intrafamiliares están atravesadas por la crisis social”.
“No es una cuestión jurídica lo que hay que resolver, es una cuestión social. No sirve que yo dicte una sentencia y les diga, pase esta cuota alimentaria a una persona que está desocupada, que tiene una discapacidad, que vive en un terreno público, que la pareja tampoco tiene trabajo estable. Yo puedo hacer la mejor sentencia y no tiene ningún valor”, describe con crudeza Scola.
Ni presión ni temor
Un caso de una niña sin nacionalidad, otro de una nena a la deriva en un hospital, una mujer que podrá casarse con el hijo de su esposo fallecido, un hombre que fue relevado de sus derechos como padre a raíz de nunca hacerse cargo de su hija o la disputa por un embrión de un matrimonio en una clínica de fertilización, todos casos en los que Scola debió interceder y que han generado gran repercusión.
Sin embargo, el juez no piensa en las consecuencias mediáticas: “No puede haber presión. Lo que sí uno puede tener son distintos tipos de emociones que hay que tratar de dejarlas de lado para poder resolver la cuestión objetivamente, que generalmente es urgente. El juez no puede actuar ni bajo presión ni bajo temor”.
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“Hay cosas muy simples y nosotros las complicamos”, concluye Scola sobre uno de los casos que más recuerda, el de una niña que nació en India, hija de una argentina (una mujer sanlorencina) y un español, quien fue gestada por subrogación de vientre. El Gobierno de el país asiático había dispuesto que no le daría la nacionalidad, el consulado argentino tampoco quería anotarla, y lo mismo sucedió con España. Una niña, tres países involucrados, ninguna nacionalidad.
El abogado de la mujer se presentó en el juzgado de Scola, el magistrado en una tarde de análisis cerró el fallo, y finalmente, la niña obtuvo la nacionalidad argentina. La resolución, amparada en tratados internacionales, se publicó en libros en Europa y sirvió como jurisprudencia.
“Resolver prácticamente y no enredarnos con disquisiciones del derecho. El Derecho es sentido común”, sintetiza el juez que es uno más e intenta estar lo más cerca posible de los vecinos.