Una nueva tendencia en las redes libertarias de Javier Milei: youtubers, influencers y entenados libervirgos irrumpen en movilizaciones masivas opositoras. Provocadores autorizados, custodiados a los abrazos por las fuerzas de seguridad, resultan ser víctimas de sus propios odios y paupérrimos defensores de un anarcocapitalismo impotente, que se hunde en su propio desierto de hambre, negocios y crueldad.
La hinchada de River está furiosa. Dicen que el árbitro cobró mal. Arreglos espurios. Piden justicia. De pronto, un joven vestido con equipo azul y amarillo se dirige hacia el bando rojo y blanco. ¿Su actitud? Provocativa. Solito se metió en la boca del lobo. Resulta imaginable cómo quedaría una camiseta de Boca en medio de una barra de River. La violencia es repudiable, pero suscitarla no lo es menos.
Pero la represión tiene razones que la razón no entiende. En general, en las manifestaciones la policía reprime, no brinda cuidados personales. Pero la vida te da sorpresas. Los hombres de la ministra de hierro protegen, por ejemplo, a los provocadores autorizados para serlo. Obvio que se debe evitar la violencia, pero, ¿quién provocó esta situación imaginaria?, ¿la hinchada manifestándose o el opositor que se mete entre sus rivales a fanfarronear?, ya sea un boquense imaginario, ya sea un liberto real.
Algo similar ocurrió con el joven influencer con uniforme de libertario -traje negro, camisa celeste- que, munido con una carpeta -cual universitario- ejerció violencia simbólica en cada acto opositor frente al Congreso Nacional. ¿Con qué finalidad? Provocar. Un Quijote del revés, en lugar de hacer buenas acciones, busca agredir. Desde sus redes había amenazado: “Zurdos de mierda, ¡van a correr!”. Pero terminó corriendo él.
Hay iras santas. Indignaciones justas. Jesús echó a puro latigazo a los mercaderes del templo. Platón justifica la reacción iracunda ante provocaciones contra valores superiores. Dios expulsó del paraíso a los ángeles desobedientes.
En el caso que nos ocupa, se trata de un nativo digital nacido y criado entre redes sociales. Cree que, así como desde su anónimo teclado puede insultar y mentir impunemente, puede también salir ileso de sus provocaciones presenciales. Pobre marioneta víctima de sus propios odios. Cyborg libertario que penetra arrogante entre el gentío adverso como si entrara en Instagram, en X, o en Tik Tok.
Parece que los varones treintañeros libertarios solteros y sin hijos -inquilinos en lujosas torres o barrios cerrados- ya no logran mantener su independencia económica, esa que ganaron en épocas de políticas populares y están perdiendo por la libertad de mercado. Jóvenes libertarios clase media y medio alta (de los pobres ni hablar) no solo pierden poder adquisitivo, pierden también intimidad. No pueden con sus gastos, hay que regresar a casa de mamá. Y el apoyo de las mujeres, que nunca fue generoso con los libertarios -como ellos no lo son con ellas- demuestra que su solidez también se diluye en el aire.
Pero siempre es difícil volver a casa. Ahora lo saben los convencidos. Se trata de hacer sacrificios para que los ricos ganen más. A los libertos se les dio vuelta el tablero, creían que habían encontrado la independencia habitacional, la libertad, los dólares y la felicidad, ja, ja, ja, ja.
Estamos asistiendo a la impotencia del anarcocapitalismo, al crecimiento del desierto del hambre, de las groserías y del maltrato soez contra quienes no piensan como el presidente con “más huevos de la historia”, según dice de sí mismo. De todos modos, parece que sus huevadas dejaron de seducir al núcleo duro de jóvenes y cada vez más tibios seguidores. Las estadísticas le son mezquinas. Baja y baja la aceptación de sus macropolíticas en beneficio de una minoría.
“Milei ya no tiene quien lo defienda” es el título de un texto de Marcial Amiel, publicado en Página12 (09/10/24) y fundamentado en estudios de proyección, que registran un cambio de actitud entre votantes libertarios/as menores de treinta y cinco años. Hasta no hace mucho tiempo se les escuchaba decir que eran del león. Pero según fueron llegando las facturas de los servicios y demás gastos fijos, les paladines de la libertad paradójicamente ven como se les limita y se consuelan cantando Samba de mi esperanza: La vida / se va pasando / y el sueldo en dólares / será, / será. ¡Chau futuro de tío Patilludo! Encontrar nuevos trabajos es casi imposible. No les queda otra posibilidad que regresar a la casa familiar y -repito- siempre es difícil volver a casa. Se percibe como involución, como una rebaja de emancipación a dependencia. La mendaz libertad que les ofrecía la ultraderecha los estrelló contra sus propios límites.
Las dos circunstancias narradas: el libervirgo trajeado y camorrero que se infiltra en la “tribuna” contraria y quienes creyeron en la cruel distopía y conformaron el núcleo duro de esta política perversa son productos de artilugios virtuales o fantasmales (“¡es Conan!”). Por un lado, confunden la realidad con la ficción, por otro, votan al que les promete imposibles y reconoce que su principal consejero es un perro muerto. ¿Qué puede salir mal?
Quienes dicen que hay que darle tiempo viven realidades imaginarias. Pero, según los análisis que se manejan en grupos focales compuestos únicamente por votantes de Milei, hasta hace poco tiempo los convencidos les ganaban a los críticos. Sin embargo, actualmente, los críticos aumentan su caudal y a los convencidos se les acaban los argumentos. Está regalando nuestro litio y rifando nuestro país el señor de los muchos huevos.
Todo era ficción. Algo similar a lo que le ocurrió al personaje de Jim Carrey cuando, en The Truman Show [E1], descubre que no vive en el mundo real, sino en un gran set de televisión (hoy serían redes sociales), donde las personas actúan y todo el mundo lo sabe, menos él, que ignora que es un personaje de reality. Nada en su vida es verdadero.
Marx considera que el capitalismo es un sistema de producción inherentemente injusto, en el que las clases trabajadoras son explotadas por los dueños de los medios de producción. Acumulación de mercancía, en su tiempo, y acumulación y reproducción financiera, en nuestra época póstuma. El capitalismo se volvió más caníbal y los principios que lo sostienen más vigoroso. El capitalismo se reedita y fortalece extendiendo sus propios límites, como antaño -más, más, más- y a la vez superándolos -como siempre- más, pero a costa de los demás. No obstante, el poder engendra contrapoder y este sistema “déficit cero - justicia social cero” ya está sintiendo como le sueltan la mano sus propios votantes. Quería que desaparezcan los “zurdos” y los está reproduciendo como conejas supersónicas, hasta la Docta se rebeló.