El suicidio infanto-juvenil es imposible de entender, y de sólo nombrarlo provoca reacciones viscerales, de rechazo, como de no querer ni hablar de eso, ni oír siquiera nada. Pero es una realidad que existe, incluso en Argentina. Y lo primero que podemos hacer en favor de los suicidas de la infancia y adolescencia, esto es saber. Hay que saber, abrir los ojos, sospechar, puesto que sólo así podremos hacer algo por ellos. Hay que saber para hacer. Y luego pedir que se haga. Ciertas causas del suicidio infanto-juvenil se pueden prevenir.
En general, por cada uno que consigue suicidarse, hay unos veinte que lo intentan sin conseguirlo. Y quien intenta suicidarse una vez, en general vuelve a intentarlo un tiempo después, y luego otra vez, y así. Entonces hay que estar atentos. En general, quien se suicida ya lo había intentado una o más veces.
Según informa la Sociedad Argentina de Pediatría (1), entre 2005 y 2007 se suicidaron en Argentina algo más de dos mil quinientos chicos de 5 a 24 años. El método más habitual para suicidarse fue ahorcarse, y el lugar más frecuente fue la vivienda habitual.
De todos éstos, seis tenían menos de 10 años de edad. Fueron cuatro varones y dos nenas. Tres se ahorcaron, dos se mataron con un arma de fuego, y del último no consta el método de suicidio. Tres en Buenos Aires, uno en Córdoba, uno en Salta, y en Tierra del Fuego el último.
Entre los suicidas de 10 a 24 años, siguen siendo ahorcarse y el disparo con arma de fuego los métodos de muerte más habituales. Luego le sigue en frecuencia el saltar al vacío, el suicidio por envenenamiento, arrojarse a las aguas para ahogarse.
Los autores de este informe, que son de la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba, reflexionan sobre un punto que hoy resulta muy preocupante. En Argentina (años 2005 a 2007), como decía, el suicidio por arma de fuego ocupa el segundo lugar entre los métodos más habituales para suicidarse, tal vez porque hay menos armas por aquí. En Colombia y Estados Unidos, en cambio, el suicidio por arma de fuego es el método más habitual. Entonces me pregunto si no hay hoy en Santa Fe más armas disponibles que en 2005-2007.
Una de las maneras que se proponen para prevenir el suicidio es, precisamente, impedir que el suicida en potencia pueda acceder a un método para suicidarse. Es por este motivo que en algunos lugares los puentes, por ejemplo, o ciertos balcones y miradores tienen por ley un sistema para impedir que alguien se pueda arrojar al vacío desde allí. No sé si es el caso santafesino. Lo cierto es que el suicidio infanto-juvenil es un drama que va en aumento.
Otro informe sobre el suicidio infanto-juvenil, éste procedente de Brasil (2), también resulta necesario para intentar entender esta terrible problemática. Detallado y minucioso, este informe estudia tanto los números estadísticos como las posibles causas, y sin disimulo concluye que "los conflictos familiares, los problemas escolares, el acoso escolar (bullying), la impulsividad y la depresión están asociados al suicidio infantil".
Este informe de Brasil cita al antedicho informe de Argentina, entre otros, porque su mirada se extiende a 101 países, y estudia el período de 2000 a 2009. Así, de todos los suicidios de estos países y en estos años, en casi el 15% de los casos el suicida tenía entre 10 y 14 años de edad. Tres cuartas partes de ellos se ahorcaron.
En Brasil, sigue el informe, los suicidios de chicos y chicas de entre 10 y 14 años aumentaron un 40% en los diez años que pasan entre 2002 y 2012. Según el "mapa da violéncia" del vecino país, sus cifras de suicidios en etapa infanto-juvenil son más bien bajas, comparadas con otros países. Me pregunto cómo estamos en Argentina.
Es una realidad que no podemos obviar. Todo lo contrario, tenemos que conocerla para intentar prevenirla. Se ha observado, por ejemplo, que casi la mitad de los suicidas tienen antecedentes de suicidio en la familia o en el barrio. Y un análisis de las cartas que muchos suicidas infanto-juveniles dejan tras de sí demuestra la terrible lucha interior entre continuar la vida, o matarse.
Hay que abrir los ojos, y sospechar. Se sabe que tres de estas cartas, que preceden al suicidio infanto-juvenil, habían sido escritas en el entorno escolar. Y que en dos, el propio suicida se la entregó a su profesor, y éste le corrigió la gramática y la ortografía y sin más se la devolvió. Aunque sean hechos excepcionales, las cosas pasan, y hay que abrir los ojos y sospechar.
1) "Análisis de la mortalidad por suicidio en niños, adolescentes y jóvenes. Argentina, 2005-2007". Archivos Argentinos de Pediatría, 2013.
2) "Revisão de literatura sobre suicídio na infância". Universidade Federal de Pernambuco, 2017.
En resumen
Permítanme que del portugués original traduzca una parte de las "Considerações finais" del segundo informe, antes mencionado:
"Son factores que predisponen al suicidio en la infancia: los problemas escolares, entre los que destacan el acoso escolar (bullying) y el bajo rendimiento escolar; la muerte por suicidio de un familiar o persona cercana; los antecedentes de violencia física y sexual, y los conflictos familiares en los que las tensiones y las relaciones rígidas son barreras para la comunicación y la relación armónica entre padres e hijos. Por lo tanto, es de suma importancia hablar con los niños sobre el suicidio.
- La mitad de los niños suicidas presentaba algún tipo de trastorno mental. En concreto, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, trastorno antisocial de la personalidad, o depresión.
- A pesar de la inmadurez propia de la infancia, los niños tienen capacidad para comprender el acto suicida.
- Los niños dan menos pistas verbales sobre su deseo de morir y son más impulsivos en el intento de suicidio.
- En los meses que preceden al suicidio se producen cambios de comportamiento y de actitud.
- Los niños que murieron por suicidio no tenían estrategias para afrontar situaciones estresantes.
Y el informe de la Sociedad Argentina de Pediatría tiene estas consideraciones al final: "En este trabajo se detectaron muertes por suicidio en niños de 5 a 9 años, y esto debería profundizarse en otros estudios a fin de identificar las variables que intervienen en el deseo de morir en etapas tan tempranas de la vida. Los estudios efectuados en poblaciones con intentos de suicidio relacionan los comportamientos suicidas en niños con situaciones familiares disfuncionales de gravedad, trastornos psicopatológicos y el uso de métodos de alta letalidad, ahorcamiento y armas de fuego. El suicidio para la población adolescente y joven de la Argentina es un problema de salud que continúa en aumento (…)".
A todo esto, mientras todavía quedan algunos países que por ley castigan a quien intenta suicidarse, o les cobran multas a los familiares de quien lo consigue, la mayoría de los países del mundo luchan por entender, luego prevenir, la difícil problemática del suicidio. El castigo al suicida o a su familia no es un asunto nuevo, ni nos es extraño. Hay que abrir los ojos, y los brazos en un abrazo.