Una fila de personas bajo el sol de noviembre espera para cargar de un pequeño tanque cisterna, un poco de agua que es apta para el consumo humano. La imagen no es de un país subdesarrollado en medio oriente. Ocurre en la zona oeste de Itatí, localidad distante a unos 70 kilómetros de Corrientes Capital.
La imagen es habitual y en algunas oportunidades los vecinos no necesitan moverse de sus viviendas, el tanquecito cisterna recorre el barrio llevando el líquido vital.
La barriada que no posee agua potable está a unas diez cuadras del centro urbano itateño: todo parece un viaje en tiempo presente al siglo XVII.
La postal no es otra cosa que una fotografía de la falta de estructura en la provincia. Obras que mejores la calidad de vida la gente, de nuestra gente: recuerdo así que a pocos kilómetros de Itatí, Paso de la Patria no posee cloacas, la culminación de obras viales entre Curuzú Cuatiá y Sauce. Décadas de anuncios y de trabajos hechos a medias.
Veinte años de una misma administración que basó su eje discursivo en no ser del mismo color o signo político que los gobiernos nacionales desde 2001 hasta ahora, pero que en los cuatro años de macrismo con el que comulgaron, tampoco pudieron cristalizar obra alguna de relevancia.
Pero antes aclaremos que durante los gobiernso peronistas de 2003 a esta parte, Corrientes licuó sus deudas, durante diez años no pagó deudas y es por lo que ahora tiene una elevada performance en sus cuentas. Y también por eso, quizás, quiera endeudarse ahora.
Regreso al episodio itateño que llevó a los vecinos a salir a ruta y hacer un piquete para poder llamar la atención de las autoridades provinciales y comunales.
Siglo XXI y correntinos, correntinas, familias enteras deben salir a pedir agua potable. Un servicio que además de ser básico es vital, mucho más en un contexto pandémico como el que vivimos hace nueve meses.
¿Por qué tenemos que seguir viviendo así? ¿Por qué miles, centenares de miles de correntinos tienen que irse de su tierra para poder desarrollarse en la vida? Entiéndase ese desarrollarse como: tener trabajo, una vivienda y poder darles a sus hijos una educación digna.
Por qué algo tan básico cuesta tanto en Corrientes.
La aproximación como respuesta a esa pregunta quizás sea el modelo político imperante en la geografía provincial.
Es sorprendente que en 2020 estemos hablando de gente que busca agua en bidones o peor, que debe sacar agua del río Paraná para poder subsistir.
No estoy de acuerdo con esta forma de vida y no estaré de acuerdo nunca con esta normalización de que vivir en estas condiciones, sea “normal”.
Nos merecemos un trato digno y estar todos en igualdad de condiciones para desarrollarnos en nuestra tierra, en nuestros pueblos donde se desarrollaron nuestros padres.
Es necesario empezar a ver ese costado de la carencia estructural instalada en nuestra amada provincia.
Ahora más que en el pasado porque estamos viviendo tiempos cruciales. Donde es necesario replantearse un paradigma nuevo para la formación de las nuevas generaciones. La pandemia que aún no sabemos hasta cuándo durará, volvió a poner en la superficie los problemas estructurales que siempre estuvieron en toda la provincia.
Lamentablemente visibilizó la cuestión de clases: ciudadanos de primera, de segunda, de tercera y de cuarta categoría.
Tristemente no todos estamos en igualdad de condiciones para lograr los elementos y herramientas necesarias para poder tener una vida digna, darles a nuestros hijas e hijos, esas mismas oportunidades para que puedan desarrollarse.
A veces creo que solamente se trata de cambiar, de virar un poco la perspectiva y, sobre todo, marcar las falencias a quienes toman las decisiones en nombre de toda la comunidad. Mantener el sentido crítico también nos hará libres y por, sobre todo, dignos.