Desde el cambio radical en el escenario internacional, con el fin de la URSS y el campo socialista, Estados Unidos se ha proyectado como la fuerza hegemónica en el mundo. Este fenómeno también ocurrió en América Latina.
La extensión del modelo neoliberal fue la modalidad económica de esta hegemonía. América Latina fue la región del mundo que tuvo más gobiernos neoliberales y sus modalidades más radicales. Fue la expresión de la hegemonía estadounidense más fuerte en el continente.
El breve aliento del modelo neoliberal reveló cuán cortas son las piernas de esta hegemonía.
Las economías más importantes del continente –la mexicana, la brasileña, la argentina– rápidamente comenzaron a sufrir crisis económicas, ya bajo el modelo neoliberal.
La tendencia norteamericana en el continente es estar cada vez más aislado, con menos apoyo, con gobiernos más adversarios. Esta tendencia se ha acentuado desde el surgimiento de gobiernos progresistas en América Latina.
Estos gobiernos, al privilegiar la superación del neoliberalismo y no su consolidación, siempre se han opuesto a la propuesta norteamericana para el continente. Al optar por procesos de integración regional y no por Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, se opusieron a las políticas norteamericanas para el continente. Fortaleciendo a los estados latinoamericanos, oponiéndose a la política y centralidad del mercado, propuesta estadounidense para el continente.
Estos gobiernos representaban espacios de autonomía en relación a la política norteamericana. EE.UU. empezó a centrar su apoyo en los gobiernos neoliberales, en las fuerzas conservadoras del continente.
México, Colombia, Chile, se convirtieron en los gobiernos privilegiados de Estados Unidos. Mientras que Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador llegaron a representar el polo opuesto de Estados Unidos.
Poco a poco, Estados Unidos fue perdiendo sus referentes más importantes en el continente. Primero, con la elección de López Obrador en México. Luego, con la elección de Boric en Chile. Finalmente, con la posibilidad real de la elección de Petro en Colombia. La probable derrota de Bolsonaro y la victoria de Lula consolidaría esta tendencia.
Al mismo tiempo que se debilitaba el campo de apoyo estadounidense, se fortalecía el bloque de oposición a Estados Unidos. Por primera vez, este campo podrá contar con los tres países más importantes del continente: Argentina, México y Brasil. La política de Estados Unidos siempre ha sido tratar de impedir esta alianza. Cuando se negoció la deuda externa de estos países, Estados Unidos y el FMI hicieron concesiones a uno de ellos, para evitar que se uniera a los demás. Y siempre se ha tratado de fomentar la distancia entre México y Argentina y Brasil y los conflictos entre estos dos países.
La administración Biden pretendía superar el aislamiento aumentado por la presidencia de Donald Trump, pero hasta ahora ha tenido poco éxito. El gobierno de Macri fue reemplazado por un gobierno antineoliberal. Lo mismo sucedió en México, con la victoria de López Obrador. Y en Chile, con el triunfo de Boric. En Colombia, la probable elección de Petro irá en la misma dirección. Igual que en Brasil.
La polarización entre las fuerzas de extrema derecha e izquierda y de centroizquierda -estas antineoliberales- no deja espacio para los aliados del gobierno de Biden. Éste se opone al estilo de Trump, pero mantiene el modelo neoliberal.
La decadencia de la hegemonía norteamericana en el mundo se expresa en América Latina de manera más acentuada. ¿Qué aliados firmes tiene hoy el imperialismo en el continente? Brasil y Colombia, que deben trasladar a sus gobiernos a posiciones de distanciamiento con Estados Unidos.
La posibilidad del regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos lo enfrentará a un continente ya sin los aliados que tuvo en el pasado. El aislamiento estadounidense será aún más marcado.
La pérdida de la capacidad hegemónica de Estados Unidos en el mundo se da, en su “patio trasero” histórico, de la manera más profunda y, probablemente, irreversible.