Cotidianamente solemos escuchar terminología política, acuñada para definir determinadas situaciones como fake news o lawfare, sin embargo, hay una palabra usada hace mucho en la Argentina y que ha logrado reconocimiento internacional, me refiero a Gorila. La expresión fue tomada de un cuadro humorístico creado por Aldo Cammarota y puesto en escena en el programa radial La Revista Dislocada, refiriéndose a movimientos golpistas en 1955, en un jingle se repetía “deben ser los gorilas deben ser”. Producido el golpe de estado sus autores se calzaron orgullosos el mote. A tal punto que en la elección de 1963 que consagró a Arturo Illia como Presidente, el partido militar UDELPA, que llevó a Aramburu como candidato, tenía una consigna que decía “llenemos de gorilas el congreso”. Tenemos así que el término “gorila” con implicancia política comenzó a ser utilizado en 1955 por los propios antiperonistas para autodenominarse con un sentido elogioso.
Con el tiempo los antiperonistas que utilizaban el término "gorilas" para llamarse a sí mismos dejaron de hacerlo y comenzó a usarse cada vez más para denominar a las personas que adoptan sistemáticamente posturas de rechazo al peronismo. La expresión "gorila" es utilizada tanto por peronistas como por personas con otra pertenencia política o sin ella, y puede estar referida a personas de cualquier pertenencia política, incluso justicialista, cuando se le atribuye haberse alejado de los valores e ideas del peronismo. Durante el gobierno de Carlos Menem las políticas implementadas y gran parte del gabinete de ese Presidente eran tildados de gorilas por muchos Peronistas; y la honestidad histórica, imperativo necesario en el análisis crítico, debe recordar que el 1 de mayo de 1974 sectores identificados con la Organización Montoneros se retiraron de la plaza exclamando ¿qué pasa general que está lleno de gorilas el gobierno popular?
Sin embargo, más allá de estos reconocimientos históricos, tanto para propios y extraños, ser gorila además de estar en contra de políticas nacionales y populares, básicamente es ser antiperonista.
No es radical, conservador, liberal, etc., sino que principalmente es, reitero, antiperonista. No se mueve por sentimientos y causas nobles sino por el odio y el resentimiento. Son capaces de elucubrar cualquier tipo de teoría conspirativa. Son los mismos que pintaban “Viva el cáncer” cuando Evita estaba enferma. En casos graves, llegan al paroxismo de bombardear gente inocente en plaza de mayo o masacrar toda una generación. Hacerlo o justificarlo.
Los gorilas repiten y repiten lo que dicen los medios masivos de comunicación “lo dijo Clarín o La Nación” y lo retrasmiten copiando las informaciones, reenviando, subiendo fotos de las notas, en fin, orgullosos evidencian su gorilismo aunque no les guste que así los llamen. Escapan al debate profundo e ideológico de los grandes temas, y solamente discuten las menudencias de la política, los enoja el pensamiento crítico. En los casos más agudos el dialogo se reduce al peinado de Cristina o las carteras que usa, el perro de Fernández, el celular del pobre, las vacaciones de los trabajadores. No soportan que los que están “más abajo en la escala social”, según sus propios términos quieran ascender, la inclusión social es demagogia.
Los gorilas políticos descreen de las utopías y la capacidad de sueños colectivos, limitando su accionar a la consecución de posicionamientos personales, egoístas. El gorilismo les impide ver la realidad y por eso se manejan por su subjetividad, abundante de odio y resentimiento, visceralmente antiperonista. Hasta existen gorilas que los son en privado, pero se avergüenzan en público o no les conviene la identificación
Si bien hay algunos Gorilas “ilustrados” y tienen un grupo de intelectuales afines, en la mayoría de los casos, absorben información intencionadamente dirigida hacia ellos, haciendo gala de su información muestran su falta de formación, la ignorancia y el resentimiento de clase son signos inequívocos de racismo, “negros” “bolitas” “monstruos”. Detestan que se hable de Perón, Evita, Cristina y ahora Alberto. La “marchita” los enloquece, son capaces de proferir los gritos más violentos y furiosos. Aceptan y aplauden a quienes los manipulan, son el sector más utilizado por los intereses políticos, sin saber por qué salen a la calle, para defender a Vicentín o atacar la cuarentena, les da lo mismo. Hoy tienen un profundo dolor por el arreglo de la deuda, los gorilas “puros” lo expresan con alguna excusa (no es un buen acuerdo por ej.) y los hipócritas callan y hasta se muestran complacidos, pero el dolor es inmenso.
Admiten que la Justicia es el poder que peor funciona, pero se niegan a discutir la reforma judicial. Y son los mismos que aceptaron la designación de Supremos por decreto, el traslado de Jueces y Fiscales, la supresión de leyes, designaciones arbitrarias. Sin mencionar aprietes y amenazas. El Poder Judicial siempre fue un “coto cerrado”, un ámbito familiar.
Tienen la extraña particularidad de que cuando mejor les va en materia económica y bienestar, es cuando más se quejan. Y lo más raro aún es que combaten las medidas del gobierno peronista que los benefician y sienten una inexplicable y confesa nostalgia por quienes los maltrataron o los hicieron sufrir, ahí donde más les duele, en el bolsillo.
Algunos suelen ser personas simpáticas, amistosas, incluso dispuestas hacer favores, “generosas con billetera ajena”, que gustan del asado y el buen vino como cualquiera. El gorila bien gorila no acepta razones, escucha muy poco, es gritón, soberbio e irritable y acorralado es muy peligroso. El político gorila aprovecha de las oportunidades como nadie, descubre caminos al poder, utiliza personas y medios con una gran capacidad, propia del simio arribista.
La coincidencia entre el gorilismo tradicional, paquete, derechoso, nostálgicos de milicos y genocidas con el gorilismo izquierdozo, si bien se dio en todas las épocas desde 1945, hoy produce situaciones graciosísimas, mientras unos denuncian que “marchamos hacia Venezuela” los otros reivindican a Maduro y juntos cacerolean contra el gobierno de Fernández. Luego llegan a su casa y se ven orgullosos en la TV, cacerola en mano, con un cartel NO AL COMUNISMO, bajo una gran bandera roja.
Roguemos que, esta vez, los gorilas se centren en apreciar el sistema, no generen violencia, porque esa violencia irradia hacia abajo y las tolerantes mayorías populares argentinas, los que más sufren en situaciones de crisis pueden reaccionar en consonancia con las necesidades y tristezas que padecen.
Por Germán Wiens