Francisco recibió en audiencia a los formadores del Seminario Arzobispal de Milán, con motivo del 150° aniversario de la revista teológica "La Scuola Cattolica".
Formar bien a los sacerdotes para que sean "expertos en humanidad", capaces de escuchar el sufrimiento del pueblo. Escudriñar y evaluar integralmente a quienes inician el camino hacia el sacerdocio, teniendo en cuenta su forma de vida, afectos, relaciones, responsabilidades, así como "debilidades" y "desequilibrios", son algunos de los consejos que el Papa dirigió esta mañana a los formadores del Seminario Arzobispal de Milán, a los que recibió en el Vaticano con motivo del 150º aniversario de la revista La Scuola Cattolica, la revista teológica del mismo seminario fundado en 1872 por un grupo de sacerdotes lombardos.
“Una vitrina, donde un artesano expone sus obras y puede admirar su creatividad”, así define el Papa al periódico. Y precisamente en virtud de esta creatividad, ofrece indicaciones precisas sobre lo que la teología debe decir y representar para el mundo: no “una 'teología de escritorio', que termina en disputa académica o que mira a la humanidad desde un castillo de cristal, sino 'un servicio a la verdad' que da 'sabor' además de 'conocimiento'".
El llamado
En el largo discurso pronunciado, el Papa habla a través de imágenes y metáforas, sobre todo cuando reflexiona sobre los "llamados a la vocación que -dice- no son hongos que brotan de repente, sino vasijas de barro modeladas por las manos del Señor a través de escoltas y entrenadores".
Hay tres indicaciones del Papa: en primer lugar, una teología con un lenguaje "siempre vivo, dinámico", que "no puede dejar de evolucionar y debe cuidar de hacerse entender". De hecho, se necesita el "trabajo de quienes tratan de interpretar la fe, de traducirla y retraducirla, de hacerla comprensible, de exponerla con palabras nuevas".
A veces los sermones o las catequesis que escuchamos están compuestos en gran parte por moralismos, no lo suficientemente "teológicos", es decir, no son capaces de hablarnos de Dios y de responder a las preguntas de sentido que acompañan la vida de las personas.
Cómo comunicar la fe hoy
Para Francisco “una de las mayores dolencias de nuestro tiempo es precisamente la pérdida de sentido, y la teología, hoy más que nunca, tiene la gran responsabilidad de estimular y orientar la investigación, de iluminar el camino”.
Preguntémonos siempre cómo es posible comunicar hoy las verdades de la fe, teniendo en cuenta los cambios lingüísticos, sociales, culturales, utilizando los medios de comunicación con competencia, sin jamás diluir, debilitar o "virtualizar" el contenido a transmitir.
El Papa, por tanto, nos exhorta a crear "una teología capaz de formar expertos en humanidad y proximidad". “La renovación y el futuro de las vocaciones -dijo- sólo es posible si hay sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos bien formados”. Y la formación es "un proceso que requiere mucha docilidad y confianza, porque cada persona es un misterio inmenso y trae consigo su propia historia familiar, personal, humana y espiritual".
La sexualidad, la afectividad y la afinidad son dimensiones de la persona a ser consideradas y comprendidas tanto por la Iglesia como por la ciencia, también en relación a los desafíos y cambios socioculturales. Una actitud abierta y un buen testimonio permiten al educador "conocer" toda la personalidad del "llamado", involucrando su inteligencia, sentimientos, corazones, sueños y aspiraciones.
Diaconía de la verdad
La invitación del pontífice es a discernir si una persona puede emprender o no un proceso vocacional: “Todo el camino -dijo- debe activar procesos encaminados a formar sacerdotes maduros y consagrados, expertos en humanidad y proximidad, y no funcionarios de lo sagrado”.
Un buen formador expresa su servicio en una actitud que podemos llamar "diaconía de la verdad", porque está en juego la existencia concreta de las personas, que muchas veces viven sin certezas, sin pautas compartidas, bajo el condicionamiento palpitante de informaciones, noticias a menudo contradictorias. y mensajes que modifican la percepción de la realidad, orientándose hacia el individualismo y el indiferentismo.
Así se benefician los seminaristas y se benefician en la formación que puede “aprender más de tu vida que de tus palabras; poder aprender de la docilidad de tu obediencia, la laboriosidad de tu entrega, la generosidad con los pobres de tu sobriedad y disponibilidad, la paternidad de tu afecto casto y no posesivo”.
El mundo necesita sacerdotes que sean capaces de comunicar la bondad del Señor a quienes han experimentado el pecado y el fracaso, sacerdotes expertos en humanidad, pastores dispuestos a compartir las alegrías y los trabajos de los hermanos, hombres que sepan escucha el clamor de los que sufren.
La evangelización no es proselitismo
Es en esta perspectiva que la teología se convierte en un servicio a la evangelización que, señala Francisco, "no es nunca proselitismo, sino atracción por Cristo". “Todos los hombres y mujeres tienen derecho a recibir el Evangelio y los cristianos el deber de proclamarlo sin excluir a nadie. Y todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio porque, ante todo, es un pueblo en camino hacia Dios”.
En este camino es fundamental el diálogo con el mundo, las culturas y las religiones. El diálogo es una forma de acogida y la teología que evangeliza es una teología que se nutre del diálogo y de la acogida.
El hábito espiritual del teólogo
Finalmente, el Papa recuerda que es siempre el Espíritu Santo quien da impulso a la misión de la Iglesia. “Por eso -subrayó- el 'hábito' del teólogo es el de un hombre espiritual, humilde de corazón, abierto a las infinitas novedades del Espíritu y cercano a las heridas de la pobre humanidad, desechada y doliente".
Sin humildad el Espíritu se escapa, sin humildad no hay compasión, y una teología sin compasión y sin misericordia se reduce a un discurso estéril sobre Dios, quizá hermoso, pero vacío, sin alma, incapaz de servir a su voluntad de encarnar, de estar presente , para hablar al corazón.
"Sabor", así como "saber"
Por tanto, está claro que "enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, en la que el Evangelio responde a las necesidades reales de la gente. También los buenos teólogos, como buenos pastores, huelen a pueblo y a calle y, con su reflejo, derraman aceite y vino sobre las heridas de muchos”, dice el Papa, y concluye con la esperanza de “una teología viva, que da 'sabor' a la vez que 'saber', que es la base de un diálogo eclesial serio, de un discernimiento sinodal, a organizar y practicar en las comunidades locales, para un renacimiento de la fe en las transformaciones culturales de hoy”.+