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Greta Thunberg: de niña prodigio del clima al símbolo del antisemitismo

La Policía de Dortmund ha retirado esta semana el permiso a una manifestación propalestina que previamente había autorizado. El motivo alegado ha sido que, en las redes sociales, había sido anunciada la presencia en dicha manifestación de Greta Thunberg , considerada por las fuerzas de seguridad alemanas como «potencialmente violenta». La joven de 21 años había participado el 7 de octubre en las agresivas manifestaciones antisemitas en Berlín y «los últimos acontecimientos llevan a la conclusión de que está dispuesta a usar la violencia», según la Policía, «por lo que, después de un examen intensivo y en el contexto de la evaluación de riesgos, se ha ordenado la prohibición y consiguiente disolución de la concentración».El comunicado se refería a un campamento de protesta por la violencia de Israel contra Gaza, que lleva varios meses pacíficamente instalado frente a la Universidad de Dortmund con la venia de la Policía y que ha sido ahora desmantelado sin resistencia por parte de los siete activistas acampados. Esta actitud pacífica corría serio peligro, según las fuerzas del orden, si la joven sueca hacía su aparición. Hace sólo unos años, Greta Thunberg habría sido recibida, tanto en Dortmund como en cualquier otra ciudad alemana, como una heroína seguida por masas de jóvenes conmovidos por sus exigencias sobre la protección del clima. Ahora, sin embargo, nadie ha protestado. Thunberg ha pasado de ser la niña prodigio del clima y modelo de una generación a persona \'non grata\' para la que se pide la prohibición de entrada en Alemania. El camino de uno a otro personaje es bastante más corto de lo que podría parecer.Huelga escolarLos padres europeos oyeron hablar por primera vez de Greta Thunberg allá por 2018, cuando sus hijos adolescentes anunciaron en casa, con tono festivo, que dejarían de asistir al colegio los viernes, con el noble objetivo de proteger el clima. La idea había surgido de una chica de Estocolmo, de 15 años y con síndrome de Asperger. Uno de los antepasados de su padre, el Nobel de Química Svante Arrhenius, predijo en 1896 que el aumento de las emisiones de CO2 causaría un calentamiento global. Con esta herencia y tras haber visto muchos documentales en Internet, había decidido dejar de ir al colegio para protestar frente al Parlamento de Suecia con el cartel \'Skolstrejk för Klimatet \' (Huelga escolar por el clima). Greta Thunberg, con una keffiyeh palestina, hace un gesto durante una marcha de la huelga climática de Fridays for Future EPNo fue la actitud de la niña lo más sorprendente, ni el hecho de que a tantos otros niños europeos les pareciese una buena idea. Al fin y al cabo, ¿quién no ha tenido 15 años? Lo realmente sorprendente es que padres de toda Europa, direcciones de colegios de todo credo e incluso gobiernos aparentemente solventes apoyasen su iniciativa. Fue recibida por Obama y Merkel, nominada para el Nobel de la Paz y designada \'persona del año\' por la revista \'Time\'. El movimiento \'Fridays for Future\' (FFF) se extendió con gran velocidad a 180 países, gracias también a la complacencia generalizada de los medios de comunicación, y el viernes 29 de marzo de 2019 reunió en Berlín a 1,8 millones de manifestantes. La líder de FFF en Alemania, que acompañó a Greta ese día sobre el escenario, era Luisa Neubauer, de Hamburgo, que tenía entonces 23 años y había quedado huérfana de padre a la edad de 20. Luisa manejaba un argumentario aparentemente muy técnico con el que golpeaba certeramente incluso al entonces ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, al que cerró la boca en un debate televisado con la acusación de que el presupuesto total alemán de emisiones de CO2, aún permitidas para alcanzar el objetivo de 1,5 grados, se agotaría antes de 2030.La entonces directora gerente del FMI, Christine Lagarde (d), saluda a la estudiante sueca Greta Thunberg en 2019 EFEAltmaier intentó convencerla de que «apresurar» la reducción llevaría a pérdidas masivas de puestos de trabajo y desaparición de pequeñas y medianas empresas, además de aumentos de los precios de la energía, lo que afectaría a la competitividad, pero nada podía alegar contra el argumento total de Thunberg y compañía, su convicción sobre el inminente colapso planetario, en comparación con el cual la destrucción de la economía resultaba irrelevante. Greta y sus seguidores se sabían la última generación sobre la Tierra y así bautizaron su movimiento: \'Last Generation\'.Thunberg fue nombrada por Amnistía Internacional \'embajadora de la conciencia\' ese mismo año y a duras penas logró controlar su ira en el discurso que pronunció ante los líderes mundiales en la Cumbre sobre la Acción Climática de Nueva York. Ese fue el punto de inflexión: su imagen comenzó a perder popularidad, pero nadie todavía osaba corregir su comportamiento, a pesar de que nunca ocultó el carácter antisocial e incluso violento de su visión del activismo. «Debemos enfrentarnos al sistema que nos está robando nuestro futuro», repetía desde sus primeras intervenciones. «No podemos ganar si no nos saltamos las reglas». Hablaba abiertamente de «cualquier tipo de medidas» y mostraba un claro desprecio por las autoridades y por las fuerzas del orden. Nada de ello tuvo consecuencias hasta que cumplió la mayoría de edad. Entonces comenzaron a llegar las condenas judiciales por allanamientos, daños a la propiedad y resistencia a la autoridad. Fue encarcelada brevemente en Londres por negarse a disolver una concentración, como ordenaba la Policía, aunque la mayoría de las demandas se han saldado con multas.Abrazar una nueva causaGreta se encontró por primera vez en un escenario adverso en 2021, durante una visita a Canadá. Los enfervorecidos jóvenes que solían rodearla habían sido sustituidos por otros que la increpaban en público («¿Por qué no vas a China o Arabia Saudí en lugar de criticar aquí nuestro petróleo amigable con el medio ambiente?»), y también a su padre («¿Cree que está bien obligar a una joven con una enfermedad mental a conducir por el país?»). Sólo la defendió en Twitter la periodista canadiense Naomi Klein, activista a favor del boicot a Israel. Comenzó a seguirla en redes y encontró una nueva causa que abrazar para volver a los titulares. Aparentemente bajo su influencia, comenzó a publicar mensajes contra Israel, pero fue tras el 7 de octubre de 2023 cuando aparcó definitivamente el apocalipsis climático para dejar paso a una «huelga de solidaridad con los palestinos» y acusaciones contra los «medios de comunicación occidentales». Esta nueva ocupación la ha sacado durante el último año de su apartamento alquilado en Estocolmo, al que se ha mudado desde la casa de sus padres con sus dos perros, un golden retriever y un labrador. Ahora recibe invitaciones desde Copenhague, para marchar con el pañuelo palestino al cuello u ocupar instalaciones universitarias en Malmö, o para hacerse fotos ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya con el comentario: «No podemos permanecer en silencio durante un genocidio. Palestina será libre». Últimamente ha enlazado en sus redes sociales, con millones de seguidores, escritos que instan a la aniquilación de Israel. Su reciente presencia en los disturbios propalestinos violentos en Leipzig y en Berlín ha terminado de dibujar un perfil antisemita.Críticas desde IsraelEn Israel, más de 200 activistas climáticos han condenado sus declaraciones por «aterradoramente unilaterales y mal informadas». «Nuestra total solidaridad con los judíos de todo el mundo, y condenamos enérgicamente el terror de Hamás», ha reaccionado Luisa Neubauer en Alemania. «Nos distanciamos enfáticamente de las publicaciones antisemitas en nuestros canales internacionales, nos alarma ver cómo nuestras redes han sido abusadas para compartir desinformación, antisemitismo y odio». «El punto es que Israel está usando el hambre como un arma y está cometiendo un genocidio», ha respondido Greta en una entrevista en la televisión alemana, sellando para siempre la ruptura de la relación. «¿Qué representa un movimiento por la justicia climática que no puede distanciarse cuando se comete un genocidio y mueren decenas de miles de personas?».Incluso en su propia casa, Thunberg ya no es tan bienvenida como antes. La prensa sueca ha revelado que quien susurra en sus oídos y escribe sus discursos es el activista británico Kevin Anderson, promotor de empresas en el sector del clima. Un nuevo gobierno sueco de derechas ganó las elecciones de 2022 con promesas de gasolina más barata, paralización de los proyectos eólicos y la expansión masiva de la energía nuclear. Como reacción, Thunberg ha interpuesto una demanda contra el Estado sueco, sin precedentes y pendiente de admisión a trámite. En Alemania, el grupo parlamentario de la CDU ha instado a prohibir su entrada en el país y el comisionado de Antisemitismo del Gobierno Federal, Felix Klein, cree que Thunberg «está perdiendo credibilidad y se está desmantelando a sí misma». El todavía presidente del Partido Verde, Omid Nouripour, cree que «se ha desacreditado hace mucho tiempo».

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