Duele reconocerlo, pero es evidente e indignante que ahora se entregan —se regalan— el sano ambiente y los ríos, y la riquísima minería argentina. A cambio de nada.
Esta semana en Chubut fue traicionada la voluntad popular por el gobernador y patotas de legisladores y sindicalistas sin vergüenza. Quienes salieron a decir que lo hicieron por sugerencia u orden de la Presidencia de la República. Que al cierre de esta edición aún no ha desmentido.
Lo cierto es que no obstante la heroica resistencia cívica pacífica de decenas de miles de chubutenses, el país entero asiste a una nueva muestra de entrega y expoliación que el pueblo argentino viene sufriendo, otra vez e insólitamente bajo un gobierno peronista y con apoyos por derecha y también por izquierda, orquestados y aplaudidos por mentimedios y telebasura a granel.
Son excrecencias de un modo de la política que infecta a todas las banderías; el mismo viejo cáncer que choreó en todas las dictaduras y que en la década menemista prácticamente rifó el país haciendo concesiones que todavía nos descalabran y que parece que no hay poder ni voluntad política capaz de reparar esos daños. Y cuyo modelo más perfeccionado, por cinismo y protección mediática, es hoy la así llamada CABA, donde ahora el colmo es que chicos y chicas de colegios secundarios, para aprobar y recibirse, deberán trabajar obligatoriamente como mano de obra barata para empresas y afines.
Un cierto asco recorre la República. Pero también —todo hay que decirlo— la inacción gubernamental colabora zanguangamente, lo admita o no.
A las gravísimas represiones patagónicas que se suceden desde hace tiempo, —por lo menos desde los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, más los escándalos de la apropiación de tierras por extranjeros (que está prohibida por ley), más la persecución y destierros forzados de pueblos originarios y con más el cobarde manejo de la desaparición de 44 compatriotas en el naufragio del submarino ARA San Juan— ahora la megaminería no puede ser leída más que como una imposición imperial del neoliberalismo, sistema de terror moderno que por vía del FMI primero nos desvalija y luego encima nos exige que le paguemos.
Así, mediante decretos oscuros y velocidad digna de mejores causas, la soberanía sobre nuestro río Paraná sigue en veremos, con decenas de puertos y miles de barcos de piratería granaria abusando del trabajo argentino y de las indecisiones gubernamentales de Nación y de Provincias. Ahí están las últimas noticias: achican nomás el presupuesto del Canal Magdalena, que es eslabón fundamental de la soberanía hídrica argentina en tanto puerta de la Argentina al Atlántico sin mediación extranjera, lo que sería no sólo un emblema de soberanía sino un freno a los intereses transnacionales que pretenden que nuestro comercio exterior siga controlado por ellos. Pero lo más absurdo y doloroso es que así también se boicotea el dragado del Magdalena, bandera enarbolada por un emblemático luchador por este canal, el senador y actual ministro de Defensa Jorge Taiana, de quien todavía no se escucha su presumible descontento.
Obvio que al FMI y los gobiernos que lo controlan lo que realmente les interesa es tener a nuestro país sometido, acorralado, en constante desguace y retroceso. Por dos razones, por lo menos: porque nuestras riquezas son demasiado tentadoras y la ambición neoliberal es infinita; y porque hoy en Latinoamérica somos el país geopolíticamente más rico, atractivo e importante y quizás el único que podría liderar la batalla de la soberanía latinoamericana.
Por eso los frenos a nuestro desarrollo. Mientras nos chorean aguas y oxígeno, por caso, la conexión marítima entre Tierra del Fuego y Santa Cruz, clave fundamental para el desarrollo costas afuera de la Cuenca Austral, sigue detenida. Y eso que la unión entre la Argentina continental y la fueguina ciudad industrial de Río Grande es una obra nacional, posible, urgente, necesaria y ya planificada. Como planificada parece la falta de voluntad política del poder porteño, que de esto no entiende nada. Prueba al canto: el Instituto Antártico Chileno está en la Ciudad de Punta Arenas. Su similar argentino está en Buenos Aires...
Así, en el horizonte político, económico y social hay un riesgo grave, elocuente y quizás dramático: si el peronismo se sigue desnaturalizando, lo que quedará es un peronismo más débil aún y más fácil de cooptar. Y así se entorpecerán aún más la soberanía sobre nuestros bienes y recursos naturales, la reindustrialización socialmente justa, y la defensa del trabajo y los derechos sociales.
Anoche, mientras el pueblo hermano de Chile celebraba, la Argentina seguía su retroceso no para las generaciones venideras solamente, sino para las hoy activas. No faltará quien acuse a esta columna de apocalíptica, pero lo que se viene pinta espantoso. Chau soberanía, chau Paraná, chau Malvinas, chau industrialización, chau empresariado nacional, chau movimiento obrero y sindicalismo decente y solidario, chau litio y oro y plata y cobre y tanto más. Y chau las aguas y humedales y bosques que todavía nos quedan. Ese desastre anunciado es el que hay que detener. Y no solamente contra la estupidez, codicia y traición de los macristas, los radicales genuflexos y la izquierda pro-derecha. También porque será culpa pareja del peronismo blandengue y de la ceguera porteña que nuncaentendió, y sigue sin entender, al país real de 40 millones de compatriotas que habitamos las 23 provincias soportando la sarasa del falso federalismo gubernamental.
En la tremenda crisis que hace que todos y todas evoquemos al horrible 2001, es ineludiblerecordar que la mayoría de las dirigencias argentinas también apoyaron sin tapujos, en los años 90,al gobierno más traidor del Siglo 20, cuyas consecuencias son hoy gravísimas porque llevaron a la República Argentina a perder soberanía sistemáticamente en todos los órdenes: petróleo, minería, agroproducción, transportes, tenencia de la tierra, bienes naturales, impuestos, derechos laborales y sociales, y encima entregando el río Paraná y el comercio exterior, que hoy están en manos de 20, 30 o 50 grandes empresas que no pagan impuestos, no pesan lo que dicen exportar, operan como vulgares factorías narcos y encima monopolizan e imponen la (in)comunicación que confunde y miente diariamente a nuestro pueblo. Y engaño que desde hace dos años tolera nuestro gobierno de manera ya absolutamente inexplicable.
Por eso, como hace 20 años, muchos retomamos la insistencia sistemática de reclamar un debate nacional que conduzca a la mayor urgencia argentina: darnos una Nueva Constitución Nacional que replantee todo el articuladoe inaugure un camino soberano y patriótico hacia una nueva Argentina con democracia participativa.
No tiene caso afirmar que Menem está vivo ni reviviendo, pero sí que sus descendencias-excrecencias han vuelto a la acción. Lo cual sólo puede ser posible si el poder político lo permite. Y ése es el problema de hoy. Cambiar la Republica y sanear la Política es una larga marcha.