Salud

Estudiando psiquiatría

Para concretar la ley de salud mental habrá que poner el cuerpo, dice el ministro de Salud.
Inaugurando el 9° Congreso Argentino de Salud Mental, el ministro nacional de Salud, médico de edad madura,  ha recordado sus estudios de psiquiatría, que son exactamente iguales a los míos, aunque en otra universidad.

Algunas clases teóricas de enfermedades rarísimas, y luego algunas visitas a una especie de zoo llamado hospital neurosiquiatrico, donde en jaulas podíamos ver casos de esas enfermedades rarísimas. Nada o casi nada se nos enseñaba de los problemas comunes de salud mental, en cuanto a diagnóstico y tratamiento, tanto farmacológico como psicoterapéutico.

Es un sesgo de la enseñanza de la medicina, a todos los médicos nos apasionan los casos raros porque estamos hartos de ver diabéticos, hipertensos o chicos resfriados el 99 % del tiempo, y escuchar ancianos que nos dicen que nadie les lleva el apunte en la familia.

Un caso raro significa habitualmente una reunión médica donde uno se luce mostrando que lo que todos creían una gripe, es en realidad una enfermedad rara, y uno tuvo el ojo clínico suficiente para darse cuenta que no era una gripe, aunque lo pareciese, y si uno encuentra una enfermedad nueva, por más rara que sea, quedará en la historia porque se le pondrá el apellido de uno a esa enfermedad.

En fecha más reciente sé que la orientación ha cambiado, y ahora se enseña promoción de la salud mental, es decir todo aquello como el deporte y la recreación puede mejorar la salud mental, pero tampoco se enseña o muy poco, el diagnóstico y tratamiento de los problemas mentales comunes.

La sorpresa de un médico recién recibido suele ser mayúscula cuando comienza a ejercer puesto que la consulta diaria poco tiene que ver con los pacientes que vio en los hospitales escuela, todos casos raros, y yo mismo cometía este error cuando era docente de clínica. Decía a los alumnos de mirar tal caso rarísimo que nunca volverían a ver en su vida, y ellos se agolpaban alrededor de la cama, sin que ninguno dijese, “si no lo vamos a ver nunca más, para que queremos verlo?”.

Es lo mismo que ser policía, y por eso no es lo mismo detener a alguien  con las manos en la masa que dilucidar la muerte de Nisman.

El ministro ha insistido en que hay que poner el cuerpo para que la nueva ley de salud mental se concrete, porque si no quedará en letra muerta, y esto es sin duda muy problemático, porque la nueva ley de salud mental afecta muchos intereses, entre ellos los de la población que prefiere que los enfermos mentales estén en manicomios, y no sueltos o en hospitales generales, como pretende la nueva ley que obliga a cerrar manicomios públicos y privados, los del personal de atención y familias que prefieren que los pacientes mentales estén medio adormilados con psicofármacos, y los de los médicos psiquiatras sometidos ahora al juicio de los psicólogos, cuando pocas décadas atrás los psicólogos eran considerados auxiliares médicos, y solo podían intervenir a su pedido. Para ejemplificar esta inversión la Dirección Nacional de Salud Mental está ocupada por una psicóloga, lo mismo que muchas direcciones provinciales, y de ellas dependen normativamente los médicos psiquiatras que son asalariados del estado.

Al sancionarse la ley, medio a las apuradas, la asociación científica de psiquiatras la rechazó por inconsulta  y llegó al extremo de declarar persona no grata el experto de OPS/OMS que había colaborado en su redacción. Por esa razón el ministro habla de que si no se pone el cuerpo la ley quedará en letra muerta.

La ley que permite matrimonio entre personas del mismo sexo, amplía derechos, y no fue objetada o muy poco por la población, aunque la que legaliza el aborto va y viene entre comisiones, porque solo es apoyada por legisladoras mujeres, en tanto los varones, salvo excepciones se hacen los distraídos porque saben que al menos la mitad de la población está en contra, y deben pensar en sus electores, al ser la democracia el gobierno del pueblo.

En ese sentido habría que preguntarse si los psiquiatras no tienen algo de razón. Convivir con enfermos mentales y discapacitados en general exige mucha tolerancia, por eso los vemos poco en las calles, y la habilitación de la primera clínica privada de salud mental en cercanías de la plaza central en Resistencia generó gran escándalo público, porque las propiedades cercanas se devaluaron, aunque la clínica tuviese rejas para impedir fugas.

A nadie le gusta vivir con pacientes mentales, tuberculosos, o leprosos en las cercanías, por eso los establecimientos que les estaban destinados se construyeron en lugares alejados de las poblaciones, así como los cementerios, y aún recuerdo una visita a la iglesia de San Francisco en Lima en cuya catacumba se sepultaba a todo el mundo, hasta que llego el Gral. San Martin, y ordenó cesar con eso, y que se construyera un cementerio en las afueras de la ciudad, con el objeto de preservar la salud de la población, y en Isla del Cerrito los leprosos que fallecían era cremados, no enterrados por las mismas razones. Creencias absurdas, pero acordes a la época.

Un par de años atrás pregunto a una médica cursando una residencia en salud mental en Buenos Aires, para que le había servido la carrera de medicina. Para nada me respondió, tuve que empezar de nuevo porque todo era desconocido para mí, en tanto que los residentes que eran psicólogos se movían como pez en el agua.

La división cuerpo/mente fue sugerida por Descartes, aunque formulada como cuerpo/alma, recomendando a los médicos ocuparse del cuerpo, y dejar el alma a la religión, y debimos esperar a Freud, para que la medicina se interesara al alma, ahora llamada mente. Eso dió lugar a una teoría completamente nueva de la salud mental,  que domina la psicología argentina, país donde hay más psicólogos que en todos los países europeos juntos, y donde se reverencia a Freud más que en ninguna otra parte del mundo, diga lo que diga el epistemólogo Mario Bunge, que considera a Freud un simple charlatán, o el ex ministro de salud Ginés González García, (2002-2007) que dijo  las universidades no forman el psicólogo que el país necesita, pero como había dicho también que tampoco se forma el médico que el país necesita, nadie le hizo mucho caso, y el presidente le dijo de no meterse en ministerios distintos al suyo, puesto que la formación de médicos y psicólogos es resorte del ministerio de educación, no de salud.

Si el medico no encuentra nada anormal en los exámenes de laboratorio de una persona y sus radiografías , pero el paciente dice sin embargo que se sigue sintiendo mal, dirá que probablemente sea algo psicológico, y recomendará consultar a uno de estos profesionales. Del mismo modo que uno debe llevar su corazón al cardiólogo, sus tripas al gastroenterólogo, su diabetes al diabetólogo, etc., deberá llevar su mente al psicólogo.

Los actuales objetivos de las carreras de medicina en el país, fijados por el ministerio de educación dicen que los egresados deben estar en condiciones de tratar las enfermedades más comunes, siendo las mentales las más comunes, y algo debe haber de cierto porque los psicofármacos son los medicamentos más vendidos de Argentina, aunque solo los médicos  pueden indicarlos ya que, al menos en teoría solo pueden venderse bajo receta, y aun los psicólogos deben recurrir a ellos para la receta si quieren consumirlos, al estarles vedado prescribir medicamentos.

Como se dice habitualmente es necesario un cambio de paradigma, aunque esto no es algo que se haga por decreto, sino que requiere que la mayoría de los involucrados cambien de ideología, y/o intereses, lo que es algo más difícil que sancionar una ley, así que habrá que poner el cuerpo como aconseja el ministro para que la cosas comienzan a avanzar, y estar preparado para las críticas.

 

Alfredo Zurita

Profesor Titular de Salud Pública

Facultad de Medicina

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