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El huracán impacta en las elecciones presidenciales de Carolina del Norte: «Votamos de luto»

«¿Me vas a sacar una foto? ¿Con estos pelos?». Rachel Clegg ha sido una entre los miles de votantes desgreñados que han hecho cola para votar de manera anticipada en el condado de Buncombe, en el oeste de Carolina del Norte . Como muchos de sus vecinos, lleva más de dos semanas sin agua en su casa . «Esta es la pinta de alguien que no se ha duchado en varios días», se excusa con este periódico. Sabe que es una afortunada. El corte del agua es una de las consecuencia menor del paso por aquí del huracán Helene, que dejó un rastro de muerte y destrucción.Clegg acude a las urnas en el primer día que comienza el voto anticipado en persona, una opción que existe en la mayoría de los estados de EE.UU. Aquí es algo diferente. Se vota bajo la sombra de la devastación de Helene. Cerca de su colegio electoral, en una biblioteca de la localidad de Black Mountain, se ha celebrado hoy un funeral por varios de los fallecidos. Los márgenes de la carretera 40, por la que se llega a este pueblo, en especial, en la localidad de Swannanoa, son un escenario de una película de catástrofes. «Para mí, todo esto que ha ocurrido refuerza la importancia de ir a votar. Se convierte en un deber cívico todavía mayor, una forma de ser parte de una comunidad destrozada, una forma de levantarnos juntos», dice Clegg.Votar es siempre importante. Pero, cuando se trata de la elección presidencial de EE.UU., que se decide el próximo 5 de noviembre, algunos lugares son más importantes que otros. Carolina del Norte es uno de ellos . Forma parte del club de los llamados \'estados bisagra\', junto a Pensilvania, Michigan, Wisconsin, la vecina Georgia, Arizona y Nevada . Son territorios donde las fuerzas entre demócratas y republicanos están parejas y que pueden inclinar la elección hacia uno de los dos candidatos: el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris.Noticia Relacionada Falsedades con efecto político estandar No Biden denuncia el uso de bulos intencionados sobre el huracán Milton David Alandete | Corresponsal en Washington A medida que se desplazaba por el estado, dirección oeste, Milton se debilitó de categoría 3 a 1, pero dejando un rastro devastadorCon las llaves de la Casa Blanca en juego, este condado del oeste de Carolina del Norte vota mientras lidia con el impacto del huracán. Helene dejó inundaciones y corrimientos de tierra monstruosos. Aquí murieron 42 personas, casi la mitad de las fallecidas en todo el estado por el huracán, y decenas de personas siguen desaparecidas. La riada se tragó centenares de casas y negocios. Muchos más tienen daños cuantiosos por las inundaciones.«Votamos estando de luto», reconoce la presidenta del Partido Demócrata del condado de Buncombe, Kathie Kline. Recibe a ABC en su oficina en Asheville, la principal ciudad del condado, entre mapas de los distritos, carteles de Harris para repartir a los votantes y el trajín de los voluntarios. «El impacto de la tormenta me preocupó mucho, necesitamos cada voto en este condado».Rachel Clegg lleva dos semanas sin agua y ya ha ejercido su derecho a voto J.A.Así es. Buncombe es solo uno de los cien condados de Carolina del Norte, pero tiene una importancia central en las posibilidades de Harris de llevarse este estado. La razón: Asheville -una ciudad de casi 100.000 personas y un área metropolitana de 400.000- es un gran bastión progresista. En la última década, se ha convertido en un imán para jóvenes y familias con hijos pequeños de todo el país. Es una ciudad coqueta, manejable, rodeada de una naturaleza esplendorosa -sobre todo en esta época, en otoño-, asequible -cada vez menos-, segura y abierta.Helene dejó sus zonas bajas anegadas. Entre otras, joyas de la ciudad como el entorno de la mansión Biltmore o el pujante Distrito Artístico del Río, donde han surgido como setas los restaurantes, cafeterías, galerías de arte y cervecerías de producción artesana. El agua ya ha bajado, pero ha dejado montañas de escombros, una manta de barro y una destrucción de la que tardará meses o incluso años en recuperarse.La elección sigue adelanteAl principio, se temió que el huracán desbaratara el proceso electoral. «Hemos soportado la tormenta, ha sido un logro increíble», celebra Karen Bell, directora ejecutiva del Consejo Electoral de Carolina del Norte, delante de un centro de votación de Asheville. Casi todos los colegios electorales están abiertos a tiempo. Se le humedecen los ojos. « Cuando nos pega un huracán, nuestras elecciones no paran ».Bell repasa los esfuerzos estatales para que la gente pueda votar: desde el cambio de última hora de la legislación electoral para facilitar el voto por correo hasta la instalación de colegios electorales en tiendas de campaña en los lugares rurales más afectados.Que la infraestructura electoral esté lista no quiere decir que el huracán no deje impacto en los resultados. «Habrá gente muy afectada, que haya perdido a sus seres queridos o sus propiedades y que lo último que esté en su cabeza sea ir a votar», teme Kate Burgess, una voluntaria demócrata, con el color azul de su partido hasta en la sombra de los ojos, apostada a la salida del colegio electoral de Candler, a las afueras de Asheville.No es el caso de Adam Maloney. El agua se llevó su negocio de mobiliario, que había puesto en marcha este enero, con la inversión de sus ahorros en la maquinaria para cortar madera y metal. «Estábamos fuera de la zona de peligro de crecidas y el agua subió casi tres metros, no quedó nada », le explica a Robert, un veterano voluntario demócrata, al que ABC acompaña en una tarde tocando puertas en Asheville, en los últimos esfuerzos por llevar a los votantes a las urnas. «Pero es una elección crucial, no voy a dejar de votar», dice.Adam Maloney, que perdió su negocio, recibe propaganda demócrata en su casa de Asheville j.a.Kline, la jefa local del partido, cree que puede haber otros problemas. «Hay gente que huyó del huracán, algunos a otros estados, y su voto es más complicado», dice. Muchos de ellos son gente joven, empleados en los cientos de bares y restaurantes de Asheville, que no tendrán trabajo durante mucho tiempo y quizá no regresarán para votar.Camille Kennedy, otra de las votantes a las que ha tocado a la puerta Robert, el voluntario, es una de las jóvenes que se ha quedado sin trabajo. « Pero voy a aguantar aquí todo lo que pueda », dice a este periódico. «Espero que el huracán sea un toque de atención para los votantes. Es jodidamente estúpido no ir a votar, está mucho en juego, da miedo el resultado», dice sobre la posibilidad de que gane Trump.Un tsunami de barroEn cuanto el coche sale de Asheville, de sus cafeterías de \'lattes\' a cinco dólares y microcervecerías llenas de jóvenes que parecen salidos de Brooklyn, se escuchan menos voces demócratas. «Trump es muchas veces un capullo, pero estábamos mucho mejor hace cuatro años», dice Steve Senn. A este vecino de Swannanoa , un cuarto de hora al este de Asheville, no se le va la sonrisa pese a la desgracia. Habla al volante de un coche viejo y cubierto de barro. Detrás de él, el esqueleto de lo que fue su negocio, una carpintería. Solo quedan un par de muros, la columna de piedra de la calefacción y una pila de escombro alrededor.«¿Qué nos ha dado el Gobierno? 750 dólares», protesta sobre la ayuda para necesidades inmediatas entregada por la Administración Biden-Harris, que se ha convertido en un grito de guerra del \'trumpismo\' (acusa a Biden de alojar a inmigrantes indocumentados en hoteles de lujo mientras a los estadounidenses afectados por desastres naturales les dan migajas ). Critica además que las ayudas de FEMA -la agencia gubernamental para emergencias- y de la SBA -la agencia de pymes- están llenas de trabas burocráticas y son ineficientes (FEMA se ha convertido en la última víctima de la polarización que agita el \'trumpismo\'; esta misma semana, se detuvo en un condado vecino a un hombre armado que amenazaba a una oficina de la agencia).Senn dice que la riada se llevó aquí centenares de casas. Algunas con gente dentro. El paisaje a su alrededor, en las dos orillas del río que da nombre al pueblo, es desolador. Como si hubiera llegado un tsunami de barro . Calles y calles de esta localidad se han convertido en una maraña en la que se mezclan paredes de yeso, techos, árboles, electrodomésticos. Hay coches incrustados contra casas, autobuses volcados en arcenes, restos de hogares desperdigados por todos lados.Devastación provocada por el paso del huracán Helen j.a.«Perdimos nuestro negocio», cuenta Carolyn Stewart, una voluntaria republicana. «En nuestra propiedad aparecieron varios cadáveres. En un coche que apareció tirado había tres cuerpos ». Stewart comparte con Senn la frustración por la respuesta federal, y ambos aseguran que muchos vecinos protestarán en la urna y votarán por Trump. «Esto va a movilizar a muchos», pronostica Senn.Es imposible saber ahora qué consecuencia electoral tendrá el huracán en Carolina del Norte. Sí hay algo seguro: en el primer día de votación en persona anticipada, el jueves, se batió el récord de participación en el estado.«Yo solo espero que esto nos ayude a cuidar nuestro país, también a través de la política», dice Clegg, la votante despeinada, mientras se sube al coche. Antes de que suene el portazo, se despide con una reflexión que uniría a muchos demócratas y republicanos, pese a que estamos cerca de una elección que apunta a dividir todavía más a EE.UU. «El río llegó hasta nuestras casas. Primero, te dedicas a atender lo que pasa a tu alrededor, en tu comunidad, como hemos hecho estas dos semanas, apoyándonos los unos a los otros. El país solamente es una comunidad más grande, y l as cosas van mejor cuando todos trabajamos juntos».

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