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Entre el crimen industrial y la pérdida del empleo: trabajadores de Dow en primera persona

 

A los más de 30 grados que el viernes a la tarde agobian a la ciudad, en la esquina de Ovidio Lagos y San Lorenzo, donde está ubicada la sede Rosario del Ministerio de Trabajo provincial, los trabajadores de la petroquímica Dow le suman la tensión de una audiencia en la que se juega su futuro laboral. Es decir, sus cuerpos sienten 100 grados. En realidad, si bien mantienen alguna expectativa -porque la esperanza es lo último que se pierde-, saben que su suerte está casi echada. Se los confirmará unos minutos después Mauricio Brizuela, el responsable gremial, cuando les diga que, efectivamente, “perdimos” porque “nos dejaron solos”.

La multinacional decidió cesar su operación en la planta de Puerto General San Martín y despedir a sus 120 empleados. Con la decisión política de los gobiernos nacional y provincial de no intervenir en el conflicto, la reunión del viernes adquirió una pátina casi formal.

“Nos echaron como a un perro”, dice a Conclusión Pablo, operario de mantenimiento de la planta. “Sabemos lo difícil que es conseguir un laburo en este momento del país”, lamenta a su lado Claudio, mientras agita una bandera del Sindicato de Obreros y Empleados Petroquímicos Unidos (Soepu) con la leyenda “No al cierre de Dow”. Aldana, del sector logístico, sabe que su situación personal de ahora en más “es muy difícil” pero, de todos modos, puede mirar más allá: “Están matando la industria nacional”.


 
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“Re complicado”


En 2013 Pablo tenía 19 años. A través de una empresa contratista consiguió entrar a la planta de Dow en Puerto General San Martín como ayudante. “Después nos adhirieron al sindicato petroquímico y pasé a laburar en mantenimiento mecánico”.

Cumplía esa tarea el 4 de octubre cuando le llegó un mensaje: la fábrica cesaba su producción local porque había decidido traer a la Argentina el poliuretano -la materia prima de otras industrias que se produce en la planta del Gran Rosario- desde otra unidad productiva, en Brasil.

“Ese viernes trajeron seguridad privada y no nos dejaron entrar más. Hicieron esto por temor a que tomáramos la fábrica”, cuenta Pablo en la esquina de Ovidio Lagos y San Lorenzo, mientras aguarda el final de una interminable audiencia, el viernes a la tarde, que ya lleva seis horas.

Casado, con una hija de un año y medio que no deja de mirar de reojo mientras habla con Conclusión, porque ajena al presente de su padre la niña sube y bajas las escaleras del Ministerio a una velocidad alarmante, el operario de mantenimiento piensa su futuro próximo.

“Lo veo re complicado, todos sabemos cómo está la situación del país, está jodido entrar, volver a reinsertarse en el ámbito laboral”, dice.

Piensa que ahora deberá “arrancar de vuelta” en un contexto laboral poco amable. “Somos 120 familias directas pero hay 3 mil puestos indirectos que vienen agua abajo”, dice sobre las consecuencias de la decisión de la firma global Dow de irse del país.

“La empresa cierra y quiere desmantelar todo. Lo que nosotros estamos peleando es para que, si Dow quiere irse, que se vaya, pero que no desmantele la empresa para que nosotros podamos seguir laburando, con otro nombre”, se esperanza. Esa posibilidad quedará incluida en el acta firmada entre la empresa y el Soepu en el Ministerio de Trabajo. Pero sin decisión política de los gobiernos de acompañar el proceso de búsqueda de un comprador, es una mera formalidad.

“Nosotros no somos piqueteros, no pedimos planes sociales, somos gente laburadora que nos estamos quedando sin laburo, esa es la realidad”, dice Pablo.

“Bronca y tristeza”


Claudio entró a Dow en 2011. Al igual que Pablo, también se desempeña en mantenimiento. No olvidará fácilmente el viernes 4 de octubre de 2024. “Nos enteramos por un mensaje, la fábrica nos estaba haciendo trabajar de lunes a jueves. Ese día nos llega la noticia por mensaje de la decisión que había tomado la fábrica”, cuenta.

¿Qué le ocurrió al leerlo? “En ese momento lo primero que se te viene a la cabeza es la familia, la situación actual de país, sabiendo lo difícil que es conseguir un laburo, más este tipo de laburo”, dice.

Tras la sorpresa, a Claudio lo asaltaron “la bronca y l tristeza, todo eso junto que te lleva a algo negativo”.

“Llegar ahí y verle la cara a un compañero, con la incertidumbre que genera”, recuerda.

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La bronca reside en que “ellos”, por la empresa, “tienen el apoyo desde el gobierno que hoy tenemos, de hacer lo que quieren”. Claudio sabe que “dinero estaban generando, la planta estaba funcionando”, pero “a ellos les conviene traer desde otro lado, en este caso de Brasil” la materia prima que producen en Puerto San Martín.

“La ganancia la van a seguir teniendo, y si no tenemos un gobierno que proteja la industria nacional, esto nos pasa hoy a nosotros, pero viene para más”, razona sobre los efectos que tendrá el cierre de la planta.

Matar a la industria


“Hace tres años que trabajo en Dow, en el sector de logística. Hice un tiempo de laboratorio, pero mi sector es logística”, cuenta Aldana en la ochava de Lagos y San Lorenzo.

La gorra y los lentes de sol que lleva puestos podrían confundir a un desprevenido con alguien que está yendo hacia algún sitio que le permita mitigar las consecuencias del caldo que es la ciudad el viernes a la tarde.

Pero la empleada del sector logística está midiendo otras consecuencias: “Están matando la industria nacional. Ellos se van a ir, no van a perder sus clientes y van a traer el producto de afuera”.

Para Aldana, de ese modo “se pierden un montón de puestos de empleo acá y matan a las otras industrias que trabajan con nuestra materia prima”.

Como sus compañeros, también sintió “mucha tristeza” el viernes 4 de octubre. “Fuimos un día a trabajar y de repente nos echaron como perros. Sin muchas explicaciones, habíamos hecho récord de ventas en 2023, es muy triste”.

Si le preguntan por el futuro, la chica dirá que ve “muy difícil lo que se viene para este año”, y repetirá: “Muy difícil”. Si, en cambio, la consulta es sobre los apoyos que cosechó la lucha que dieron desde el Soepu para sostener las fuentes de trabajo, su respuesta será que estuvieron “todos ausentes”.

“El único que dio una mano fue (el diputado Carlos) Del Frade, el resto la verdad que todos muy ausentes. El gobernador (Maximiliano Pullaro) miró para un costado, así que mucha bronca”, cierra.

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