Cuando el hermano Guillermo Moreno llegó a Líbano hace ahora tres años, no tardó en enamorarse del país. «Su gente hospitalaria y afectiva, sus paisajes montañosos, su diversidad cultural y religiosa y su historia milenaria» lo cautivaron al mudarse a un pequeño pueblo junto a la ciudad de Sidón, un territorio que la guerra en Oriente Próximo mantiene amenazado desde hace varios años, pero que no se plantea abandonar .Este religioso perteneciente a los Hermanos de La Salle y socio local de Manos Unidas se trasladó a Líbano para participar en el Proyecto Fratelli, una iniciativa que atiende desde hace nueve años a más de 1.300 personas, en su mayoría refugiados sirios, a través de 20 programas sociales y educativos. Cuentan con alfabetización para niños y adultos, cursos de formación profesional, planes para madres con bebés, para mujeres y adolescentes, apoyo psicosocial… «Sin embargo, todo eso se paró en seco hace una semana porque la guerra ha venido sin piedad y ha instalado el miedo y la ansiedad en el corazón de la gente», explica a \'ABC\' este español.«El lunes 23 de septiembre a las 11:00 de la mañana, justo cuando estábamos despidiendo a los niños de cuatro años que habían empezado el periodo de adaptación, comenzaron a caer bombas en nuestra zona, algunas a tan solo cinco o diez kilómetros de donde se encuentra nuestro centro. Como estamos en lo alto de una colina, podíamos verlas y oírlas, como si una película apocalíptica se estuviese proyectando ante nuestros ojos y no pudiésemos hacer nada para detenerla», detalla.Noticia Relacionada estandar Si Hizbolá e Israel combaten cuerpo a cuerpo en las aldeas libanesas de la frontera Mikel Ayestaran | Enviado especial a Beirut El Ejército israelí sufre una emboscada mortal en su primera incursión por tierra en LíbanoAquel día cayeron «más de cien bombas» en la zona donde se encontraban el hermano Guillermo y su comunidad, compuesta actualmente por seis personas, dos religiosos españoles, uno de Ruanda, otro de Madagascar y un matrimonio portugués. Ese fue solo el principio, porque los ataques han continuado a lo largo de toda la semana. « Es imposible acostumbrase a algo así. Aunque estoy sereno y confiado, al mismo tiempo veo que está teniendo consecuencias psicológicas en mí, estoy como en un estado permanente de alerta y por la noche tardo en dormirme», admite.Pese a todo, los seis integrantes de la comunidad han decidido permanecer en Líbano: « No nos vemos marchándonos del país , ni siquiera viajando hacia el norte donde podrían acogernos los Hermanos libaneses de nuestras congregaciones religiosas. Mientras se pueda, preferimos quedarnos aquí con la gente». Para sobrellevar la situación y tratar de olvidar «la amenaza permanente de un ataque», este religioso español se apoya en los momentos de oración y convivencia, en estar activo y en contacto con los demás.«Dicen que hay en Líbano un millón de desplazados internos y gente que está huyendo para Siria. En nuestra zona hay unos 25.000 desplazados que han venido del sur y muchos de ellos están en la calle y no tienen recursos para vivir. Ayer fuimos al centro de la ciudad de Sidón y por todas partes hay gente, en las rotondas, las aceras, en parques y plazas. Familias enteras con sus hijos sentados improvisando campamentos, recibiendo ayudas de los vecinos… Si esto no cambia, dentro de poco vamos a tener una crisis humanitaria muy grave en la zona », lamenta.En su pueblo, limítrofe con la ciudad de Sidón, las familias han acogido en sus casas a mucha gente, relata el hermano Guillermo. También en la escuela pública están viviendo unas cien personas, a las que ellos mismos compraron unas colchonetas para que no durmieran en el suelo. No obstante, no acaba ahí su labor en medio del conflicto, pues continúan visitando a algunas de las familias del Proyecto: «Sus casas son pequeñas chabolas con una única sala donde duermen cinco o seis personas y ahora han pasado a ser diez o doce. Por eso, algunos tienen que dormir en la calle . Gracias a Dios que aún hace buen tiempo y las noches no son frías».Ahora bien, es la reacción de los ciudadanos lo que ha emocionado a este religioso: « Siempre me conmuevo al ver la generosidad de los más pobres. Cuando les decíamos a nuestra gente si necesitaban algo, todos decían que ellos no, que para los que acaban de llegar, que consiguiéramos colchonetas, comida… Me sorprendió un hombre que, por dignidad, no podía aceptar zapatos para sus hijos, que era algo que él tenía que conseguir con su trabajo. Salió corriendo sin nada de su casa, que está cerca de la frontera, y quiere volver a coger sus cosas, pero el Ejército no se lo permite».Ante el recrudecimiento del conflicto, el Gobierno ha obligado a todos los centros educativos a cerrar durante estos días, pero la comunidad del Proyecto Fratelli aspira a abrir sus patios para que los niños que viven más cerca «puedan acudir caminando y jugar y convivir un rato en un ambiente de paz y alegría». En este sentido, no saben cuándo podrán retomar sus programas con normalidad y se encomiendan a la creatividad para «reinventar nuestra misión en este momento de crisis humanitaria».«Yo siempre digo que la vida hay que cogerla como viene, que no vale la pena lamentarse o alimentar el victimismo. Nunca pensé verme en medio de una guerra , pero es lo que toca y es una oportunidad para amar y servir, para ser generoso y poner en práctica las convicciones que se han ido fraguando a lo largo de la vida», remarca. Y ahonda: «El rostro de la guerra que yo veo está marcado por niños que han perdido a sus padres, familias desplazadas que no tienen dónde ir, corazones llenos de miedo y angustia, explosiones que nos asustan continuamente y nos quitan el sueño… Pero el rostro de la guerra también presenta ojos de acogida y perdón, sonrisas de niños , manos de solidaridad y compromiso, casas que abren sus puertas y comparten lo que tienen».Ante este escenario, también se entrega a la oración: «Nunca había rezado tanto por la paz, de corazón, con insistencia, contra todo pronóstico, haciendo hueco a la esperanza siempre amenazada pero nunca vencida ».