En un mes de gobierno, Javier Milei rompió el récord de pérdida de respaldo en la sociedad y al mismo tiempo desordenó el mapa de la política. El Congreso discute ahora el mega-DNU y la ley ómnibus según la foto congelada de la distribución de fuerzas que expresó la segunda vuelta de las presidenciales.
A los 15 días de la entrada de Milei a la Rosada, la encuestadora Zuban Córdoba midió que su imagen positiva estaba perdiendo un punto por día. Ganó con el 55, al otro día subió a 60 y 15 días después estaba en 45. Otra encuesta reciente dijo que el 65 por ciento de los argentinos creen que su situación económica va a empeorar. No le tienen mucha simpatía.
El voto de Juntos por el Cambio que Milei sumó en segunda vuelta fue un voto más ideológico y antiperonista que el casi 30 por ciento que sacó en primera vuelta. Gran parte de ese voto, tuvo un origen peronista, incluso algún votante de Cristina Kirchner, decepcionado del gobierno de Alberto Fernández.
Ese voto que lo apoyó en primera vuelta es el que primero tiende a desilusionarse para integrar ese 65 por ciento que está al borde o cayendo por el precipicio de la devaluación del 118 por ciento, los aumentos descontrolados de los remedios, la carne, la nafta y demás. Todavía hay un resto de aumento y aguinaldo y algún colchón para vacacionar, pero el drama de la carestía pegó de lleno en la pequeña y mediana empresa y desde allí para abajo: capas medias, trabajadores y desocupados.
Y los de la economía informal –una de las canteras principales del voto a Milei-- tomaron conciencia de que podían estar peor al ritmo de los aumentos desaforados y la pérdida de clientes y trabajos.
Todavía quedan algunos que mantienen el fuego de la ilusión y también los macristas, pero el Milei que quiere mostrar que calza más de 37, ni siquiera es el mismo que ganó las elecciones. El debate sobre el DNU y la ley ómnibus en el Congreso parece fijado en la fotografía congelada del resultado electoral. Una imagen que ya no existe.
El nuevo cuadro de situación se percibe en la calle, en el súper o en la fila del banco cuando empiezan a despotricar contra el gobierno y los posibles votantes del oficialismo guardan silencio vergonzante. O cuando el gobierno tiene que reformular una y otra vez su política de comunicación, en la que se movía con tanta facilidad antes de asumir. En pocos días cambió a la titular de la Secretaría de Medios y le sacó la cuenta presidencial y de Casa Rosada a la banda de influencers y youtubers que perdieron mucha inserción en las redes.
La base que más lo aguanta es la del PRO, la derecha radical, y la Coalición Cívica, más los pichettistas. Y son las que ahora sostienen en el Congreso el contenido del ajuste. De hecho son los que tomaron las comisiones al aislar y desplazar a Unión por la Patria de la primera minoría a la que le hubiera correspondido más presencia.
Después de negociar el respaldo del PRO en la segunda vuelta, Mauricio Macri se ufanó públicamente de la forma como había infiltrado los puestos estratégicos del gabinete presidencial. En el debate electoral de los candidatos a presidentes, Milei quedó muy mal parado frente a Sergio Massa. Pero en el de los candidatos a vice, la derecha dio por ganadora a Victoria Villarruel, quien rápidamente sacó un sello propio y empezó a hacer declaraciones por su cuenta.
Fue la sentencia al exilio de Macri y Villarruel. Ahora hacen reuniones misteriosas en el country de súper millonarios de Cumelén, donde Villarruel pasó la noche luego de reunirse con el expresidente. Es poco congruente que la vicepresidenta sea la que concurra al domicilio del interlocutor y no al revés. Pero el poder no tiene locación clara, ni siquiera para eso.
Hace tan poco que asumió y ya esa reunión se puede interpretar tanto como el encuentro de dos desahuciados por Milei para recomponerse, como de dos posibles conspiradores que buscan desplazar al bizarro mandatario. Puede ser expresión de fuerza o de debilidad, tanto de los que se reunieron, como del presidente con pies de niño.
La estrategia brutal pudo basarse en la conciencia de las impopularidad de las medidas o por la fragilidad de sus apoyos. La rapidez y la brutalidad pueden ser correctas o no, pero no tienen por qué ser equivocadas con relación a la finalidad que buscan. Lo real es que perdería respaldo y tenía que hacerlo cuando todavía se sintiera el resultado electoral. La equivocación fue no negociar con los que ahora van a defender esa política en el Congreso.
Unión por la Patria aparece así como el único opositor claro, junto con la izquierda. Pero los tiempos son diferentes. Lo que perdió Milei no lo recuperó Unión por la Patria. Hay un vacío político hasta que se reformule un proyecto alternativo que recoja los reclamos de la calle. Ese vacío, por ahora está cubierto a los ponchazos por los movimientos sociales, la CGT, las CTA, los caceroleros, los inquilinos y los espontáneos. Es a los ponchazos, porque la función de los movimientos sociales es representar los reclamos sectoriales. La de los políticos es convertir esos reclamos en una propuesta alternativa creíble.