En medio de la fuerte suba de los casos de coronavirus, el gobierno apuesta a medidas sectoriales y a la vacunación, mientras la oposición puso en marcha su aceitada maquinaria de difamación. Pero junto con la pandemia crece el escándalo de la relación de jueces y fiscales con el macrismo, que se acerca a la Magistratura.
La segunda ola de la pandemia ya igualó los picos de contagio de la primera oleada y, como era de esperar en el comienzo de un año electoral, están los que tratan de sacar rédito del sufrimiento de la sociedad. La carta abierta del ala dura del macrismo al Presidente ha sido la evidencia más clara. Presionado por este sector, Horacio Rodríguez Larreta aceptó reunirse con Alberto Fernández pero sin la presencia de Axel Kicillof. Junto con la epidemia crece el escándalo por la relación promiscua de Mauricio Macri con periodistas y funcionarios judiciales involucrados en el lawfare. Inevitablemente estas irregularidades tendrán que ser investigadas por la Magistratura y la Corte.
El macrismo ha puesto en funcionamiento su aceitada maquinaria de difamación. “La gente dice que detrás de este pico de contagios estaría el gobierno”, dijo Nelson Castro. “No te imaginás la cantidad de gente que escribió para decir eso”, insistió el galeno haciendo gala de terrorismo sanitario.
Lo que se espera de un médico en una pandemia es que contribuya a la solución y no a difundir versiones falsas y alarmistas. “Lo que pasa --continuó-- es que la gente espera cualquier cosa de un gobierno tan desprestigiado”.
Hay una sincronía entre esta afirmación y la carta abierta de los ultramacristas encabezados por Patricia Bullrich, haciendo responsable de todo al gobierno. Cuando informaron sobre esta carta, algunos medios titularon: “El macrismo le recordó a Alberto que la cuarentena disparó la pobreza”.
La palabra “recordó” implica que el editor coincide con el macrismo y da como un hecho lo que se afirma. Pero lo que hizo aumentar la pobreza, primero fue el macrismo y después la pandemia, no la cuarentena.
No hace falta hacer ninguna cuenta. Simplemente basta con mirar lo que pasa en Brasil, donde Jair Bolsonaro aplicó las recetas que aconsejan los ultramacristas: “Tasas de mortalidad por coronavirus, por cien mil habitantes, en los últimos siete días, ordenadas de mayor a menor, para Argentina y sus países limítrofes: Brasil 10,3/ Paraguay 4,8 / Uruguay 4,4/ Chile 4,2/ Argentina 1,9/ Bolivia 1,3”. Fuente : The Washington Post. (02-04-2021).
Brasil vive la peor tragedia sanitaria de su historia con más de 300 mil muertos, aunque las cifras extraoficiales hablan de más de 400 mil. En este momento el índice de desocupación es del 13 por ciento y están paralizadas las fábricas automotrices por un acuerdo entre las empresas y los sindicatos, a contrapelo de la decisión del presidente Bolsonaro de mantener todo en funcionamiento a pesar de la alta cantidad de víctimas que causa la epidemia.
La contraposición no es una Argentina en la mejor de las situaciones. También es un país golpeado con más de 50 mil muertos por la pandemia y la crisis que provocó. Es cierto que la cuarentena bajó los índices de mortandad, pero la economía fue afectada igual que en los países que no la aplicaron. El gobierno está ahora en una encrucijada muy difícil. Según el Indec, la pobreza alcanzó al 42 por ciento de los argentinos, o sea que con la pandemia aumentó más de seis puntos del nivel en que la dejó el gobierno de Mauricio Macri.
El principal objetivo de la cuarentena estricta, cuando no se contaba con vacunas ni otra herramienta de defensa más que el aislamiento, sirvió para ganar tiempo y preparar un sistema de salud que había sido abandonado durante los cuatro años de macrismo.
Ahora cuenta con un sistema fortalecido, aunque extenuado por la etapa anterior. Y tiene una nueva herramienta con las vacunas, que en ese momento no existían. La opción que eligió ha sido no interrumpir la actividad, tomando medidas sectoriales y progresivas, al mismo tiempo que hace una apuesta muy fuerte a las vacunas.
Sin medidas de aislamiento más drásticas, lo que queda es una carrera al todo o nada entre el crecimiento de los contagios y los tiempos de la campaña de vacunación.
Inglaterra tuvo un comienzo desastroso con la epidemia. Ahora, con una intensa campaña de vacunación, que cubrió rápidamente al 40 por ciento de la población, logró reducir en forma relevante el índice de mortalidad. Pero Chile, con un 20 por ciento de la población vacunada, mantiene un alto índice de mortalidad.
En poco tiempo, el gobierno deberá afrontar esos escenarios mientras que la campaña de vacunación ha tenido altibajos y, si bien alcanzó para inmunizar a los trabajadores de la salud y mayores de 80 años, todavía está vacunando a los mayores de 70. CABA ni siquiera empezó con esa franja etaria. La expectativa del gobierno es llegar a julio o agosto con la mitad de la población vacunada. Si se cumple esa meta, la vacuna podría haber limitado drásticamente la circulación del virus y los contagios.
Son decisiones difíciles que involucran a todos los ciudadanos. Y en el contexto de estas disyuntivas de las que depende la vida y la salud de millones de personas, aparecen los que tratan de sacar rédito político. Como sucedió en Formosa, cuando los ultramacristas trataron de montarse sobre el descontento de los comerciantes por la decisión del gobernador Gildo Insfrán de volver a Fase 1 en las localidades fronterizas con Paraguay, donde la epidemia está descontrolada.
La estupidez de que el gobierno estaría detrás del aumento de los contagios forma parte de la actitud de algunos comunicadores que acompañan las intervenciones del ultramacrismo. No se entiende cómo el gobierno estaría detrás de algo cuyo costo deberá pagar. El retraso de las PASO le conviene más a la oposición, que tiene problemas en su interna. Y además no se trata de un gobierno tan desprestigiado si las encuestas le dan una ventaja sobre la oposición.
La oposición tiene sus propios problemas en una interna donde Macri tiene más del 60 por ciento de imagen negativa. Es el político de peor imagen pero disputa la interna contra el sector encabezado por el jefe de gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta. Y crece también el escándalo de la famosa mesa judicial que en algún momento tiene que llegar a la Magistratura, e incluso a la Corte.
Las comprobadas y constantes visitas de jueces y fiscales al entonces presidente Macri ponen en duda la imparcialidad de sus fallos, lo que tendría que hacer caer todo el andamiaje judicial de persecución a los opositores del gobierno anterior. Algo similar a lo que pasó en Brasil con las causas contra Lula, cuando se comprobó la parcialidad del juez Sergio Moro.
La declaración del fiscal Gabriel De Vedia sobre la persecución mafiosa a la ex procuradora Alejandra Gils Carbó es un ejemplo de cómo actuaba la mesa judicial. Cuando el fiscal intercedió ante Fabián Rodríguez Simón, el operador judicial de Macri, recibió como respuesta una amenaza contra las hijas de la procuradora si ésta no renunciaba. Como si fuera pieza de la opereta, a las pocas horas, un periodista de Clarín difundió el teléfono de una de las hijas, que empezó a recibir decenas de amenazas. Y tras cartón el juez Julián Ercolini procesó a la procuradora en una causa inventada. Ahora Rodríguez Simón manda saludos desde Punta del Este.