El autor dirige la Agencia Periodística de la Calle y es periodista de Radio Universidad de La Plata. En esta columna da su opinión sobre la Reforma Constitucional en Jujuy y la violencia contra la ciudadanía que fue salvajemente reprimida. “Al mismo tiempo, los paladines de la grieta instaurados en el Estado Nacional y el Provincial, aprovecharon la ocasión para mostrarse los dientes”, afirma.
La reforma constitucional de la provincia de Jujuy y los posteriores hechos de violencia institucional suscitados, se llevaron puestos los derechos consagrados de toda una Nación, a merced de una confronta que no solo se dio en las calles, donde la ciudadanía fue salvajemente reprimida. Es que, al mismo tiempo, los paladines de la Grieta instaurados en el Estado Nacional y el Provincial, aprovecharon la ocasión para mostrarse los dientes, licuando los motivos claros del reclamo de los jujeños y buscando un saldo favorable de cara al cierre de listas para los próximos comicios.
Con una pobreza que roza al 40 % de la población y una inflación anualizada del 114 %, la dignidad nacional llegó a los episodios de Jujuy arrodillada, boqueando; acordándose tarde -en la agonía irreversible- de las bondades de respirar aire fresco. Porque la atmósfera estaba viciada de antemano, olía mal. Y ahora que todo terminó en la arena del circo donde suelen darse y esfumarse las payasescas reyertas de la clase dirigencial, todo huele peor.
Sin embargo, se sabe, hay mayorías que prefieren dejar de respirar antes de asumir la podredumbre que proviene de sus propios dirigentes. Mientras los jujeños la ven pasar, los que hace días se cacheteaban entre sí con la Constitución Argentina -los mismos que le dieron el sí a "La Protesta No", y el "Seguramente Sí" a la posesión de tierras fiscales y ancestrales en manos de corporaciones extractivistas- hoy guardan un silencio benevolente de espanto.
Silencio, con la misma crudeza con que tergiversan causas justas para deformarlas a su favor en nombre del pueblo, en tanto practican un maniqueísmo adiestrado -biris biris y blablás- respecto a los alcances de la Ley, las instituciones, y las obligaciones de los funcionarios públicos.
Sonrisas y aplausos frente a los favorables planos pecho de los carteles que inundan las calles, proponiendo el nombre de pila de los candidatos como única plataforma electoral.
A la dignidad la atropelló un tren carguero de dirigentes políticos relamidos y recauchutados, ahora parapetados en su plataforma de lanzamiento que los separará del resto de los mortales.
Titiriteros selectos para montar el Show de la República sobre el escenario del extractivismo y la especulación financiera; Empleados del Mes de Los Dueños del Mundo, los anónimos de las Sociedades Anónimas, aquellos ávidos en sobreabastecer el consumo siempre insatisfecho una humanidad atosigada y aterrada.
Los Macri, los Kirchner, los Morales, los Gioja, los Massa (la lista continúa), y tantos otros digitadores de cada uno de los poderes y ámbitos del Estado, ejecutan la pantomima de Riña, Grieta y Desesperación, y le proveen a la escena un colectivo de extras en el papel de "ciudadanos" pasivos, a los cuales se los saquea, contamina y empobrece, para sumirlos en una subsistencia indigna y ninguna otra perspectiva de existencia que la de auspiciar de mano de obra barata.
Desde la colonia a la fecha las comunidades andinas se mantienen aplastadas por los tótems de caciques patronales de las más diversas índoles, administraciones feudalistas, y un desarrollo económico desigual y migajero.
El reclamo que encarnan las Comunidades Originarias por el suelo, el agua y el aire no es nuevo, ni cliché: Jujuy es un territorio dilecto para la explotación y exportación sin regalías de recursos naturales estratégicos. Como lo es el litio, del cual las corporaciones extractivistas trasnacionales se sirven a gusto para empeñarnos de por vida con modernos celulares descartables y baterías de eterna duración. Por beneplácito de los constituyentes del oficialismo y el PJ jujeño lo harán en adelante de una manera mucho más cómoda.
Los días de la Argentina contemporánea se escriben con la pluma del cinismo y la mirada del relativismo tuerto, que siempre encuentra la paja en el ojo ajeno. Si se corre el velo de la polvareda tóxica que levantan los que se gritan "verdades" a un lado y otro de La Grieta -los mismos que se rasgan las vestiduras en nombre de la Dignidad Nacional- afloran sus manos en alto, para el visto bueno a reformas legislativas y escapes legales de todo tipo, para que los recursos naturales y humanos de todo el territorio argentino sean, sin más, el “Todos x dos pesos” del empresariado mundial.
¿Es posible en la Argentina actual que se suscite un pueblada real, sin aparateos, y de amplio alcance? ¿Existe la mínima ilusión de que un impulso de pensamiento libre, autónomo y crítico se incorpore a la praxis política e insufle a las políticas de Estado? Hay contados ejemplos donde la ciudadanía se impuso al chanchullo: los de Mendoza contra el fracking y el de los chubutenses contra la megaminería. Pero incluso victorias como ésas se sostienen sobre un hilo delgado, porque la maquinaria de la Dinastía política-económica es infalible, y se vale del ninguneo, de la romantización de la pobreza, de abrazar las causas hasta asfixiarlas en la confusión y el caos, de denostar a la otredad hasta su aniquilación, o de simplemente meter palo y balazos de goma.
En la previa al cierre de listas, Jujuy fue un “Guernica” donde las dos principales fuerzas políticas se pavonearon ostentando su retórica del odio e incapacidad de resolver problemáticas en conjunto por la senda de la institucionalidad y de la Ley. Dos demonios orgullosos e intransigentes -uno con el discurso de la Justicia Social, el otro con el del Orden y la Espada- pero de igual peso específico, y una función compartida: bombardear al conflicto con más conflicto, instaurando un clima de confrontación y relatividades, para garantizar inseguridad social, legal, económica y política y generar así el mejor de los infiernos para que las Sociedades Anónimas puedan hacer lo suyo.
Más que de propuestas y planes de gobierno, en los diarios de hoy se lee como si nada que los "dream teams" electorales se resuelven en chats y cenas con los "accionistas principales de la coaliciones de gobierno". Una de las tantas realidades naturalizadas de la política actual que -si se la considera un momento- empieza a explicar una parte del todo: el electorado no es considerado por la industria eleccionaria como un colectivo de derechos, sino como un instrumento obligado del poder.