Hay veces en la vida que el éxito total y el fracaso absoluto se deciden, como en el tango, «por una cabeza». Casi dos años después de que Donald Trump anunciara su tercera candidatura a la Presidencia de EE.UU., tras una campaña turbulenta y llena de giros del guion, él y Kamala Harris llegan este martes a la meta con la lengua fuera, desbocados y empatados. Si las encuestas no se equivocan por mucho, será un final de \'photo finish\'. EE.UU. se asoma con vértigo a una noche electoral tensa, a un recuento incierto y a un resultado que puede desatar sacudidas mayores.EE.UU. ha estado metido en una montaña rusa electoral todo este tiempo: imputaciones penales de un candidato, renuncia de otro, desembarco de Harris de última hora, intentos de asesinato contra Trump , cientos de mítines, decenas de miles de voluntarios, miles de millones de dólares en propaganda, debates, escándalos, famosos… Después de todo eso, un puñado de votos en uno de los siete estados decisivos -Pensilvania, Míchigan, Wisconsin, Georgia, Arizona, Nevada y Carolina del Norte- puede dar las llaves de la Casa Blanca.Este final con Trump y Harris no estaba en los libros. El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 pareció, durante un par de días, el final del trumpismo. Pero el multimillonario neoyorquino nunca perdió el fervor de sus bases y los líderes republicanos, los mismos que condenaron al expresidente por aquella jornada trágica y vergonzosa, acudieron uno a uno a Mar-a-Lago a besarle el anillo. Los que no lo hicieron, han quedado fuera del partido.Noticia Relacionada reportaje Si Propinas exentas de tasas, cebo electoral en Las Vegas Javier AnsorenaEl único momento de debilidad de Trump fue en noviembre de 2022. Los republicanos obtuvieron un resultado mediocre en las elecciones legislativas. Buscaban recuperar el Senado y conseguir una mayoría amplia en la Cámara de Representantes, con todo a su favor. No ocurrió. En parte, por reacción a la sentencia sobre aborto del Tribunal Supremo -con su mayoría conservadora reforzada por Trump- de unos meses antes. Pero también por la presencia de muchos candidatos trumpistas que perdieron sus elecciones. Muchos republicanos creían que era hora de pasar página con Trump. Había recambio: Ron DeSantis , gobernador de Florida, un valor en alza en el partido, una versión disciplinada de Trump. Pero el expresidente se adelantó a todos: presentó su candidatura y se comió la atención. Después, en la primera mitad de 2023, la cascada de imputaciones penales solo reforzó su narrativa de victimismo y disparó el apoyo de los votantes republicanos. En primarias, se merendó a sus rivales: DeSantis se deshizo como un azucarillo y solo plantó una oposición mínima Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur.El lanzamiento de KamalaTampoco debería estar aquí Harris, lanzada por el Partido Demócrata como una paracaidista a tres meses de la elección ante el desastre que se cocinaba con Joe Biden . El presidente menguante de EE.UU. había decidido presentarse a su reelección pese a todo: pese a su edad -buscaba aferrarse a la Casa Blanca hasta los 86 años-; pese a su fragilidad y declive físico y cognitivo, por mucho que lo negara su Gobierno; pese a su tremenda impopularidad, casi en los niveles de la de Trump en su presidencia; pese al desastre económico y el caos migratorio.Kamala Harris con Joe Biden efeBiden rompió su promesa de ser un «puente» a una nueva generación de líderes demócratas. Su ego por seguir en el poder -justificándolo en la necesidad de evitar que Trump recuperara la presidencia- imposibilitó un proceso de primarias. Harris -una candidata desastrosa en las primarias demócratas de 2020- parecía la única alternativa clara y dice mucho de ella que en el partido no se presionara a Biden para que diera un paso al costado.El castillo de naipes de la candidatura de Biden se cayó en el debate con Trump de finales de junio. El candidato republicano tomó ventaja en las encuestas, el pánico se instaló entre los demócratas. La maquinaria del partido forzó a Biden a renunciar a su candidatura y se ungió con rapidez y entusiasmo -más alivio que otra cosa- a Harris. Si la sustituta no gana el martes, alguien se permitirá una sonrisa en la Casa Blanca.Si Harris ha llegado a la meta final por sorpresa, Trump lo ha hecho de milagro. Salvó la vida no «por una cabeza», sino por un par de centímetros. Ocurrió en el episodio que será más recordado de esta campaña: su intento de asesinato de en Butler, una localidad rural de Pensilvania, a mediados de julio.Si Harris ha llegado a la meta final por sorpresa, Trump lo ha hecho de milagroLa campaña más agitadaEl fantasma de Robert F. Kennedy se indignará si lee que esta es la campaña más agitada de la historia. A él le cosieron a tiros en las cocinas de un hotel de Los Ángeles en junio de 1968, cuando era candidato en las primarias demócratas. Aquel fue el año de la renuncia del entonces presidente Lyndon B. Johnson, de una convención demócrata en Chicago disputada y violenta, tomada por las protestas contra la guerra de Vietnam, y de la victoria del republicano Richard Nixon.Pero la de 2024 no se queda muy atrás. Aquel día, subido al escenario, Trump giró la cabeza para mirar a una pantalla que proyectaba datos sobre la inmigración de indocumentados y esquivó el tiro mortal. Solo le rozó la oreja derecha. Su reacción de aquel momento le confirma como el mayor animal político de nuestro tiempo. Se levantó del suelo y antes que el Servicio Secreto lo sacara de allí en volandas, levantó el puño y, con la cara ensangrentada, gritó «¡luchad, luchad, luchad!». Eso ni se prepara ni se ensaya.Donald Trump, tras el intento de asesinato afpPor aquel entonces Biden todavía era candidato y la elección parecía decidida. Era una disyuntiva entre un presidente frágil y envejecido y un aspirante que acababa de dar la mayor muestra de fortaleza posible.Pero pronto llegó el volantazo demócrata con el desembarco de Harris y la campaña cambió de dinámica. La candidata demócrata, con una adhesión masiva coreografiada por su partido, con toda la atención de los medios, convertida en la gran esperanza \'anti Trump\', coronada en agosto en la convención de Chicago, deshizo la ventaja de su rival en las encuestas.Empate técnicoDesde entonces, la campaña vive en empate técnico. Las inversiones millonarias en anuncios, el debate de septiembre -en el que prevaleció Kamala-, el duelo de promesas en materia económica, los viajes constantes a los estados clave, el despliegue de aliados y famosos en los mítines -sobre todo para la demócrata- no han cambiado nada.La igualdad en las encuestas resalta todavía más la división y polarización instaladas en EE.UU. en lo que va de siglo, desde la llegada de Barack Obama al poder. La campaña las ha profundizado: para Harris, Trump es un «fascista» y una amenaza a la democracia. Para Trump, Harris es una marxista y, si gana la elección, «nos quedaremos sin país».Ambos bandos han endurecido sus mensajes con la cercanía de la cita con las urnas. Trump lo hizo antes. A comienzos de año defendió que los inmigrantes indocumentados -junto a la economía, su gran baza electoral- «envenenan la sangre de la nación». Ha insistido en esa línea y en la destrucción de EE.UU. si él no lo soluciona desde la Casa Blanca.Harris, por su parte, también ha agravado su mensaje. En sus primeros compases como candidata, ofreció una campaña de sonrisas, de alegría, de optimismo, de cambio (pese a llevar en el Gobierno como vicepresidenta más de tres años y medio). Sin disimulo, viró su figura política hacia el centro, en busca de republicanos moderados, de independientes, de indecisos, por donde cree que puede estar la victoria. Y en la recta final, del optimismo ha pasado a la alarma, a centrarse en Trump y en el riesgo que supone para EE.UU.Kamala ha pasado del optimismo a la alarma, a centrarse en Trump y en el riesgo que supone para EE.UU.La vicepresidenta, al igual que Biden, ha sido muy impopular en EE.UU. y su mejor baza es el rival que tiene enfrente. Muchos republicanos votan a Trump, muchos demócratas votan contra Trump.La campaña acabará oficialmente mañana lunes para los dos. Dedicarán el día a visitar estados clave, como Pensilvania y Michigan, como han hecho tantas veces en estos últimos meses.Después de tanto escuchar a los candidatos, el martes, por fin, hablarán los estadounidenses. Solo hay que mirar a 2020 y a la insistencia de Trump de que solo aceptará una derrota si la elección es «justa» para saber que ese día podría no ser el final de esta campaña histórica.