Es innegable: la tecnología forma parte ineludible de nuestra vida cotidiana. Desde que nos levantamos con el despertador del celular, usamos el GPS del auto y nos vamos a dormir mirando nuestro Smart TV, todo el tiempo estamos haciendo uso de ella.
Y esto sucede porque la velocidad con que se llevan a cabo nuevas aplicaciones es cada vez mayor. De hecho, si hiciéramos una cronología con las distintas tecnologías que se fueron desarrollando en este último tiempo, podríamos resumirlo así:
- 2020 fue el año de las criptomonedas.
- 2021, el de los NFT.
- 2022, el metaverso.
- 2023 es, sin dudas, el año de la inteligencia artificial.
Su impacto en la sociedad y en los hábitos es cada vez más palpable. Y ejemplos sobran: asistentes virtuales en nuestros teléfonos inteligentes, algoritmos de recomendación en plataformas de streaming, etc.
¿Qué es la inteligencia artificial?
No tiene como finalidad reemplazar a los humanos, sino mejorar significativamente sus capacidades y uno de los aspectos más destacables es su capacidad para aprender y adaptarse.
La IA es el conjunto de sistemas o combinación de algoritmos, cuyo propósito es crear máquinas que imitan la inteligencia humana para realizar tareas y pueden mejorar conforme la información que recopilan.
Tienen la capacidad de procesar grandes volúmenes de datos y encontrar patrones que les permite mejorar su desempeño con el tiempo y, si bien a muchos les resulta misteriosa y hasta peligrosa, lo cierto es que desde hace unos años está presente en nuestro día a día a todas horas.
Aunque no lo sepamos, la IA está cambiando nuestros hábitos de consumo y comportamientos: nos recomienda qué ver, qué música escuchar y qué comprar en base a gustos y preferencias que hemos informado casi inconscientemente.
El lado B de la IA
Sin embargo, y como suele suceder cada vez que aparecen nuevas evoluciones tecnológicas, existe un "lado B". A medida que se vuelve más sofisticada, también aumenta las preocupaciones sobre su impacto en la sociedad.
Tal es así que ya existen cuidades como San Francisco y New York donde prohibieron el uso de IA. Incluso, hay países como Italia, China y Rusia, entre otros, que se sumaron a esta restricción.
La verdad es que ningún extremo es bueno. Por un lado, la IA tiene la capacidad de simplificar la vida de las personas y un enorme potencial para abordar y proponer soluciones a problemas complejos.
Pero, por otro lado, plantea interrogantes respecto a la privacidad, veracidad y confiabilidad de la información que consumimos y el impacto en determinadas áreas como el empleo y la educación.
Hay algo que queda claro: la IA es otro de los avances tecnológicos que vinieron para cambiar nuestras vidas y, por este motivo, es fundamental abordar los desafíos y oportunidades que la evolución de la IA presenta.
Tal vez lo que más sorprende es la velocidad en la que se produjeron todos los cambios. Es que se presentaron tan velozmente que por momentos viene a la mente la frase "paren el mundo, que me quiero bajar".
Me pasó mientras escribía esta columna y me generó curiosidad saber quién fue el autor del dicho (no, Mafalda la popularizó, pero Quino reconoció que no fue su creador). Así que le pregunté al ChatGPT.
La respuesta es la que me trajo un poco de alivio. Me informó que no hay certezas sobre quién fue el que publicó la frase. Y eso, aunque parezca mentira, me dejó un poco más tranquilo. El mundo puede seguir girando conmigo dentro.