Mujeres de hoy

La asombrosa historia del niño nómada que se convirtió en CEO de Ikea

El sudeste de Turquía es una zona montañosa que hace frontera con Irán e Irak. Es la cuna de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, la Asiria, en la Alta Mesopotamia, que compitió con el reino de Babilonia por el poder mil años antes de Cristo.

Esas montañas que alcanzan más de tres mil metros de altura albergan lagos, glaciares y territorios fértiles en primavera y verano. Esta región sobrevolada por águilas se llama Akkari, que en arameo significa "granjero". Aquí creció Nurettin Acar. Esta es su historia contada por él mismo.

Imagen de la comunidad nómada en la que creció Nurettin Acar y el tipo de tienda en la que vivían.

"La naturaleza te lo da todo, pero tienes que vivir acorde con ella"

"La vida es movimiento. Mi idea de la existencia es que todo lo que poseas ha de tener la capacidad de moverse o ser movido. Yo pertenezco a una tribu nómada y a lo largo de las estaciones nos movíamos con todas nuestras pertenencias, incluidos nuestros rebaños de cabras y ovejas, de un lado a otro de las montañas. En invierno, cuando la nieve alcanzaba varios metros, descendíamos al valle. En verano, subíamos hasta los parajes más elevados. En primavera, las mujeres se dedicaban a secar la comida, queso, carne, leche, semillas, raíces, con el fin de tener alimento en las estaciones más frías. Los hombres se ocupaban de los animales.

La naturaleza te lo da todo, pero tienes que vivir acorde con ella. La montaña te permite bañarte en el río cuantas veces quieras, lavar tu ropa con un polvo azul que extraíamos de la tierra y ponerla a secar sobre una piedra. Comíamos el pan recién hecho por mi madre. Nuestras tiendas estaban hechas de lana de cabra. Este material permite ver a través de él, mantiene el calor en las noches frías y aísla de la lluvia y el viento. Cuando nos trasladábamos con el cambio de estación, transportábamos nuestras tiendas en una especie de carretillas que también nos servían como trineos en la nieve.

"Cuantas menos cosas tienes, más libre te sientes moverte y explorar"

Para mi familia y mis antepasados, la capacidad de moverse con facilidad era clave para su supervivencia. Si el pasto se terminaba, había que mudarse a otra zona en busca de hierba fresca para alimentar a los animales. Y en cada rincón de las montañas que recorrí en mi infancia había un paisaje maravilloso. Cuando vives en una comunidad nómada, te das cuenta de que la sostenibilidad de la que tanto hablamos ahora está en todas partes.

Por eso crecí con la idea de que la vida es moverse con pocas cosas. Cuanto menos tienes, más libre te sientes para moverte y explorar. La vida en las montañas puede resultar dura, pero te acostumbras y esto te forja. Gracias a esto, a mí me divierte el cambio. No me incomodan ni temo enfrentarme a nuevas situaciones, porque sé que mantenerme en movimiento me hará más libre y me llevará a descubrir cosas nuevas.

Esta forma de vida también me ha hecho ser muy curioso. No me canso de conocer y de aprender. A lo largo de mi vida me ha costado echar raíces en un sitio: necesito ver qué hay al otro lado de la montaña, o al menos saber que puedo ir hacia allí o adonde me plazca. Ahora podría decirse que soy un nómada moderno. No sé dónde me llevará la vida, pero entretanto me gusta disfrutar y saber que soy libre para moverme.

Nurettin junto a toda su familia, reunida en torno a su madre, en el centro con pañuelo.

"Cuando actúas confiando en el apoyo de tu familia y los que te rodean, la vida es más relajada y más sana"

En la naturaleza, siempre tienes algo que hacer. Hay que ir a por agua, alimentar a los animales, recolectar... Creo que ese modo de vida te impide ser infeliz, porque no tienes tiempo de pensar en cosas que no son reales o que no obedecen a los problemas diarios de la subsistencia. Poder contemplar continuamente la majestuosidad de las montañas elimina muchas cuestiones superfluas y te ayuda a aprender a relativizar.

La vida es dura en las montañas, se trabaja mucho y a veces las herramientas no son ni mucho menos las óptimas. Son condiciones duras para el cuerpo pero ligeras para la mente. La naturaleza te enseña que simplemente cuando actúas sin miedo al fracaso, confiando en el apoyo de tu familia y los que te rodean, la vida es más relajada y más sana.

Vivir en una familia tan extensa es una bendición para mí. Nunca tuve la sensación de estar solo. Todos te ayudaban. Cada uno tenía sus tareas, pero a la vez sabías que tus familiares y tus vecinos estaban pendientes de ti. Sientes que eres parte de un todo y que todo está conectado. La vida nómada no es posible sin tu familia y tus vecinos. En la naturaleza suceden imprevistos. De pronto hay un incendio que quema toda la hierba que habías almacenado, pero tus vecinos comparten la suya contigo para que puedas alimentar a tus animales. O se producen avalanchas en invierno y no hay dinero para superar las pérdidas. Cuando había alguna desgracia de este tipo, cada una de las sesenta familias aportaba una cabra o una oveja para que la familia afectada pudiera recuperarse y sobrevivir.

"No teníamos psicólogos, pero cuando te ocurría algo se lo contabas a tu madre, a tu hermana o a tu tía"

Quizá no teníamos zapatos nuevos ni ropa suficiente, pero celebrábamos los acontecimientos familiares y estábamos contentos. No teníamos psicólogos, pero cuando te ocurría algo se lo contabas a tu madre, a tu hermana o a tu tía. En mi familia no sabían leer ni escribir. Cuando nacía alguien, la fecha era lo menos importante. Solo nos preocupábamos de celebrar la llegada de un nuevo miembro. No es malo poseer muchas cosas o vivir en una casa grande y lujosa. El problema viene cuando dependes de las posesiones materiales para ser feliz.

Cuando yo tenía 11 o 12 años, mi familia se mudó a una ciudad a unos doscientos kilómetros al norte, Van, a orillas de un lago inmenso, el más grande de Turquía. A mi padre siempre le pareció importante darnos una educación, y en Van nos llevó a un colegio a mis hermanos y a mí. Un día, me dijo: 'Aprender a leer y escribir está bien, pero además tienes que aprender a hacer algo en la vida'.

Me llevó a trabajar de aprendiz a la tienda de un amigo suyo que vendía alfombras. Por allí pasaban turistas de diferentes nacionalidades, y yo escuchaba al dueño hablar con ellos en varios idiomas. Así descubrí que había un mundo fuera de nuestra familia y nuestras montañas. Poder comunicarte con aquellas personas que venían de países lejanos despertó mi curiosidad por aprender idiomas. En el colegio nos enseñaban francés con un libro pero era muy teórico y no servía. Yo no tenía dinero para pagar otras clases. El poco que ganaba, me lo gastaba en cubrir alguna necesidad o en algún pequeño capricho como una Coca-Cola.

Un profesor me habló de un curso por correspondencia: te inscribías, recibías la lección, te examinaban y, si aprobabas, te enviaban el material de la siguiente lección. Tardé un año y medio en aprender francés, mientras practicaba con los clientes de la tienda. Estaba convencido de que tenía que aprender y lo hice, aunque no tuviera medios para ello. Aquella etapa fue para mí un aprendizaje importante, porque entendía que si realmente quieres conseguir algo, al final encuentras la manera de lograrlo.

Nurettin Acar, CEO de Ikea en España y PortugalUxío Da Vila

"Aprendí que un pequeño cambio cada día te conduce a un gran cambio"

También aprendí que un poco cada día te lleva a mucho, que un pequeño cambio continuo te conduce a un gran cambio. Otra lección de aquellas vivencias es que jamás hay que rendirse. Incluso en el momento en que más ganas tienes de tirar la toalla, es cuando más tienes que esforzarte para conseguirlo. Me levantaba a las cinco de la mañana para estudiar francés y hacer los deberes. A las ocho iba al colegio hasta la una de la tarde. Después trabajaba en la tienda hasta la noche, mientras mis amigos jugaban al fútbol en la calle.

Con el tiempo, aprendí a llevar el negocio de las alfombras y mi padre decidió abrir una tienda con la familia. Me dijo: 'Si quieres dedicarte al comercio, es más importante la confianza que el dinero'. Conseguimos que nos prestaran un local y que algunos amigos nos adelantasen el género gracias al valor de nuestra palabra. Mi padre me inculcó el amor por el comercio y me enseñó a apreciar el beneficio que puedes hacer en los demás. Él es capaz de dar la vuelta a cualquier aspecto negativo hasta convertirlo en positivo. Por eso yo no entiendo una manera de hacer negocios que pueda dañar o aprovecharse de alguien. Esa es mi filosofía, y la comparto con la de Ikea, donde el 15 por ciento de las ganancias se destina a nuestra Fundación y el resto se reinvierte en el negocio para abrir más tiendas, crear empleo y llegar a más personas.

"Mi padre solía decirme: Bebe el agua que fluye, rechaza la que está estancada"

Antes de llegar a Ikea, en el año 2001, emigré a Suiza, donde continué con el negocio de las alfombras, me impliqué en varias ONG y seguí aprendiendo idiomas. Tenía una vida estupenda, pero me cansé de hacer lo mismo cada día solo para ganar dinero. Así que dejé todo y regresé a Turquía tal y como me fui:con solo una maleta en la mano. Dejar tu zona de comodidad también conlleva sufrimiento, pero el desafío te ayuda a crecer. Hay que acostumbrarse a perder cosas. Me dije a mí mismo que tenía que aceptar que podía perder, y que si esto sucedía tampoco era un drama.

Para mí lo importante no es coleccionar bienes ni acumular dinero, sino el impacto que causas a tu alrededor. Hay que estar abierto al fracaso, porque en ese camino es cuando más aprendes. Mi padre era capaz de ver más allá, y a la vez tenía una visión muy simple. Compartía todo lo que tenía, aunque no tuviese nada. Me repetía que dar es mejor que recibir. Solía decirme: 'Bebe agua que fluye, rechaza la que está estancada'.

Este consejo me ha servido de mucho, porque también puedes aplicarlo a las personas. También me ayudó en mi camino algo que me dijo el primer jefe que tuve en Ikea, cuando comencé a trabajar como jefe de ventas en Suecia. 'La claridad significa preocuparte por los demás', me dijo. Era un tipo severo y directo, de quien aprendí que es preferible ser claro en las expectativas con los demás, sea para bien o para mal, antes que engañarse a uno mismo o a los otros por temor o desconfianza.



Seguir leyendo

Fuente:https://www.telva.com/estilo-vida/2024/09/15/66e57d7e01a2f1697b8b4578.html

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web