El uso de las nuevas tecnologías de comunicación y la irrupción de las redes sociales, además de los cambios en las costumbres de los últimos decenios, tiene como una de sus consecuencias que en Argentina haya cada vez menos lectores. El aislamiento obligatorio por la larga cuarentena en 2020 y la mayor parte de 2021, hizo que muchas personas se conectaran a través de plataformas virtuales, en lugar de conciliarse con la lectura en busca de un mundo imaginario o de formación profesional, que les permitiera sobrellevar la falta de contacto cotidiano con los semejantes.
Una cifra preocupante es la que proporciona la Fundación Leer que afirma que, de acuerdo a sus estudios, de cada cuatro adolescentes de 17 años, son tres los que no comprenden lo que leen. La falta de comprensión lectora afecta severamente a quienes emprenden un oficio o estudios superiores, ya que los textos son siempre de complejidad creciente a lo largo de la formación. En economías que se fundamentan cada vez más en el conocimiento, con la incorporación nuevas tecnologías y la aplicación de las ciencias, es urgente desarrollar la capacidad de lectura y la realización de operaciones matemáticas básicas.
La lectura excede en sus beneficios a la futura inserción laboral, ya que es un hábito que estimula la imaginación, la abstracción, aumenta la capacidad de asociación y permite explorar universos desconocidos. Al ponerse en diálogo con otros autores, nos permite comprender –y no necesariamente aceptar en su totalidad- sus modos de pensar, creando el sano espíritu crítico y reflexivo que debe tener la ciudadanía de una República. Hay estudios que incluso señalan los efectos benéficos de la lectura para la salud física y psíquica, por su estímulo cognitivo. Si este hábito se extiende a lo largo de toda la vida, las dificultades de los inicios se pueden superar ampliamente y hacer de este esfuerzo un gran placer que enriquece nuestra cultura general. La educación es y seguirá siendo, por excelencia, la herramienta para la movilidad social ascendiente de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, en la que ya más de la mitad de los niños viven en hogares pobres. La falta de lecto-comprensión y de matemáticas elementales, deja anclados en la pobreza a la mayoría de los adultos del porvenir inmediato, lo que se puede ir agravando en las décadas siguientes si no actuamos de inmediato.
Ahora bien, para hacer de Argentina un país de lectores –¡y por supuesto que es posible!-, habrá que recurrir a los múltiples soportes existentes y a los modos de aproximación al libro, desde las historietas hasta el libro complejo, desde el audiolibro y el pdf, hasta el texto en papel. La formación nunca se agota en las aulas de las escuelas y las universidades, ya que lo que allí se brinda es un índice general de lo que luego podemos explorar para expandir nuestras mentes curiosas. Una vez más, la Fundación Leer propone una amplísima alianza escuela – familia – lectura y comunidad, es decir, una actitud positiva y estimulante que se generalice y multiplique. De padres lectores no necesariamente saldrán hijos que prosigan con tan sana práctica, ya que son numerosos los estímulos de lo visual, pasajero y fácil. Si bien a nivel nacional y provincial se pueden desplegar estrategias generales a favor de programas de lectura con una visión integrada de educación, ciencia y cultura, será clave el rol de las familias y las autoridades municipales por la proximidad, en conjunto con empresas editoriales y librerías, la sociedad civil, escuelas, bibliotecas populares, museos, clubes y emprendimientos económicos para que este salto cualitativo pueda tener resultados continuos y mensurables. Empecemos instalando esta cuestión estratégica en la agenda del debate público.
Es urgente actuar para el largo plazo, porque el futuro ya está tocando las puertas de este presente.