No es solo la retórica nacionalista y amenazante del presidente chino Xi. El despliegue militar en los últimos años ha inclinado la balanza en la zona a favor del régimen chino. Y en el terreno diplomático, la debilidad de Estados Unidos es mayor que nunca.
Donald Trump ha desairado sistemáticamente a sus aliados europeos y asiáticos, y ahora que republicanos y demócratas lanzan al unísono señales claras de que es necesario parar los pies a China, la credibilidad norteamericana está por los suelos, lo que incentiva a otros países a buscar de una u otra forma un acomodo con el gigante asiático.
Sin embargo, este podría ser el revulsivo necesario para recomponer alianzas. Exhibiendo firmeza ante Pekín, pero también tendiendo la mano. Y evitando mezclar la defensa de los derechos fundamentales con espurios intereses de tipo comercial.