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Kamala Harris vs. Donald Trump: gane quien gane, pierde Estados Unidos

Está a punto de acabar una elección turbulenta, tensa, violenta, histórica. Muchos meses de campaña, una guerra sin tregua entre dos visiones opuestas de EE.UU. y una votación que tendrá un ganador, pero que sin duda tiene un perdedor: el propio EE.UU., la democracia más vieja y estable del mundo, un país descosido por el descrédito de su proceso electoral, por un sistema político que ha impulsado candidatos impopulares y por la polarización.Sin confianza en el resultadoEl estado de la democracia se resume en la frase escuchada a una votante de Georgia, uno de los siete estados decisivos, hace unas semanas: « Solo me creo los resultados si gana Trump» . No es una posición anecdótica. La ha impuesto el candidato republicano casi desde que desembarcó en política en 2015 y ha ofrecido versiones diferentes de la misma fórmula: aceptar solo la victoria. Trump celebró la suya en 2016 y su rival de entonces, Hillary Clinton , reconoció su derrota en la misma noche electoral. El multimillonario neoyorquino no aceptó que perdió cuatro años después frente a Joe Biden y provocó una crisis institucional que acabó en el asalto violento y bochornoso al Capitolio del 6 de enero de 2021.Noticia Relacionada estandar Si Trump cierra una campaña turbulenta con avisos de robo electoral y promete a sus seguidores: «Juntos salvaremos al país» Javier Ansorena La noche de este martes podría ser la más tensa de la historia política reciente de la primera potencia mundialTrump no ha cambiado esa cantinela. Mantiene su acusación de robo electoral en 2020 —pese a que ni los tribunales ni las propias autoridades republicanos encontraron pruebas de ello— y en esta campaña ha defendido que su rival, Kamala Harris , solo podía ganar si los demócratas «hacen trampas».Ese discurso ha calado entre los votantes republicanos. Según un estudio anual que realiza Gallup desde 2004, solo el 57% de los estadounidenses tienen confianza en que los votos en las elecciones presidenciales se depositan y se cuentan de forma ajustada a la realidad. Hace veinte años, eran más del 70%. La caída se debe, sobre todo, por los votantes republicanos: solo el 28% confía en el resultado de las elecciones, una brecha tremenda respecto al 84% de los demócratas que sí confían en los resultados.Estas diferencias son solo un rasgo de la polarización creciente de EE.UU., con una sociedad cada vez más partida en líneas ideológicas, con bandos que desconfían el uno del otro y que se ha resumido en los mensajes centrales de los candidatos en esta campaña: Harris ha acusado a Trump de «fascista» y de «amenaza a la democracia» y Trump ha acusado a Harris de «marxista» y de buscar «destruir el país».Dustin Ritchie, de 34 años, vota con su hija en Wisconsin ReutersCandidatos impopularesLos mítines multitudinarios, la propaganda ubicua, la cara de Trump y Harris cada minuto en la tele, la atención mediática desmedida por ellos no esconde una realidad: ambos candidatos han sido opciones muy impopulares y millones de estadounidenses votan tapándose la nariz con los dedos.Trump es un ídolo, un objeto de culto para una base considerable y muy leal del Partido Republicano, pero que no es mayoritaria. El multimillonario fue un presidente muy impopular y su sucesor y candidato demócrata durante más de un año, Joe Biden, lo fue casi tanto como él.A esa paradoja se enfrentaba EE.UU. a comienzos de este año: una elección binaria, con dos opciones que no gustaban ni en sus propios partidos. Las encuestas mostraban que la mayoría de republicanos y demócratas, respectivamente, no querían a Trump ni a Biden como candidatos. Pero ambos se beneficiaron del sistema de primarias en sus partidos. Trump, porque esa base leal facilita la batalla de primarias cuando el resto del pastel se lo disputan varios candidatos. El expresidente también se benefició de la cascada de imputaciones que recibió en los meses previos a la campaña de primarias, lo que disparó la atención a su persona y le reforzó entre los republicanos.Biden, por su parte, se benefició de que el partido pone todo su músculo a favor del presidente que va a la reelección y asfixia los recursos para cualquier otro candidato. La impopularidad de Biden y su edad -buscaba un segundo mandato que le dejara en la Casa Blanca hasta los 86 años- provocaban dudas, pero nadie se atrevió a llevarle la contraria. Entre otras cosas, porque los demócratas no tenían relevo. No tenían confianza en Harris, su vicepresidenta, que había sido una candidata presidencial desastrosa en el ciclo de 2020 y que ha sido tan impopular como Biden. Pero se tuvo que recurrir a ella de urgencia tras el descalabro de Biden en el primer debate con Trump, a finales de junio. Y, como critican los republicanos, los demócratas la eligieron saltándose el proceso de primarias que había dado la nominación a Biden.Que los ciudadanos estén forzados a elegir entre dos candidatos poco ilusionantes también merman el proceso democrático.Donald Trump visita a trabajadores de campaña el día de las elecciones en West Palm Beach ReutersUna campaña interminable y costosaEE.UU. vota este martes, pero vive en una campaña electoral constante. A ello contribuye que la Cámara de Representantes, la cámara baja del Congreso, se renueva en su totalidad cada dos años. Y que los procesos de primarias son casi tan intensos como la elección general. Pero, sobre todo, tiene que ver con una interpretación amplia de la Primera Enmienda a al Constitución, la que protege la libertad de expresión. El Tribunal Supremo determinó en 2010 que las compañías y grupos externos a las campañas pueden dedicar fondos sin límite a promocionar candidatos. Con dinero ilimitado y tiempo ilimitado -al contrario que en España y otros países de nuestro entorno, no hay un calendario específico de campaña electoral- los procesos se eternizan y se intensifican. En el ciclo electoral de 2024, contando las carreras de todos los candidatos -federales, estatales y locales- EE.UU. se ha gastado 16.000 millones de dólares en campañas y propaganda. Los estadounidenses han llegado a la cita de este martes exhaustos y aborreciendo los anuncios y publicidad que les asaltan cada vez que encienden la televisión o el ordenador.Un sistema disfuncionalLos medios estadounidenses saludan este martes las colas kilométricas en colegios electorales de todo el país como imagen del compromiso de los votantes con su democracia. Pero esas colas son también el símbolo de la disfunción de un sistema disfuncional, plagado de ineficiencias y de problemas.La paradoja es que EE.UU. se gasta miles de millones en propaganda para candidatos y una fracción mínima en infraestructura electoral. Las colas no indican un éxito de la democracia, sino una falta de recursos, de máquinas de votación y de empleados electorales.No es igual en todos los estados. Las presidenciales de EE.UU. pueden dar la apariencia de ser una elección nacional. En realidad, son 50 elecciones en 50 estados, cada una regida por su propio sistema. E incluso con particularidades en los diferentes condados de los estados, cada uno con su Consejo Electoral.En algunos, hay particularidades que sorprenden en España y que disparan las dudas de muchos en EE.UU.: se puede votar sin carné de identidad. Basta con dar el nombre y que coincida con el dato en la lista de votantes registrados en ese colegio electoral. Los defensores de esa opción explican que el fraude no aumenta y que imponer el uso de carné de identidad -no existe un DNI en EE.UU., la gente usa su carné de conducir o pasaporte- dejaría sin votar a muchos.De nuevo, es bochornoso -como se ha quejado amargamente Trump, aunque por motivos partidistas- que puedan pasar días sin que se conozca el ganador de las elecciones. En 2020, no se dio por ganador a Biden hasta cuatro días después de las elecciones. Y pasaron semanas hasta conocerse los resultados finales en algunos estados. Una maraña regulatoria en el conteo, una infraestructura electoral compleja y la falta de recursos están detrás de ello.Todos estos problemas se complican por la cascada de demandas que se cruzan demócratas y republicanos durante la elección: desde el calendario de voto, la forma de formalizarlo, los tiempos del recuento, la custodia de los resultados… Todo está bajo litigio en un sistema electoral que todos combaten.

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