Internacionales

La (casi) imposible vecindad entre Israel y el Líbano

Un año de guerra de baja intensidad en la frontera ha acabado provocando lo que los analistas venían anunciando ya desde este verano: la invasión terrestre del Líbano por parte del Ejército israelí . No hubo ningún intento serio de conciliación ni entre los dos países ni por parte de las potencias mundiales que han levantado en esta pequeña región del mundo el nuevo frente de la Guerra Fría. Después de 12 meses casi exactos de intercambio diario artillero a lo largo de sus 79 kilómetros de demarcación, Israel protagoniza otra incursión más de su corta Historia en territorio soberano libanés. No hay plazo para su salida. Los objetivos, «delimitados a la destrucción de la estructura de Hizbolá», son aún más ambiciosos -y vagos- que los que motivaron la entrada en la franja de Gaza hace un año para destruir Hamás. Detrás quedan decenas de ataques con misiles por parte de la milicia chií libanesa, y bombardeos por parte de Israel, con el saldo de varios centenares de muertos y un desplazamiento de residentes insostenible, en particular para el Gobierno de Netanyahu . En los doce meses de conflicto se calcula que 90.000 libaneses han tenido que abandonar sus hogares en el sur del país. Una migración forzosa que ha afectado también a alrededor de 60.000 israelíes, residentes en el norte.Noticia Relacionada estandar No EE.UU. dice que Irán se prepara para lanzar un ataque inminente contra Israel David Alandete | Corresponsal en Washington Un funcionario estadounidense afirma que «un ataque militar directo» tendría «graves consecuencias» para TeheránEl conflicto más graveEl conflicto entre los dos países vecinos de Oriente Próximo amenaza con ser el más grave desde los años de la guerra civil libanesa (1975-1990). Además, se produce en plena crisis económica del régimen de Beirut, agudizada por la caída del turismo por el conflicto en la frontera; y en pleno desconcierto institucional, por la supremacía del movimiento político-militar Hizbolá frente a los poderes legales.Líbano es un mosaico de religiones, en el que predominan los llamados \'tres tercios\': el de los musulmanes chiíes, el de los seguidores suníes del islam, y el de los cristianos maronitas. La Constitución del \'país del cedro\' establece que el presidente de la república sea siempre cristiano, el jefe del Gobierno, suní, y el presidente del Parlamento, chií. Tras la guerra civil, todo el equilibrio de poderes resultó dañado. Siria, la potencia que hasta 2005 impuso su voluntad en el Líbano, desarmó además a las milicias cristianas y suníes, y favoreció en cambio a la chií de Hizbolá, que desde hace casi dos décadas es la fuerza preponderante en el país con la ayuda de Irán.Hasta ese momento, las relaciones de Beirut con Tel Aviv -que no habían sido tampoco un camino de rosas- cobraron un grado creciente de acritud. Ambos países se consideran mutuamente \'Estados enemigos\', no tienen relaciones y la entrada en uno de ellos con un sello del país vecino en los documentos puede conllevar graves problemas además de la expulsión.Armisticio en 1949El Líbano participó en 1948 en la alianza militar del mundo árabe que trató de aniquilar el Estado hebreo recién nacido. Fue sin embargo el más interesado en la firma del armisticio en 1949. La avalancha de inmigrantes palestinos en el Líbano que produjo la primera guerra actuó como factor disuasor en la conocida como \'Suiza de Oriente Próximo\'. El Líbano no participó en la Guerra de los Seis Días (1967) ni en la del Yom Kipur (1973). Las décadas de los sesenta y los setenta fueron las más sosegadas de las relaciones entre los dos países vecinos.Llegó la guerra civil entre las comunidades religiosas del \'país del cedro\', y un elemento clave: la invasión israelí del sur del Líbano en persecución de la OLP de Yaser Arafat. La fuerza más importante en Beirut era entonces la cristiana, y -en consorcio con EE.UU- Israel concibió el proyecto de aliarse con ellos, para aislar a los musulmanes tanto chiíes como suníes, y a los palestinos de Arafat. Fue la era de las Falanges libanesas, germen del futuro Ejército del Sur del Líbano, una fuerza miliciana maronita que hoy es un espantajo que ya no asusta a nadie, pero que entonces concibió la idea de un Líbano cristiano separado del resto y aliado de Israel.En 1984 los musulmanes se aliaron contra los maronitas, y resurgió con fuerza el hostigamiento a Israel, al que chiíes y suníes veían como instigador del conflicto interno.Rechazo a IsraelEse prejuicio sigue instalado en la mente de la inmensa mayoría de los libaneses, sea cual sea su credo. Los sondeos que periódicamente realiza Gallup señalan que el 97 por ciento de los nueve millones de libaneses «detestan» a Israel, pese a que hoy una mayoría -cristiana y suní- piense que la tiranía que ejerce Hizbolá, en el terreno político y militar, es también detestable.En plena crisis económica, que sigue empujando a los libaneses al exilio, el movimiento chií juega con sus bravuconadas frente a Israel y con una actividad social que agradecen sus connacionales. Hizbolá antiene escuelas, comedores y centros de salud -actividades en las que el Estado muestra abiertamente las hilachas de su pobreza- gracias a la ayuda financiera y militar de Irán y del dinero del narcotráfico, en particular el procedente de la cocaína y el hachís.La guerra de 2006La retirada de Damasco en 2005 -la familia de los Assad pertenece a una rama chií, aunque la dictadura era laica hasta que estalló la guerra civil siria- dejó al movimiento chií libanés en una posición de poder, que rápidamente utilizó para hostigar con sus cohetes a Israel. A raíz de un ataque en la frontera, el Ejército hebreo invadió el sur del Líbano en 2006. Fue una guerra de 33 días, que dejó 1.200 bajas entre los libaneses y 159 entre los israelíes. Tras su retirada, Hizbolá aceleró su preparación militar y acumuló armas entregadas por Irán. Algunos cálculos estiman que cuenta con unos 100.000 cohetes, escondidos en túneles y silos.Con la ofensiva palestina del 7 de octubre de 2023, la milicia chií libanesa encontró su momento para saldar cuentas, en particular la del 2006. La causa palestina es un pretexto: a Hamás y a Hizbolá, ambos yihadistas y defensores del terrorismo como arma de guerra, les separa la interpretación del Corán y de la suna; y les une el odio a Israel.

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